OPINIóN
Esperanza

Nuevos enfoques en el tratamiento contra el cáncer

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Avance. Terapias moleculares dirigidas tienen buenos resultados. | cedoc

El cáncer, en sus distintas formas de presentación, fue clásicamente tratado con una tríada compuesta por cirugía, radioterapia y quimioterapia. Sin embargo, en las últimas décadas, este tratamiento evolucionó significativamente. La inmunoterapia y las terapias moleculares dirigidas son dos enfoques que se suman a la quimioterapia convencional, con la que coexisten y a la que complementan, ofreciendo esperanzas de mayor sobrevida y mejor calidad de vida allí donde los resultados no siempre eran los esperados.

Se trata de opciones terapéuticas más específicas y personalizadas, que buscan maximizar la eficacia y la seguridad de los tratamientos de algunos tipos de cáncer. Sin embargo, presentan riesgo de efectos adversos relacionados con sus mecanismos de acción; de estos la piel es uno de los más frecuentes y precoces. Si bien suelen ser leves y no requerir la suspensión del tratamiento, en ocasiones generan cuadros dermatológicos graves que es indispensable conocer.

La quimioterapia convencional fue, durante mucho tiempo, el estándar de tratamiento para muchos tipos de cáncer. Su objetivo son las células que se dividen rápidamente, pero en su accionar ataca tanto a las células tumorales como las sanas. El folículo piloso y el tubo digestivo son un ejemplo de células sanas de rápida división, y por eso, la alopecia y los síntomas gastrointestinales son efectos adversos frecuentes durante el tratamiento.

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La inmunoterapia, por otro lado, no ataca directamente a las células cancerosas, sino que potencia al sistema inmunológico del paciente para que las reconozca y las destruya. Pero, ¿cómo lo logra? Normalmente las células inmunes tienen un “freno” para no reaccionar exageradamente ante un estímulo (virus, bacterias, entre otros) y generar enfermedades por ataque a estructuras propias, lo que llamamos autoinmunidad.

Con la inmunoterapia se bloquean esos frenos y el sistema inmune del paciente está libre para reconocer y destruir a la célula tumoral. Este enfoque ha mostrado resultados muy impactantes en algunos tipos de cáncer que antes eran muy desalentadores, como el melanoma metastásico.

Además, la inmunoterapia es capaz de ofrecer respuestas duraderas, incluso después de que el tratamiento haya finalizado, ya que algunas células llamadas “de memoria” pueden reconocer nuevas células tumorales (por ejemplo, si hay una recaída del tumor) y atacarlas rápidamente.

Sin embargo, la inmunoterapia puede estar asociada con efectos secundarios graves relacionados con la activación excesiva del sistema inmunológico, tanto en la piel como en otros órganos.

Las terapias moleculares dirigidas son otra opción terapéutica útil para algunos tumores. A diferencia de la quimioterapia, que ataca a las células de manera indiscriminada, estas terapias están diseñadas para interferir específicamente con moléculas o vías celulares que son cruciales para el crecimiento y la diseminación de las células cancerosas. Si bien esto reduce el daño a las células normales, la interferencia en una vía celular puede ocasionar la activación de otra, lo que puede provocar efectos adversos de distinta severidad.

En conclusión, el advenimiento de nuevas estrategias para el tratamiento del cáncer está generando esperanzas de una mayor y mejor sobrevida de algunos pacientes oncológicos, pero no está exento de efectos adversos potenciales relacionados con su mecanismo de acción. Poder reconocerlos precozmente puede ser clave para no afectar la evolución de la enfermedad, la calidad de vida de las personas y/o generar la suspensión de un tratamiento eficaz.

* Docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y jefa del servicio de Dermatología del Hospital Universitario Austral.