OPINIóN
Venganza tardía

Nada fue igual después de las Batallas de Sedán

El enfrentamiento de 1870 hizo caer a Napoleón III y convirtió al imperio alemán en una potencia europea. Francia se sintió humillada por la coronación del káiser Guillermo I en Versalles. Nadie imaginaba que 50 años más tarde, Alemania debería firmar una derrota deshonrosa en el mismo palacio.

Batalla de Sedán 20240828
Batalla de Sedán (1870). | wikipedia

Sedán marcó el auge del dominio alemán en Europa y su función como Imperio. El káiser Guillermo I se coronó emperador en Versalles, un acto que fue tomado como un insulto al orgullo francés. Nadie se imaginaba que 50 años más tarde Alemania debería firmar una derrota tanto o más deshonrosa en el mismo palacio.

Los primeros días de septiembre de 1870, el ejército prusiano al mando del mariscal Helmuth von Moltke, rodeó al contingente francés encabezado por el mismísimo Napoleón III, quien cayó prisionero tras haber perdido casi 40.000 hombres en la batalla de Sedán. 

Con esta aplastante victoria se consagraba al Imperio Alemán, que llevaría a la unificación de los distintos principados germanos y la caída del breve imperio de este sobrino de Napoleón l, quien mereció en su momento el cáustico comentario de Karl Marx sobre la repetición de la historia: “la primera vez como tragedia y después como farsa”. El Segundo Imperio fue una mala reinvención de las glorias de su tío...

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Europa no fue la misma después de Sedán y esta se convirtió en el prolegómeno de las contiendas que azotarían al continente a lo largo del siglo XX.

Carlos Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873) fue el único presidente francés que, casi de la noche a la mañana, se proclamó emperador. En tal condición, derrotó a Rusia en la Guerra de Crimea, promovió la unión italiana, invadió México con la intención de imponer un gobierno títere encabezado por Maximiliano de Austria, y expandió las colonias francesas en África. Entre otros logros, modernizó a París con sus bulevares y contribuyó a la construcción del Canal de Suez. 

La caída de Napoleón III mereció en su momento el cáustico comentario de Karl Marx sobre la repetición de la historia: “la primera vez como tragedia y después como farsa”. El Segundo Imperio fue una mala reinvención de las glorias de su tío"

A instancias del canciller Otto von Bismarck (1815-1898), quien tenía la intención de unificar Alemania, Francia se mantuvo neutral durante la guerra austro-prusiana. Su emperador pensaba que este sería un conflicto largo y desgastante, que terminaría dándole ventajas al imperio francés. Sin embargo, Napoleón menospreció el poderío prusiano y, especialmente, a la habilidad como estratega del general Helmuth von Moltke. La historia ha enaltecido la tarea de Bismarck, pero olvida que, sin el talento militar del general, Alemania no podría haber derrotado a sus enemigos para construir un imperio. 

De origen danés, von Moltke se incorporó de joven al ejército prusiano, donde hizo una meteórica carrera que incluyó estar al servicio del imperio otomano, ser asistente de distintos príncipes alemanes, tener una larga experiencia como diplomático, y en pocos años vencer a Dinamarca y Austria en una guerra que anticipaba el concepto de la Blitzkrieg o guerra relámpago. Para él, la guerra era un negocio, más que un arte o una ciencia, razón por la cual era necesario ponderar el esfuerzo y los beneficios antes de emprender un conflicto. 

Von Moltke era un entusiasta del ferrocarril y fue uno de los primeros en comprender su valor estratégico. De hecho, aconsejó a las autoridades priorizar el criterio militar antes que el comercial en el diseño de la red ferroviaria. Además, fue un accionista de los ferrocarriles alemanes, lo que le permitió tener una situación económica desahogada. 

Acorde a esta línea filosófica, comprendió que era más importante atacar las comunicaciones y líneas de abastecimiento del enemigo antes que priorizar un choque frontal. Fue justamente esta teoría del movimiento envolvente la que le permitió ganar las guerras que fortalecieron a Alemania y que le permitirían vencer en Sedán y destruir al ejército francés en pocas semanas. 

La tensión entre Francia y Prusia crecía a ojos vista y cualquier excusa era válida para dar comienzo a las hostilidades. 

