OPINIóN
Análisis

Nombrar a Judas en la Corte Suprema: sobre la candidatura del Juez Vicuña Porto

Los delincuentes fracasados van a la prisión. Los delincuentes exitosos van a la Corte Suprema. Reflexiones judiciales a partir de “Zama” (2017) de Lucrecia Martel.

Carlos Seabra - “Vicuña Porto” - 2020.
Carlos Seabra - “Vicuña Porto” - 2020. | Cedoc

1. El Juez y Corregidor Don Diego de Zama.

Los delincuentes fracasados van a la prisión. Los delincuentes exitosos van a la Corte Suprema. ¿Quién es, fue o será el gran Judas en la historia judicial argentina? La película Zama de Lucrecia Martel (2017) basada en la novela homónima (1956) del mendocino Antonio Di Benedetto podría ser reflejo de algunas de las cosas que están sucediendo en los centros de poder judicial.

En una de las primeras escenas Zama, se puede ver un proceso judicial con tormentos físicos. Los procesos judiciales, muy tristemente, no cambiaron mucho desde el Siglo 18 en el que transcurre la película. La novela está dividida en tres etapas: 1790, 1794 y 1799. Fechas contemporáneas a revoluciones históricas que imaginaron un futuro con derechos y garantías, con el poder judicial como un límite a la crueldad y la violencia, a toda brutalidad.

Beccaria escribió su extraordinariamente actual De los delitos y las penas en 1764. Debemos reescribir su libro en tiempos de posverdad, donde el acusar dicta la sentencia, donde la denuncia es la misma condena sin proceso. “De los delitos incomprobables y de las penas mediáticas” lo titularemos. Especialmente hoy que se festejan los linchamientos públicos, tan atroces como fugaces. Ese placer popular de gozar y hacer gozar con el castigo y humillación pública apela a las pasiones bajas de un pueblo enojado y debería prender alarmas de tragedias pasadas que se pueden repetir y superar. Lo peor puede estar por venir.

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En tiempos de Zama, el Corregidor, nombrado por el Rey, tenía múltiples funciones que incluían la de Juez. Un Juez de Paz que debía saber hacer la guerra con su espada imperial. Hoy el Presidente, un “rey sin corona” para Alberdi, sigue nombrando a los jueces que muchas veces están en guerra de tribus y caciques judiciales.

Zama parece un documental sobre el Estado Argentino y su clase política. La historia de un funcionario público débil, desorientado y perdido en el norte del Virreinato (Asunción, Paraguay), “un juez y un hombre de derecho”, ese es Don Diego de Zama.

Su superior en la estructura del Virreinato, el Gobernador, es timbero, arbitrario y sádico. Apuesta “las orejas de Vicuña Porto” y hace promesas que terminarán en las revoluciones criollas. Las políticas de resentimiento entre criollos y españoles alimentaron los cambios políticos de 1810.

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Una clase colonial lejana de la sociedad, de un pueblo invadido por el conquistador. Zama, como representante criollo, es ajeno tanto a la clase imperial, La Corona -“Su Majestad”- para la que trabaja como “corregidor” pero también es extraño para un pueblo exótico que le resulta un misterio.

La gestión de un Estado colonial se parece a versiones exageradas de un Estado disfuncional y en desintegración. Una sociedad de mitos, rumores y riñas. Esclavitud, desigualdad de nacimiento y violencia extrema. Pocas libertades y muchas amenazas.

Don Diego de Zama es llamado Doctor como tantos abogados sin doctorado y sin real poder en un mundo cada vez más áspero y complejo. Propios y ajenos se ríen de sus intenciones y sus pedidos. Es un asesor letrado para un Estado de naturaleza.

Vicuña Porto
El mito a cuerpo entero: Carlos Seabra - "Vicuña Porto", 2020.

2. ¿Quién es Vicuña Porto?

