OPINIóN
"Cogito ergo sum"

No pienses, ¡para eso estoy yo!

Aunque René Descartes sólo daba por cierto lo pensable, pensar algo conlleva necesariamente una instancia emocional. Ser “emocionalmente razonables” nos permite opinar y decidir. Sin embargo, hoy predominan los discursos de odio o tal vez los discursos ajenos. ¿En qué fallamos?

Lo más interesante es conocer qué pasá en nuestro cerebro cuando reaccionamos sin pensar.
Lo más interesante es conocer qué pasá en nuestro cerebro cuando reaccionamos sin pensar. | Reperfilar

Pensar es de esas actividades que se nos aparecen como algo común y normal. En 1637, René Descartes dejo patente su famosa frase “pienso, luego existo”. Con ella, el ser humano se autoafirmaba como un sujeto seguro de sí mismo al pensar racionalmente. El pensar nos da autonomía y libertad. Hacia 1690, John Locke encontró aquí el punto de partida para el desarrollo del “liberalismo político”: el ser humano racional, autónomo, libre y responsable.

No obstante, Descartes pasó por alto la relevancia de las emociones al momento de pensar. Hoy, las neurociencias describen la acción de pensar como un proceso mental dual, complementario, y automático. En un primer momento captamos la información a través de las emociones. Si esas emociones encuentran anclajes en nuestro sistema de creencias, experimentaremos los “sentimientos”. 

En simultáneo, el área del cerebro neocórtex tomará esa información ya filtrada por las emociones y formulará las respuestas basadas en el raciocinio. Es aquí donde se produce el pensamiento crítico, denominado por el psicólogo Daniel Kahneman como “racional consciente”, y que conlleva una interacción y control necesario de la instancia emocional del proceso mental de pensar.

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Es decir, sentimos impulsivamente la información y a partir de ahí, la procesamos racionalmente para su comprensión. Somos seres “emocionalmente racionales”. Todo ese proceso permite que podamos tomar decisiones y formarnos opiniones.   

Pensar consume energías. Si bien su consumo es menor al de realizar actividad física, cuando pensamos quemamos calorías. Y eso cansa. Pensar, consume tiempo. Elaborar un pensamiento crítico racional requiere que nos tomemos unos minutos para poder analizar todas las variables y sus posibles relaciones. Pensar, requiere tener la capacidad de reflexionar. Es decir, la evaluación posterior de lo pensado o actuado. Ello implica la consideración y la responsabilidad por haber cometido algún error o equivocación y sentirnos mal. Pensar es “¡un montón!”. 

Pensar consume energías. Cuando pensamos quemamos calorías. Y eso cansa y consume tiempo. Elaborar un pensamiento crítico racional requiere que nos tomemos unos minutos para poder analizar todas las variables. Pensar, requiere tener la capacidad de reflexionar"

Aunque sea algo totalmente natural a nosotros, pensar críticamente es de esas actividades de las cuales podemos prescindir o delegar, e incluso, renunciar. Cuando tenemos hambre, no podemos decirle a otro que se alimente por nosotros. Cuando necesitamos hacer nuestras necesidades fisiológicas, no podemos pedirle a otro que vaya al baño por nosotros. En cambio, si se trata de pensar, podemos dejar que otro piense críticamente por nosotros. 

Responsablemente, cedamos esa responsabilidad, porque es preferible usar ese tiempo y esas energías en algún entretenimiento, y así también, evitar el innecesario mal momento de asumir algún error cometido. 

Entonces, mientras yo pienso qué es lo mejor para ti, tú puedes “distraerte” en las redes sociales. Usa tu tiempo en buscar likes. Déjame la molestia de pensar críticamente por ti. Mientras tanto, tú puedes pasar más tiempo haciendo apuestas on line, mirando TikToks, o viendo selfies. Todas actividades que dan placer (dopamina), no felicidad. 

Si se trata de pensar, podemos dejar que otro piense críticamente por nosotros"

No te quedes atrás con la serie que está de moda, yo pienso críticamente por ti, para que tú puedas pertenecer al muy popular club de la serie que todo el mundo está mirando. El pertenecer a una comunidad es el mejor incentivo conductual que existe.  

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Es más fácil influir en tu opinión si alteramos las representaciones mentales de tu “sistema de creencias” que cambiar la realidad. En otras palabras, no modificamos “las cosas”, sino que “alteramos” la forma en que las ves. Para alterar la estructura de tu sistema de creencias se deben realizar pequeñas y progresivas reconfiguraciones en tu atención, de manera que realices el menor esfuerzo cognitivo. 

Es decir, a través de las redes sociales te vamos dando pequeñas e imperceptibles dosis de “ideas”: no todas juntas, no queremos que sospeches de algo y uses el pensamiento crítico. 

Mientras yo pienso qué es lo mejor para ti, tú puedes “distraerte” en las redes sociales"

Por eso, la comunicación política te estimula emocionalmente. El filósofo Byung-Chul Han remarca que, en una comunicación afectiva, prevalece la información con mayor potencial de excitación emocional, no la de mejores argumentos racionales. Nunca te pusiste a pensar por qué el discurso político actual es tan agresivo verbalmente. Gracias al BigData y al microtargeting te enviamos mensajes con alto impacto emocional: lo suficientemente “chocantes” para que el proceso de pensar se resuelva en esa primera instancia, la emocional, y condicione significativamente la segunda instancia del proceso de pensar, la racional. 

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Queremos que tú reacciones con ira, para que no puedas pensar. Recuerda, “el odio enceguece”. 

Te enojas, reaccionas con ira, y luego sigues entreteniéndote en las redes sociales. Pero nunca utilizas el pensamiento crítico. No me creas, solo googlea “Cambridge Analytica”. No me creas, puedes leer “El enemigo conoce el sistema”, de Marta Peirano (2019). Te quieren enojado, con odio, y entretenido, para que no pienses críticamente.    

Tu no pienses, eso déjamelo a mí. Y cuando te des cuenta, estarás diciendo cosas que jamás has pensado, porque yo las pensé por ti (no para ti).     

Es interesante pensar que "el pensar críticamente" y la “política” comparten las características de ser actividades exclusivas de los seres humanos. Es interesante pensar que ambas actividades nos hacen ciudadanos autónomos y libres. Es interesante pensar que ambas actividades pueden ser delegadas para que otros las realicen por nosotros. Ahora sí, tomate unos segundos para pensar en ello. 

*Profesor Superior Universitario – UCA; Licenciado en Ciencia Política – UNR; Diplomado en Gestión Pública – UCC. Analista y Consultor político.