Si creyéramos que en los próximos días subirán significativamente los precios de nuestros productos ¿ahorraríamos nuestro dinero o iríamos a abastecernos rápidamente para adelantarnos a la suba esperada? Probablemente la mayoría iríamos a comprar todo lo posible para no sufrir la “inminente” suba de precios.
¿Y qué ocurre si somos muchos los que decidimos no perder con la futura suba de precios y nos apuramos a comprar rápidamente lo más posible para abastecernos? El consumo se acelera, la demanda presiona sobre la oferta de productos (y así la oferta se vuelve insuficiente), y efectivamente los precios suben. Así podríamos afirmar de modo básico y sencillo, que las expectativas inflacionarias frecuentemente generan inflación, concreta inflación.
Si creyéramos que nuestros gobernantes no nos gobiernan bien y que con frecuencia nos mienten para convencernos que nos gobiernan bien, pero que cuando aparecen indicadores y cifras concretas (sanitarias, económicas y sociales) éstas son muy poco alentadoras ¿nuestras expectativas serían positivas o negativas? Serían negativas, y si nuestras expectativas son negativas y no confiamos en nuestros representantes ¿seríamos ciudadanos que responden a las demandas de nuestros representantes que probablemente nos mienten o dejaríamos de cumplir con numerosas reglas que regulan nuestra vida cotidiana?
La respuesta la dejo abierta, cada lector podrá responder aquello que le parece. En lo personal entiendo que, cuando no creemos en las reglas que pretenden regular nuestra vida porque la regulan mal, la anomia se suele transformar en la regla.
Hace décadas que nuestros gobernantes nos ofrecen el paraíso y caemos y volvemos a caer en el infierno, que nos prometen que cuentan con un gran plan para poder enfrentar el terrible flagelo de la pobreza, y ésta aumenta y sigue aumentando. Con o sin pandemia por coronavirus, se viene incrementando el desempleo, o se incrementa el empleo informal y planes sociales, pero desciende año tras año el empleo genuino, y aumenta la pobreza, la indigencia y el hambre.
Con o sin pandemia por coronavirus, se viene incrementando el desempleo, o se incrementa el empleo informal y planes sociales, pero desciendo año tras año el empleo genuino, y aumenta la pobreza, la indigencia y el hambre
Los jubilados en Argentina fueron unos súper afortunados porque durante un gobierno (kirchnerista) se estableció (felizmente) jubilar a todos y todas, sin importar los años que haya aportado cada jubilado en particular. Una medida necesaria, pero sin duda insuficiente, porque los jubilados en Argentina no llegan a cobrar un importe que pueda hacerle frente al consumo de una canasta básica, y si viven de su jubilación no viven. Mientras tanto, los mismos funcionarios que otorgaron “jubilación para todos y todas” con un ingreso que no permite a nuestros jubilados llegar a alimentarse, se ven envueltos en numerosos actos de corrupción que implican sumas millonarias de dinero público que debería estar en manos de los ciudadanos, por ejemplo, de los jubilados y jubiladas.
El gobierno del Frente de Todos comenzó su gestión con un discurso muy emotivo del presidente Alberto Fernández que repetía y repetía que esta vez la ayuda empezará por la asistencia a los más débiles, a las personas que más necesitan, y cuando el presidente manifestó estas palabras, colocó especial énfasis en “nuestros abuelos y abuelas”, como los llama Alberto Fernández a los jubilados argentinos. A poco de asumida la asunción de la nueva presidencia, la Argentina partida se puso de pie de nuevo, y empezaron los reclamos del presidente entrante hacia el saliente, criticándole la fórmula jubilatoria y anunciando a todos los argentinos que él anularía y mejoraría ostensiblemente el injusto esquema de reparto jubilatorio macrista. Difícil, imposible, negar que durante el macrismo las jubilaciones fueron magras e insuficientes, y que frente a la mala gestión del gobierno saliente, la inflación se transformó en un súper problema que complicó más aun el paupérrimo ingreso de nuestros jubilados. Difícil negar también que las promesas de Alberto Fernández no se cumplieron, en un comienzo porque la pandemia apareció como un impedimento para cumplir con lo manifestado y brindarles mejor calidad de vida de “los abuelos y abuelas”; ahora, porque la post pandemia parece ser un nuevo impedimento para cumplir con lo prometido y brindarles mejor calidad de vida a “los abuelos y abuelas”.
