OPINIóN
Análisis

En los funerales de la República sus hijos se reparten el patrimonio: ¿cuánta democracia permiten las políticas de la supervivencia?

Se nos ofrece el abismo como horizonte, el salto al vacío como camino de salvación y quizás lo aceptemos como sociedad bajo un trance colectivo ante un falso mesías.

La masacre de los inocentes (1824) - Léon Cogniet.
La masacre de los inocentes (1824) - Léon Cogniet. | Cedoc

“El mundo no encuentra una salida. El parlamentarismo y la democracia están en declive. Se busca la salvación en el fascismo y otras formas de gobierno ‘fuerte’ ”.
Emma Goldman, en Individuo, sociedad y Estado, 1940.

1. De las políticas de la identidad a las políticas de la supervivencia.

Una democracia vaciada y degradada, en estado vegetativo, es compatible con formas de autoritarismo electoralmente competitivas, especialmente en contextos de restricción económica estructural y hasta conflictos bélicos internacionales multiplicándose. Coaliciones y líderes democráticos fuertes son necesarios en tiempos oscuros, pero otra cosa bien diferente -y peligrosa- son los líderes autoritarios populistas con legitimidad electoral y apoyo social. Una de las pautas que diferencian a unos de otros es el respeto de la tan manipulada Constitución Nacional, sus garantías y obligaciones, sus instituciones y derechos.

Si la prioridad para muchos en la clase política es, primero, su propia supervivencia dentro de un sistema político en descomposición y desconectado de una sociedad tan fragmentada como enojada y, segundo, reaccionar tarde y retóricamente -por TikTok por ejemplo- a problemas estructurales que tiene el país en el que gobiernan hace cuatro décadas, en ese contexto, sabemos que lo peor de la crisis llegó para profundizarse.

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Los pactos de las elites apuestan a la organización del caos y a la expansión de nuevos autoritarismos. La muerte lenta de la democracia puede habernos dejado con una democracia zombie.

La mejor forma que desarrolló la clase política para encarar problemas fue negarlos y las pantallas son ideales para sedarlos con distracción. En este caso será entretenimiento hasta la muerte. La negación de las pantallas está en su mejor momento bajo el Gobierno de Milei con un ecosistema streaming sin contenido. Históricamente se negaron deuda externa, inflación, falsa convertibilidad, inseguridad, fragmentación identitaria infantil, violencia social creciendo, narcotráfico, debilitamiento de la moneda y la crisis política que nos llevó a la actual situación.

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Todo lo que está sucediendo en nuestros días es un proceso que excede a Milei. Milei está acelerando estrepitosa e irresponsablemente un proceso que se puso en marcha hace ya décadas y que fue negado sistemáticamente. Disciplinada y esforzadamente negado y por eso el ecosistema intelectual no tiene ni lenguaje para comprenderlo. Su refugio es la indignación en las pantallas.

El sistema político lo negó también censurando y castigando a los que le recordaba que la realidad tarde o temprano nos atrapa. Eso también sucedió con la violencia política en los setenta, sucedió con el terrorismo de Estado de la Dictadura, con la demencia de Malvinas, con la subordinación al FMI con la Deuda Externa aceptada por Alfonsín y un Estado mal gestionado que se preparaba para un saqueo expedito, con una convertibilidad insostenible a partir de 1998, con un proyecto de coalición que se mantenía con tasas chinas y consumos altos pero sin proyecto de largo plazo desde el 2003, con la autonomía de la oligarquía judicial que ya trabaja hace tiempo para un sistema económico paralelo al constitucional.

El malestar que expresa Milei estaba flotando hace muchísimos años, quizás varias décadas, y se lo dejó avanzar en su larvado, leudado y fermentado con acciones y fondos concretos. Fingir demencia fue también una práctica transversal.

El freno al proceso de entropía social y necrosis política acelerada que viviremos estos años también debe ser transversal aunque la historia demuestra que el abandono y la traición son la regla a nivel político. El coraje y la responsabilidad política son la excepción. La negación enumerada anteriormente establece un criterio prescriptivo que ojalá sea incorrecto.

El sistema político y los sectores dominantes no tuvieron proyecto para la Nación Argentina hace tiempo y esa inercia abrió una oportunidad histórica para sectores externos y extremos. El proyecto que se ejecuta con ferocidad es más escalofriante que el continuismo que la elite bipartidaria tenía, pero la invita a incorporarse en nuevos roles laterales, teatrales, judiciales y de gestión política de la descomposición institucional en curso.

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2. Violencia regenerativa y destrucción creativa en expansión.

El sistema político e institucional fue cómplice en la polarización política y en las guerras culturales que trajeron el odio industrial, el uso de la violencia regenerativa y de la destrucción creativa que se seguirán utilizando. Lo nuevo requiere destruir lo viejo en un rito sacrificial, regenerativo, de resurrección.

Una violencia regenerativa que comenzó con la celebración de los linchamientos y cancelaciones como herramienta de cambio cultural para generar miedo con guerras culturales artificiales que siguen y seguirán en todo ámbito tribal en el espectro de los progresistas reaccionarios y que alimentó los vientos de cambio para las acciones concretas de un gobierno en el espectro posmoderno de un autoritarismo que se autopercibe de derecha.

La demencia y los linchamientos de la falsa virtud de una facción identitaria trajo la rebeldía (sic) de una facción que no es de derecha, es mesiánica. Quiere la redención de una forma extrema.

