OPINIóN
Análisis

Representar fielmente la traición: la oposición política a Milei es su socia estratégica

Un falso republicanismo no frenará a un falso liberalismo. Los decretos están tan mal regulados en la Constitución que Milei puede vetar la reforma de la Ley 26.122 y modificarla por decreto.

“La muerte del artista” - Zygmunt Andrychiewicz - 1901
“La muerte del artista” - Zygmunt Andrychiewicz - 1901 | Cedoc

“Es la traición del artista: una negativa a admitir la banalidad del mal y el terrible aburrimiento del dolor. Si no puedes lamerlos, únete a ellos. Si te duele, repítelo. Pero alabar la desesperación es condenar el deleite, abrazar la violencia es perder todo lo demás”.
Ursula K. Le Guin, Los que abandonan Omales, 1973.

1. Los decretos de Schrödinger: al mismo tiempo prohibidos y permitidos.

La regulación de los decretos en la Constitución parece deliberadamente contradictoria e imprecisa. Los decretos están tan mal regulados en la Constitución que Milei puede vetar la Ley que los controla, la imperfecta y manifiestamente inconstitucional Ley 26.122. Además de vetar puede modificar esa misma ley por decreto. O sea, puede modificar la legislación que regula -mal- todo tipo de decretos -y también los vetos- por otro decreto sin control. La Constitución no se lo prohíbe explícitamente. Una prohibición explícita hubiese sido ideal en 1994 pero tampoco hubiese impedido que el Presidente celebre pactos supremos para obtener silencios judiciales ante inconstitucionalidades manifiestas.

Ni los convencionales constituyentes, ni sus asesores (algunos destacados funcionarios de los tres poderes a nivel federal, otros miembros de la Corte Suprema), pudieron concretar la tan mentada “atenuación del presidencialismo” que prometió el Pacto de Olivos. Ni durante la reforma constitucional de 1994 ni en estas tres décadas de práctica democrática. A ellos agradecemos un futuro con cada vez menos derechos, una economía en restricción y presidencias cada vez más destructivas.

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Regular la excepción está destinado, en general, a fracasar. Es congelar el fuego, cuadrar el círculo como decía un gran académico. Una mala regulación legal puede ser letal. Con nuestra redacción se aleja la posibilidad de frenar institucionalmente al hiperpresidencialismo constitucionalizado. Esa es la primera falencia central. Además, como afirmamos, la propia Constitución no prohíbe el veto de esa Ley como hace en el Art. 40 sobre la Consulta Popular. La convención constituyente de Santa Fe en 1994 incluyó tratados de derechos humanos que nunca serán realidad sociológica, cuyos recursos para cumplirlos no tendremos y en lugar de reducir el poder presidencial, lo incrementó.

Una transición democrática hacia el autoritarismo: elites que empobrecen sin anestesia

Grafiquemos. El Presidente puede hacer muchas cosas como un Policía que detiene a una persona para pedirle DNI o “averiguar sus antecedentes”. La arbitrariedad policial y la arbitrariedad presidencial pueden limitarse con reglas más claras, con instituciones de control sólidas, pero no pueden evitarse totalmente. Para eso están las instituciones que supuestamente “controlan la constitucionalidad” con posterioridad. Entiéndase, un buen diseño institucional en general y un poder judicial eficiente en especial. El problema es que el poder judicial hace con la arbitrariedad policial lo mismo que hace con la arbitrariedad presidencial. La ignora, le da tiempo para que genere resultados irreversibles y le suele sumar su arbitrariedad judicial.

Actualmente, en el mundo los poderes judiciales están divididos en dos tipos de alianzas político corporativas, político oligárquicas. Una más de derecha, como en Estados Unidos (o Argentina), y otra más con retóricas de izquierda pero posiblemente con resultados de derecha: México. Las dos son indeseables y muy peligrosas y van a terminar en traiciones y desastres institucionales que reforzarán el populismo apocalíptico en crecimiento. En ambas veremos guerras judiciales desatadas y pactos de paz contingente.

Volviendo a la confusa redacción del texto constitucional. La Constitución es contradictoria y es posible que haya sido redactada con ese objetivo. Una laguna de diseño que, con una redacción acordada por los dos partidos mayoritarios, permite lo que prohíbe. La reforma de 1994 consolidó la Constitución de Schrödinger. Una Constitución que prohíbe y permite gobernar por decreto.

La reforma de 1994 fracasó abiertamente porque los operadores políticos y jurídicos se concentraron en una cosa exclusivamente: la reelección. Poder de corto plazo y recursos de largo plazo. Pensando en sus objetivos políticos fueron exitosos. Pensando en los objetivos y promesas proyectadas, en el mejor de los casos, fueron acríticos y miopes. Incluso las fuerzas políticas progresistas del FREPASO traicionaron a Jaime de Nevares que afirmó que lo que hoy está sucediendo es lo que iba a suceder, lo que hace tiempo viene sucediendo, y renunció a la Convención Constituyente.

La Constitución imaginaria de la sociedad: la estabilidad de lo inconstitucional

Si la clase política quiere paz judicial, en lugar de entregar al pueblo a otro proceso de empobrecimiento y embrutecimiento, debería proyectar en el largo plazo y diseñar instituciones predecibles que le den garantías constitucionales a todos los que participan en el juego político, sobre todo a una sociedad enojada. En caso contrario, es posible y además altamente probable que los próximos cuarenta años sean de descomposición y violencia en la Argentina. Las pocas instituciones que funcionaban han sido degradadas pero ahora se está acelerando su destrucción.