Vicuña Porto es una leyenda, un personaje mítico, es un fantasma popular que fue muerto cien veces y del que se cuentan mil historias. Sobre todo es un ladrón y jefe de una banda de ladrones que trabaja de forma encubierta para el mismo precario Estado que lo quiere muerto. De hecho, trabaja en la expedición organizada para matarlo y así “activar el comercio, terminar con los asaltos y sanear las rutas”. Vicuña Porto es un obstáculo para los mercados pero quien lo conoce sabe que es también una de las fuerzas del mercado. Siempre a disposición de los mercaderes.

La forma en la que se habla de Vicuña Porto en la película -y en la novela- recuerda a cómo se habla de ciertos candidatos a jueces en las altas esferas. Se afirman cosas gravísimas sobre personas que tienen importantes funciones judiciales en la actualidad. Una campaña de miedo que no oculta la fragilidad institucional mientras señala con el dedo y cierta falsa superioridad moral. Sin embargo, para cambiarlo no hay frenos ni contrapesos, las instituciones de control parecen no existir.

De hecho, cuando Vicuña Porto se presenta en escena, al corregidor le roban su espada imperial y Zama pide “piedad”. Un Estado que pierde la espada de la justicia consolidó a Vicuña Porto como nuevo Juez. El Estado pide piedad. Los funcionarios públicos que enfrentan a Vicuña Porto son impotentes pero no lo saben. Creen tener más poder de lo que tienen.

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Vicuña Porto explica el mito de Vicuña Porto: “Tengo mis pecados pero no todos que se dicen. Se compriende. No existe el Vicuña Porto que dicen. Ni lo soy yo, ni lo es nadie”. “Es un hombre. Se compriende? (sic)”. Ese pasaje en portuñol es fundamental. Vicuña Porto tiene poder por su leyenda pero también sabe que la exageración y el misterio son parte de ese poder espectral. “Es un hombre” siempre más frágil que su sombra.

Una campaña mediática de fantasmas y miedo oculta lo que fue el ascenso de Vicuña Porto, su entorno y su descripción. Analicemos: Trabaja para el Estado, para los empresarios, los burgueses del Siglo 18 que quieren ampliar el mercado y con los funcionarios que deberían controlarlo. Zama por ejemplo. Vicuña Porto es un mito popular y una institución pública real. Los empresarios que lo persiguen, los que nutren sus historias y mitos, trabajaron y trabajan con él, a su lado. Los que fortalecieron a Vicuña Porto enriqueciéndose ellos con la expansión de su poder, ahora intentan obstaculizar su ascenso porque le temen. Ese ascenso quizás cambie ciertas prácticas y desplace a ciertos operadores sin códigos antes hegemónicos en espacios supremos. ¿Respetará Vicuña Porto los códigos perdidos?

Vicuña Porto finaliza su explicación con el plan de gestión privada de su rol público: “Mis hombres quieren ser ricos. Y les he prometido que así será”. Vicuña Porto busca unos “cocos” que son piedras preciosas redondas de las minas del norte, hermosas pero sin valor. Vicuña Porto lo sabe y quiere usar esa ilusión para mantener su poder frente a su entorno. Las piedras “no valen nada”, el poder es todo.

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La complejidad de la relación de Vicuña Porto con el comercio, con “La Corona”, con su propia fama y con los mitos populares a su alrededor construyen su poder y lo aumentan. ¿Cómo imaginamos el futuro de Vicuña Porto? ¿Construir poder público y hacer la revolución política contra La Corona para posicionarse ante tiempos líquidos? ¿Le conviene en el largo plazo seguir en el Estado de naturaleza, en guerra de todos contra todos con indios, feudos, caciques o se suma a las fuerzas de la revolución de las provincias unidas del Río de la Plata? ¿Hacer la guerra para construir la paz? Hay varios escenarios literarios para imaginar.

Los delirios de la elite comercial, política y judicial, los representantes de “La Corona” en el relato, terminan mal. Zama podría interpretarse como una metáfora de los tiempos de Milei. De aquellos que podrían acabar con las manos atadas y a la deriva en una embarcación que no controlan, a merced de la bondad y paciencia de un pueblo resentido que habita un hermoso paisaje tan generoso como salvaje.

 

Lucas Arrimada es Profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.