El gobierno del Frente de Todos comenzó su gestión con un discurso muy emotivo del presidente Alberto Fernández que repetía y repetía que esta vez la ayuda empezará por la asistencia a los más débiles
Si la caja jubilatoria es la variable de ajuste más conveniente para un gobierno que pactó con el Fondo Monetario Internacional implementar un súper ajuste para poder cumplir con los compromisos asumidos, sería bueno que se admita y que no se engañe más. Porque la realidad estuvo, está y seguirá estando en frente nuestro, y nos golpea, nos prometan lo que nos prometan.
Hoy estamos celebrando en Argentina que no vivimos un colapso fatal de nuestras terapias intensivas por la pandemia por coronavirus (como lo ocurrido por ejemplo en el norte de Italia) y me pregunto ¿qué estamos celebrando?, porque nos encontramos entre los cinco países con mayor número de muertos por coronavirus. ¿Cuál es el objetivo de máxima frente a un flagelo sanitario? ¿Qué no muera gente? Si este era nuestro objetivo, no se cumplió, porque con terapias intensivas más o menos colapsadas, estamos entre los países con más muertos por coronavirus del mundo.
El presidente osó compararnos con Suecia y varios países europeos, nos comparó infinidad de veces con Estados Unidos, país gobernado por un presidente, Donald Trump, que gestionó pesimamente la pandemia y que en gran parte le costó la pérdida de su reelección. Sepan queridos lectores, que el viernes pasado Argentina superaba en números de muertos por coronavirus a Estados Unidos también.
Uno de los gravísimos problemas de esta Argentina partida y empobrecida es la incertidumbre
¿Por qué destacar estas cuestiones? Porque a los argentinos les falta conocer la verdad, porque dudan de todo. En este momento la vacuna rusa contra el Covid-19 abre un nuevo frente de sospechas y vacilaciones, y seguramente la mayoría de los argentinos duda si la vacuna será segura o no, porque mientras abundan las versiones malas y buenas sobre dicha inyecta, nuestros gobernantes nos mintieron tanto tantas veces, que, si en algún momento nos cuentan la verdad, ésta igualmente se pone en cuestión.
Uno de los gravísimos problemas de esta Argentina partida y empobrecida es la incertidumbre, que solo crece y no para de crecer, porque ningún gobierno, tampoco el de Alberto Fernández rinde cuentas sobre, por ejemplo, por qué a pesar de seguir afirmando que se gestionó tan bien la pandemia, los muertos de Argentina lideran el ranking de fallecimientos por coronavirus a nivel global, o por qué, mientras se mantiene un discurso híper progresista, los jubilados seguirán siendo la variable de ajuste con la nueva ley que pretende una fórmula que reducirá aún más los haberes futuros, o por qué la vacuna rusa debe resultarnos confiable, si nos anuncian que será aplicada en Argentina antes que en cualquier lugar del mundo, incluido Rusia, o por qué la vicepresidenta argentina en lugar de rendir cuentas sobre las múltiples causas penales que la comprometen a ella y a sus familiares se cree con la facultad para sacar y poner jueces a su conveniencia y el presidente calla.
Nuestros gobernantes están muy confundidos, y tal vez es momento de que entiendan que son simplemente nuestros representantes y que deben rendirnos cuentas de todos sus actos públicos, en lugar de dirigir nuestras vidas, mal.
*Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora (UBA) www.sandrach.com.ar