OPINIóN
Efemérides 24 de marzo

Memoria y Educación

“Todos hablan de derechos, pero cuando alguien los ejerce, se espantan” dicen los autores. Por eso, la educación tanto formal como informal es el camino para la formación ética de los ciudadanos.

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Banalidad del mal. Comandantes de la dictadura: Jorge Videla, Eduardo Massera, Leopoldo Galtieri. | cedoc

El recuerdo es uno de los actos fundantes de la cultura; recordar implica sentir, volver a sentir, desplegar la emoción sobre aquello que se trae al foco de nuestra conciencia. El 24 de marzo es una fecha emblemática no sólo para los argentinos sino para la humanidad porque de lo que se trata es, precisamente, de reflexionar sobre la condición humana.

El largo camino de la historia requiere de puntos de referencia que jalonan la memoria como ejercicio imprescindible en la construcción de subjetividades singulares y colectivas. En ese marco, la educación es una práctica social poderosa para la conservación y la transformación de las comunidades. El acto de la memoria implica el respeto -del latín re spectus, la forma de mirar- lo valioso para cuidarlo, y el valor más alto que procuramos cuidar en este acto de memoria es la vida y, particularmente, la vida humana.

Ello supone proteger los valores asociados a ella: la libertad, el pensamiento libre, la dignidad de las personas.

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La dictadura cívico militar que se instaló ilegítimamente en la Argentina aquel 24 de marzo de 1976 avasalló sistemáticamente las libertades y los derechos. Fue el non plus ultra del estado burocrático autoritario, al decir de Guillermo O'Donnell. Como bien indica Sandra Raggio “...la borradura del crimen fue parte del exterminio, procurando de ese modo el control sobre el relato de lo sucedido a través de la producción del olvido”. Resistir a la amnesia fue posible a través de la denuncia temprana y de su persistencia a lo largo de las décadas.

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La presencia hoy de adolescentes conscientes de la oscuridad profunda de aquellos años nos permite avizorar que la lucha por la memoria, la verdad y la justicia seguirán vigente

Julio Strassera: “Nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias de combate (...) Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: Nunca más

Aquella dictadura fue posible también porque hubo una base social que justificó lo injustificable; aquellas frases… “algo habrán hecho”, “por algo será” que desplazaron la suspicacia hasta convertirlas en sentencias de tortura y muerte son profundamente inmorales, pero se hicieron carne en buena parte de nuestros conciudadanos. El terreno en el que se dirime es cultural, es institucional y es subjetivo.

El asesinato, las viles torturas, la desaparición forzosa, el secuestro de bebés y niños, el arrojo de personas vivas desde aviones, las mutilaciones, la apropiación de bienes y su derivación ilegal a agentes represores o sus jerarcas, el robo y la rapiña fueron moneda corriente de las prácticas llevadas adelante por integrantes de unas fuerzas represivas que se apropiaron del poder del Estado y, en su nombre y -por lo tanto- en nombre de la sociedad toda, usaron ese poder para masacrar al pueblo. Todo terrorismo es repudiable sin ambages. Pero el terrorismo de Estado es doblemente execrable porque dispone de los medios provistos por el pueblo y opera en su nombre. Como bien se señala en el prólogo del Nunca Más “...a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado”.

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El Estado burocrático autoritario no fue una creación de los dictadores del ‘76; es de más antigua data y sus principios y prácticas calaron en la cultura y, particularmente, en la cosmovisión institucional de sus organismos. La burocratización de los organismos estatales devora los principios más sagrados de un Estado que debería estar al servicio de la sociedad civil.

Adviértase, sin embargo, que hoy se utiliza ese argumento para denostar las funciones imprescindibles e indelegables de un Estado auténticamente democrático; no con una democracia que sólo se exprese en el momento de la votación, sino que logre permear a toda la sociedad y garantice los derechos. Todos hablan de derechos, pero cuando alguien los ejerce, se espantan.

Hace décadas ya que el contrato social moderno se ha hecho añicos; y si no construimos un nuevo paradigma en clave posmoderna, no será bueno para la sociedad actual y mucho menos para las generaciones futuras.

Sin perjuicio de apelar a diferentes estrategias y caminos, bien sabemos que la educación es una de las vías privilegiadas para operar las transformaciones necesarias para los tiempos por venir.

Cuando hablamos de educación no es posible sesgar la mirada pensando que sólo hablamos de la educación formal. Por su parte, la educación no formal representa un enorme potencial para contribuir a la formación ética democrática además de facilitar el acceso a conocimientos actualizados y eficaces asegurando la ubicuidad al atender los requerimientos de la comunidad. En este sentido, la UNESCO reconoce a las Organizaciones de la Sociedad Civil como“un apoyo fundamental para los sectores más desfavorecidos de las sociedades latinoamericanas y caribeñas.

Realizan esfuerzos extraordinarios en los sucesivos ciclos de ajuste estructural en los que, muchas veces, asumen responsabilidades de Estados que se contraen”. La defensa de los derechos y las libertades es un ejercicio inobjetable, es una deuda constante, es un modo de establecer lazos sociales fortaleciendo las comunidades, las ciudadanías, las regiones, las provincias, la Nación en su conjunto.

Memoria, verdad y justicia son significantes que inscriben sentido en un pueblo que vio cómo era factible que las fuerzas del Estado arrollaran con identidades, con tradiciones, con modos y estilos de vida.

El compromiso de la educación en todos sus ámbitos formal, no formal e informal tiene el compromiso ético - político para la construcción de un país democrático, equitativo e igualitario en oportunidades, que permitan abrir caminos a nuevos desafíos, a nuevas formas de pensarnos en un mundo cada día más dominado por algoritmos, por redes digitales, por IA, que requieren de miradas agudas, de escuchas atentas, de pensamiento crítico para que seamos capaces de discernir en contextos inciertos, en defensa de una humanidad cada vez más humana, más empática y colaborativa. La educación no formal, con sus rasgos propios, promueve instancias de debates que conlleva el empoderamiento de la sociedad civil; muchas de sus actividades producen encuentros heterogéneos tanto de actores como de actividades.

Es preciso reivindicar la lucha incansable de madres, de abuelas, de familiares que se reunieron y se siguen encontrando para que no olvidemos en cada 24 de marzo, tantas otras injusticias, siempre desde el amor y es ese amor lo que hace que esa acción sea una labor educadora que teje tramas de sentidos en nuestras juventudes, en nuestras mujeres, en nuestra sociedad.

La educación no formal habilita el ejercicio de la palabra y promueve la participación ciudadana en lugares muchas veces olvidados, siendo cimiento de transformaciones tanto en los planos material como simbólico.

Custodiar la memoria histórica sobre el horror es un acto de justicia que garantiza poder sostener, a lo largo de los tiempos, aquellas palabras que pronunció el fiscal Julio César Strassera en el cierre de su memorable alegato en el juicio a las juntas de comandantes de la dictadura ordenado por el entonces presidente Raúl Alfonsín: “Nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias de combate (...) Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: “Nunca más”.


* Dra. en Educación, Psicóloga, Docente en la Universidad Nacional de Rosario. Directora del Centro de Estudios sobre Educación no formal. Facultad de Humanidades y Artes UNR. Experta aliada de la Cámara Argentina para la Formación Profesional y la Capacitación Laboral

** Lic. en Sociología. Director del Observatorio para educación de la Cámara Argentina para la Formación Profesional y la Capacitación Laboral