Con la Constitución de 1994 pasó algo parecido a la deuda externa: una generación condenó a otra a pagar con caos y desintegración decisiones que no tomó. Una generación logró un poco de paz robando recursos de un futuro que no vivirán, con recursos que no producirán, con un límite presupuestario que no sufrirán. La pobreza y autoritarismo se generará por esa puja distributiva con una torta que siempre se achica. Se delega a los que las futuras mayorías lo que disfruta una minoría actual cada vez más pequeña. Trampas legales y económicas que pagarán con sufrimiento y emociones desbordadas las próximas generaciones.

Es una condena en ausencia, sin derecho a defensa y sin mecanismos de frenos ni contrapesos. Propias de estos tiempos. La única garantía es la contracción económica garantizada por un mercado interno en restricción, derechos sin fondos para ser cumplidos y un sistema institucional concentrado como guardián total de ese orden desigual.

El último amigo de la democracia.
El último amigo de la democracia. / “La muerte del artista” - Zygmunt Andrychiewicz -

La Constitución es la solución y la fuente de nuestros problemas. ¿A quién le importa la Constitución realmente? ¿Qué autoridad tiene hoy ante inconstitucionalidades evidentes? ¿Qué mecanismos tiene la sociedad para proteger sus ahorros y las propiedades que venderá con precios a la baja? Hay que ir pensando qué sucederá cuando sigamos profundizando el esquema de desconstitucionalización profunda en tiempos de descomposición social. Posiblemente quienes están llevando a cabo la destrucción hagan la reconstrucción, el rediseño de la sociedad abandonada por los partidos políticos a una democracia vaciada.

2. Frenos morales ante la suma de poder público y privado.

La falsa superioridad moral de la oposición no es un freno institucional. La oposición a Milei construye audiencia polarizando con Milei dado que es fácil pero no tiene proyecto ni intención de frenar a Milei. Muchas de las manifestaciones de indignación y “poses morales” que no llevan a nada son socias estratégicas de un gobierno que todavía no cedió un paso, que consiguió todo, en su plan de desguace de lo público. El gobierno elige bien qué batallas culturales que da y sabe que la sociedad apoya sus formas intensas; quizás incluso las más extremas.

Cuando Milei pierde las formas es para indignar a un sistema político que se sabe hipócrita y no hará nada frente a muchas de sus acciones más lesivas. Dada esa impotencia performativa de la oposición, Milei puede hacer crecer su poder, no debilitarse.

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Las pasivas elites partidarias y judiciales se muestran tan dementes como el gobierno que gestaron y con el que colaboran. La oposición retórica toma otras formas mediáticas pero con mismos resultados, otra forma de colaborar. Los falsos republicanismo no van a frenar institucionalmente a los falsos liberalismos. El ascenso de los autoritarismos en el mundo deberían encender luces de manera transversal sobre lo que nos espera.

La elección de los Estados Unidos, por lo pronto, pondrá en el centro la idea de Arthur M. Schlesinger, Jr. de “Presidencia Imperial” (1974). En nuestras pampas, la Constitución de 1994 consolidó un ejecutivo unitario extraordinario. Un concepto creado en tiempos de Reagan por Antonio Scalia y el mismo Dick Cheney, hoy apoyando explícitamente a Kamala Harris. Un hiperpresidencialismo usado para empobrecer a la clase media y estratificar todavía más la sociedad. La democracia institucional muere todos los días un poco más y la cultura democrática sigue en retirada. La sociedad evalúa la democracia por sus resultados. Esa retirada abrirá el avance de la desintegración.

La suma del poder público y privado construye la nueva Argentina. La razón pública usada para ampliar el poder privado. La redacción de los Art. 76 y 99 inciso 3 de la Constitución es tan contradictoria que parece una laguna de diseño pensada para que todo pueda hacerse, para futuras interpretaciones elásticas. Esas interpretaciones que los mismos constitucionalistas que critican a Milei van a solicitar a una Corte Suprema que tampoco critican pero con la que siguen trabajando para defender privilegios privados. El problema es criticar en Milei lo que se hizo sostenidamente hace cuatro décadas.

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En los noventa hubo un gobierno del desguace y remate de lo público y hoy hay un gobierno de la destrucción de la capacidades de estatales, de la transmutación. A todos los problemas que tenía el sistema federal, el sistema educativo, el sistema de salud, el sistema científico, el sistema político, etc, a todos los problemas de la Argentina el gobierno le suma una tensión que lo obliga a la implosión, a la metástasis, a una descomposición, un caos y una huida desordenada.

Un sistema político que deja destruir las herramientas de la acción pública, con un Congreso que profundiza su deterioro hacia discursos que nadie escucha ni cree, que niegan su docilidad institucional, todo una pose para una audiencia en reducción; ese sistema político lo que está construyendo es la legitimidad de los líderes cesaristas que fusionarán religión y política en medio de una crisis espiralada. Para esos líderes mesiánicos la salida de la crisis es acelerar hacia el corazón de la crisis y saltar hacia el fuego para ver qué o quién sobrevive del otro lado. Ese sistema político parece ser el último amigo de la pintura de Andrychiewicz. Tocando la canción de despedida de una democracia vaciada de líderes políticos y demócratas, sin verdaderos artistas de la política, repleta de actores secundarios y espejos rotos.

 

Lucas Arrimada da clase de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.