En una muy interesante nota en Perfil de Eduardo Fidanza, denominada Signos de un mundo desbocado, se hacía referencia a la situación mundial pero también al contexto argentino actual.
Si compartimos este diagnóstico, algunas preguntas que podemos hacernos son: ¿debemos profundizar las grietas y los enfrentamientos? ¿Qué significado tiene el tratar de ser justos y equilibrados frente a esta situación?
Si descartamos la alternativa de agudizar las contradicciones (por más “rentable políticamente” que le sea a determinadas facciones) vamos entonces por el enfoque de buscar ser justos frente a las distintas dimensiones y a la historia reciente argentina.
La cuestión de “ser justos” ha sido abordada desde diferentes perspectivas, que van desde San Pablo (Carta a los Filipenses, 4,8) hasta en el poema Los justos de Jorge Luis Borges. Conllevan la búsqueda de la armonía y el equilibrio, tratando de ser objetivos en el análisis de la complejidad de la vida. Esta opción se considera mejor que sólo detenernos en aspectos parciales (sin contextualizarlos en una perspectiva temporal) y sin ser conscientes de las implicancias que tiene la agudización de los enfrentamientos.
Tratando de llevar el enfoque anterior a la realidad argentina actual, entendemos que se debe ser justos, o no necios, en reconocer en lo económico mejoras en indicadores como el descenso de la inflación, del riesgo país, del logro del equilibrio fiscal, de la desregulación de normas y de reducir la burocracia innecesaria… Pero también se deben tener en cuenta los aspectos que hacen a una mínima equidad social (como es el caso del ajuste a los jubilados) así como el no logro de avances significativos en regímenes distorsivos como el de Tierra del Fuego.
Los argentinos no quieren subirse al Titanic
Entre quienes se detienen sólo en la primera parte de los logros económicos del gobierno, algunos lo hacen desde un enfoque economicista (o financiero-fiscal), otros reconocen que aún faltan cuestiones a resolver u otras dudosas (por ejemplo, cómo y cuándo será la salida de cepo, o si es sostenible para muchos sectores o regiones conurbanizadas el esquema cambiario vigente), así como expresan que no están muy de acuerdo con el estilo institucional y comunicacional de Milei. Pero, sobre esto último señalan que “ése es el paquete, y es lo que hay, guste o no guste”, frente a una oposición desorientada y -en muchos casos- fracasada en sus gestiones anteriores, con el peligro de que regresen en un futuro próximo.
Por otro lado, estamos quienes consideramos que no es justo y equilibrado ese enfoque, donde el abordaje político institucional y comunicacional del gobierno sólo merecería un pie de página o tres líneas de disconformidad, sin registrar la gravedad que tienen los embates contra la prensa, la designación de dudosos funcionarios al frente de la recaudación de impuestos, el intento de cooptar la Corte y -eventualmente- ir por todo con una reforma de la Constitución. ¿La calidad institucional de un país no está relacionada con el desarrollo y la posibilidad de inversiones de largo plazo? ¿Se puede caer en tal necedad?.
Si tomamos la teoría de los conjuntos, no es fácil encontrar el punto de intersección común donde se articulen el necesario equilibrio fiscal, el logro de un estado inteligente que promueva el desarrollo con una progresiva equidad social y una calidad institucional acorde con el logro de una Argentina mejor.
Es un desafío para la mayor parte de la ciudadanía, así como para el discernimiento de todas las fuerzas políticas con capacidad de escucha, raciocinio y empatía, que puedan irlo plasmando desde ya en el Congreso.