Todo lo que viviremos en el futuro trasciende a derecha e izquierda, es puramente performativo, es posnormativo. Nihilismo performativo. Va más allá de las ideas y los valores de lo que se pensó históricamente como izquierda y derecha. En el mundo real la derecha y la izquierda son cosas dadas. Necesitamos ambas en un sistema político equilibrado. En eso es también revolucionario el momento que vivimos. Está más allá de la Asamblea Francesa de 1789. No estamos ante progresistas y conservadores. Ojalá estuviésemos en ese eje. Ni los progresistas son progresistas ni los conservadores quieren conservar nada. Ambos quieren destruir y destruirse. Tienen que ver con algo más profundo y radical, con una pulsión de muerte creciendo en la sociedad y sus instituciones más allá de las ideologías y pertenencias que se performan, se ficcionalizan para las cámaras que colonizan todo y a todos.

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Toda la apatía ante la política institucional es un mecanismo de protección ante discursos que no están funcionando, ante palabras que se vaciaron de contenido. Por eso la vitalidad e intensidad viene de lo disruptivo, de un grito gutural. El lenguaje no funciona. Toda la indiferencia y la necesidad de distraerse por parte de amplios sectores son un mecanismo de protección, de negación adaptativa de la realidad, ante una intuición social que siente el horizonte clausurado, que no puede ver el pasado ni el futuro, que se limita al goce o distracción de cortísimo plazo para sedar la difícil tarea de sobrevivir sin entrar en la demencia de las minorías autodestructivas: los falsos progresistas y los falsos conservadores.

La insensibilidad quizás viene de una especial sensibilidad intuitiva ante lo que hace años está en el horizonte creciendo como un sol negro. Ese sol negro tiene forma de abandono de la sociedad a un suicidio colectivo, una forma de salvarla de un futuro atroz a través de un sacrificio vital. ¿Qué otros momentos de la historia Argentina tuvieron procesos sociales donde el espiral de violencia, angustia económica y falta de autoridad fue aumentando hasta el eclipse total?

La reacción de las juventudes en estos tiempos de políticas del abandono es más que comprensible y entendible -aunque algunas de sus acciones no sean justificables-, sus consecuencias generarán mucho dolor autolesivo y sufrimiento evitable. Las guerras de baja intensidad efímeras en las que se viven ocultan otras guerras más profundas que se concentran en los procesos de deshumanización y empobrecimientos colectivos que sucede con una economía de la crueldad, ante recursos públicos que serán privatizados aprovechando la distracción. Autoridades, elites, sectores con pretensiones de liderazgo histórico, renunciaron -como ya lo han hecho en el pasado- a sus responsabilidades. El miedo a la violencia y la violencia del miedo son más fuertes y entonces muchos se retiran de la escena pública en los tiempos complejos que ellos colaboraron a generar.

Políticos ansiosos, sin sensibilidad ni imaginación, que no tienen la paciencia ni la capacidad para, con atención profunda, escuchar y mucho menos atender las angustias, el stress social y la desesperación económica, únicamente quieren una atención que ellos no prestan. Mientras son hipersensibles de los grupos dominantes a los que temen, obedecen y en última instancia creen pertenecer en términos burbuja social de clase; quizás con la esperanza de supervivencia en una nueva economía del estatus.

La negación trajo el eclipse
La negación trajo el eclipse / "La masacre de los inocentes" (1824) - Léon Cogniet.

En los funerales de la República los hijos se reparten el patrimonio de generaciones pero abandonando a las próximas a algo difícil de describir. La sociedad enojada hoy traerá una sociedad enfurecida mañana. Esa furia quizás se conecte con una nueva forma de religión política, con una racionalidad diferente. A más difícil y dura sea la realidad, más vamos a necesitar de formas de pensamiento mágico y religioso para adaptarnos.

La hipocresía de hablar de derechos humanos, igualdad, justicia y memoria en un ciclo de expansión económica con consumo para pasar a “entregar la posta” a las nuevas generaciones mientras ese ciclo cambiaba y se contrae la economía, esa hipocresía es la que trajo el cinismo potenciado. Vaya casualidad de cambio de posta. “Es tu turno”. Ahora el sistema político se apronta a violar sistemáticamente derechos no sólo económicos, sociales y culturales sino también libertades civiles y derechos políticos. Eso es parte del legado central de una clase política que abandona -otra vez- a su pueblo y a las futuras generaciones a un mundo donde todo el resentimiento puede invitar a adoptar una nueva racionalidad mesiánica.

Hay ganadores y perdedores. La elite salvaje invita al salto al vacío a las masas, así las salvará de un futuro atroz, sacrificándolas. Esas necroelites con una nueva religión política dirigen todo hacia un más allá. Dado que en esta nueva etapa de feudalismo político y de sistema económico en contracción que vive de la especulación financiera no necesita de consumo interno de las masas, eso las hace prescindibles incluso como consumidores y usuarios vulnerables.

“El mundo no encuentra una salida”, dice Emma Goldman. Ella misma, después de graves errores propios y ajenos, se desencantó de los procesos autoritarios que usaban la violencia regenerativa y la dictadura del proletariado antes de emigrar a Canadá. Justamente el problema es que la coyuntura es parecida, no idéntica. Se nos ofrece el abismo como horizonte, el salto al vacío como camino de salvación y quizás lo aceptemos como sociedad bajo un trance colectivo ante un falso mesías.

 

Lucas Arrimada es Profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.