El 9 de julio la Argentina cumplió 208 años de vida. Poco tiempo, dicen, en comparación con la historia de otros países. Sin embargo, en este corto tiempo se trabajó mucho en construir los elementos básicos de una Nación, aquellos que nos unen más allá de tener una frontera y un territorio común: cultura, valores, interpretación de la historia, colores, himnos y demás símbolos.
Pero ninguno de estos elementos es estático: las fronteras se pueden modificar, la población crecer o decrecer, y los elementos culturales y sociales pueden ser interpretados, incorporados o resignificados por diferentes actores de la sociedad.
La academia abriendo discusiones, una hinchada cuando canta en una cancha, o incluso la política alentando a determinados próceres en un nuevo billete. Todos ellos actúan en nuestro presente haciendo base en nuestra historia. Pero este ejercicio o decisiones conscientes no son un impulso patriótico, son elementos clave en la construcción de un relato de gobierno (relato como narrativa, todos los políticos lo quieren, no seamos naif).
Como exponen Virginia García Beaudoux y Orlando D’Adamo, el arte de construir un relato, entre otras cosas, se trata de exponer una interpretación del pasado, para poder actuar en el presente e ir hacia el futuro deseado.
Recurrir a alguna fibra de la historia (aunque 200 años no sean tan lejanos), es una vieja estrategia comunicacional útil para construir un relato. Uno de los primeros teóricos sobre la creación del discurso fue Jean-Marie Domenach en su libro La Propaganda Política. Su escrito surgió de la observación de la comunicación de dos gobiernos, el leninista y el hitleriano.
El relato de gobierno más vivido en Argentina es el del período kirchnerista. Se vinculó tanto con nuestra historia (el Nunca Más, las fiestas del Bicentenario, el nuevo billete de $100 con Evita Perón) que incluso fue criticado por querer su revisionismo"
Él identificó que existía un estilo que las hacía potentes e impactantes, y a partir de ella desarrolló seis reglas discursivas que tenían en común. Una de ellas era definida como “regla de transfusión”, y hace referencia a anclarse en cuestiones del pasado muy arraigadas culturalmente y traerlas al presente para algún fin objetivo. Compararse puede ser uno, ¿Pacto de Mayo te suena?
No, esta no es una columna que busca vincular a Hitler y Lenin con Milei. Estas reglas son utilizadas a menudo como herramientas para calar la ciudadanía como audiencia. Por ejemplo, uno de los símbolos más fuertes del gobierno de Néstor Kirchner tiene que ver con esta regla, recordada hoy con la frase “bajó los cuadros” y su vinculación con la lucha Nunca Más.
No pienses, ¡para eso estoy yo!
La Libertad Avanza es una fuerza nueva, sin historia, sin antecedentes, lo único que se conoce es a Javier Milei y una incipiente visión de país, el futuro declarado por el presidente, haciendo proyecciones a 100 años sobre el país. Pero para que un fenómeno político así ancle en la sociedad, es necesario entenderlo desde el todo, que actúe como marco teórico. Ese todo implica pasado, que La Libertad Avanza no tiene. Y en ese sentido, se pueden crear símbolos nuevos y otorgarles significado, pero lo más difícil es que la sociedad los interprete como propios. El otro camino es tomar un símbolo que está en el inconsciente colectivo y buscar resignificarlo.
Javier Milei va por más. No quiere caer en la misma suerte que el macrismo. Santiago Caputo entiende que el mileísmo todavía necesita un relato político"
Ahora, lector/a, seguramente estarás pensando “¡qué tupé compararse con tales eventos históricos!”. Pero si hay algo que entiende el gobierno de Milei (en muchos sentidos) es que hay que evitar errores de otros gobiernos. La existencia de esta “transfusión”, de una razón histórica y causal de un político, le otorga un significado gigante en una sociedad. Una razón de ser, por qué vos y no otro.
El relato de gobierno más vivido y cercano en la Argentina es el del período kirchnerista. Se vinculó tanto con nuestra historia (el Nunca Más, las fiestas del Bicentenario, el nuevo billete de $100 con Evita Perón) que incluso fue criticado por querer otorgar un revisionismo histórico mayor del que la sociedad demandaba.
En cambio, no podemos recordar muchos hechos que relacionan a Mauricio Macri con esta regla de transfusión. ¿Qué herida abierta vino a cerrar? ¿Qué causa llegó a ajusticiar? ¿Qué movimiento del pasado buscó reivindicar? Consultores y académicos de la comunicación y estrategia política entienden que parte de su derrota y consecuente pérdida del término “cambio” provienen de no haber introducido este elemento historiográfico que le otorga trascendencia y justificación temporal.
No es casualidad que nuestro Presidente crea que a partir de una fecha patriótica, con él como protagonista, va a ocurrir un hecho político relevante. No solamente busca festejar o conmemorar hechos especiales de nuestra historia, sino darles un nuevo valor a partir de su persona.
La mayoría de los presidentes se autocalifican como vitales para la Argentina y creen que su presidencia marcará un antes y un después en nuestra historia. Milei es muy original, pero también cayó en esa trampa.
Pero Javier Milei va por más. No quiere caer en la misma suerte que el macrismo. Santiago Caputo entiende que el mileísmo todavía necesita un relato político.
En definitiva, es uno de los elementos que se muestran más importantes para mantener a la gente unida cuando las papas queman. La diferencia entre ser una fuerza política coyuntural o ser un movimiento político duradero, es poder crear una identidad. Qué te gusta, qué miras en redes, qué palabras usas, cómo te vestís.
El clima de época ayuda mucho, buscamos constantemente adecuar todo lo que pasa en casilleros mentales, si son polarizados mejor, más fáciles de entender. De todo esto va su cruzada actual: la batalla cultural. ¿Contra qué cultura? Contra la gran identidad creada en el período kirchnerista y que sus adversarios fueron resignificando para demonizar.
De Cristina a Milei. Del relato K al M
El relato de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner logró no solamente una identidad colectiva, sino que generó una especie de sentido común en muchas discusiones, ¿cómo vas a reivindicar la Dictadura? ¿A Menem? ¿Quién puede poner en discusión la bondad de una industria nacional, la educación y la salud pública? Todo eso está queriendo romper Milei para construir su propio sentido común y durar más que lo que duran las coaliciones políticas.
En este sentido, La Libertad Avanza avanzó con debates que parecen descolocados, sin un hilo y que cualquier estratega político criticaría por dispersar a la agenda en elementos más allá del mensaje central.
Pero expresiones como querer anular la ley IVE, ponderar a las Fuerzas Armadas, el socialismo como enemigo, eliminar la perspectiva de género, criticar la ley de divorcio, entre muchas otras, van abriendo las puertas de la batalla cultural contra el sentido común creado por el gobierno kirchnerista y forma parte de lo que el macrismo no fue “a fondo”, según el círculo libertario.
¿Cuál es mejor o peor para la Argentina? Yo tengo una opinión, pero lo decide la gente en las urnas.