La unificación de los principados alemanes bajo la política de Bismarck suponía una amenaza para Francia, pero el detonante final fue la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Signariger al trono de España, propuesta por el ministro español Juan Prim.

Napoleón presionó para que Leopoldo no aceptase el cargo, pues vería a Francia rodeada por gobiernos pro-alemanes. No satisfecho con la promesa del príncipe Leopoldo y azuzado por la opinión pública, envió un telegrama al rey Guillermo I de Prusia exigiendo la renuncia formal a toda pretensión alemana al trono español en una forma poco cortés (esta notificación pasó a la historia como el Telegrama de Ems). 

Azuzado por la opinión pública, Napoleón III envió un telegrama al rey Guillermo I de Prusia exigiendo la renuncia formal a toda pretensión alemana al trono español"

La respuesta de Bismarck fue menos amable aún, y el susceptible Bonaparte decidió poner en marcha su ejército a mediados de julio de 1870.

Para el 24 de julio, los alemanes habían movilizado a más de un millón de hombres. Las guerras contra Dinamarca y Austria, y la red ferroviaria permitían ese rápido y enorme despliegue.

La intromisión permanente de Napoleón en las decisiones del alto mando francés no fue muy feliz porque se basaba en una improbable alianza con el imperio austrohúngaro.

Mientras los franceses debatían entre ellos, von Moltke, a pesar de tener discrepancias  con Bismark, se aseguró la concentración de sus tropas en la frontera con Francia, al mando  de oficiales de su confianza, veteranos de las guerras contra Austria y Dinamarca que estaban autorizados a utilizar su libertad de criterio de acuerdo a las circunstancias que debiesen afrontar. “No hay plan de batalla que sobreviva al primer contacto con el enemigo”, solía decir.

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No solo creía en el buen criterio de sus oficiales, sino que tenía una enorme facilidad de comunicación con ellos por la imponente red telegráfica y una inmensa capacidad de fuego gracias al nuevo fusil de cerrojo, que permitía disparar tres veces más rápido que las carabinas francesas.

A pesar de que los franceses pretendieron llevar la guerra a territorio alemán, una serie de sucesivas victorias de los prusianos hizo que el ejército imperial terminase encerrado en Metz. Fue entonces que von Moltke realizó una maniobra de pinzas para cortar las comunicaciones galas. A fin de concretarla, los alemanes construyeron un puente sobre el rio Meuse en apenas un día. 

A pesar del feroz intento de romper el cerco con tres ataques de su caballería, al anochecer del 1ero de septiembre los franceses contaban en Sedán con 17.000 caídos en acción y 21.000 soldados capturados. Los alemanes sólo habían sufrido 8.000 bajas.

La derrota de Alemania en la Primera Guerra y las exigencias de una Francia que pedía una rendición humillante fueron la semilla para desencadenar una segunda contienda mundial"

La posición se hizo insostenible y, al día siguiente, Napoleón III se rindió ante el canciller Bismarck, quien trató al entonces ex emperador con suma consideración.

Sedán marcó el auge del dominio alemán en Europa y su función como Imperio. El káiser Guillermo I se coronó emperador en Versalles, un acto que fue tomado como un insulto al orgullo francés. Nadie se imaginaba que 50 años más tarde Alemania debería firmar una derrota tanto o más deshonrosa en el mismo palacio.

Por más que Napoleón abdicó y se instauró la III República, Francia no se rindió, y el ejército prusiano debió asediar Paris.

Nada fue igual después de esta aplastante victoria que encumbró a Alemana y, especialmente, a Bismarck como gestor de la realpolik, y a von Moltke como maestro de la estrategia. El resentimiento de Francia y la confianza militarista de Alemania evolucionaron hacia una nueva contienda que también habría de liberarse en tierra francesa.

La derrota de Alemania en la Primera Guerra y las exigencias de una Francia que pedía una rendición humillante fueron la semilla para desencadenar una segunda contienda mundial, que comenzó con un avance relámpago de la Wehrmarcht al mejor estilo de von Moltke. 

Curiosamente, el enfrentamiento con las fuerzas anglo-francesas se dio en el mismo lugar donde 70 años antes los alemanes habían derrotado a Napoleón III, en la nueva batalla de Sedán, el 12 de mayo de 1940.