Somos parte de una generación que nació frente al televisor y casi siempre con un celular en la mano. Con los años, nos acostumbramos a que nuestro tiempo de ocio y recreación quedara restringido a experiencias en las que la pantalla dominaba la mayor parte de las actividades.
En la actualidad, por ejemplo, nos resulta muy difícil interactuar por fuera del entorno digital cuando se trata de pensar el entretenimiento, ya sea viendo contenidos en las plataformas de streaming o socializando en distintas redes sociales. Pero cuando todas las pantallas se apagan, nuestra generación se enfrenta al gran desafío de explorar qué sucede sin la presencia de estos estímulos, en un ejercicio que muchas veces ha generado desconcierto, aunque siempre haya representado la oportunidad para desarrollar nuestra individualidad.
Pantallas y adicciones: el lado oscuro de las redes sociales
Antes de empezar, corresponde una aclaración: criticar el rol de las “pantallas” en nuestra vida sería, además de ridículo, una enorme equivocación. Las redes sociales, por mencionar quizá el ejemplo más cotidiano y conocido, son la mejor plataforma de comunicación que tiene una persona para iniciar un emprendimiento o visibilizar lo que hace con otra gente. Utilizado con fines laborales, son una fuente indispensable de herramientas.
Otra función social que podemos mencionar es que las redes facilitan la creación de espacios y comunidades entre personas de distintos países o de distintas generaciones que comparten las mismas preferencias, como una banda de música o la obra de un pintor o escritor.
Por eso, el señalamiento no es una crítica a todas las herramientas que nos ofrece el entorno digital o las aplicaciones, sino estrictamente a cómo nos acostumbramos a restringir nuestro tiempo de recreación y entretenimiento exclusivamente a lo que encontramos en las pantallas.
Nuevas adicciones: ¿qué es el efecto pantalla?
Cuando estamos a solas, la pantalla siempre compitió con otras actividades y procesos creativos como la lectura, la pintura, la cocina, la música, la meditación o inclusive el deporte, entre otras. En una tarde de domingo son pocas las personas que eligen explorar qué sucede cuando dejamos el celular al costado. Por otro lado, es probable que ante este planteo alguien responda que ninguna de las opciones anteriores le interesa y que prefiere maratonear toda la tarde una serie en Netflix, y dejar esta reflexión inconveniente para el próximo fin de semana. No habría, por supuesto, ninguna objeción. Además, ¿quién no lo hizo?
Lo que sí es cierto frente a esa situación, y difícil de objetar, es que esa preferencia responde a una restricción a la que nos acostumbramos con los años, y tuvo como consecuencia excluir la posibilidad de descubrir e indagar más inquietudes que podríamos tener y desarrollar cuando se trata de lo recreativo.
En el fondo, la observación surge al ver la insatisfacción de quien pasa una tarde scrolleando TikTok y luego se lamenta por lo que pudo haber hecho y no hizo. Es una crítica a la dependencia con la pantalla como forma de ocupar el tiempo para eludir los momentos a solas, o el propio silencio.
Cuando dejamos el celular al costado, hay espacio para desarrollar lo artístico y creativo"
Al intentar quebrar esa dependencia, lo que sucede es la oportunidad de conectarnos a una esfera más íntima e inexplorada, que muchas veces se evita por incomodidad o inclusive menosprecio, pero que en estos días en los que abundan los estímulos, la superficialidad y banalidad, y existe una percepción de constante aceleración sobre lo cotidiano, le puede aportar un valor a las experiencias que tenemos y, por ende, a la persona que intenta hacerlo.
Cuando dejamos el celular al costado, hay espacio para desarrollar lo artístico y creativo; para imaginar y crear; para entusiasmarse con algún pensamiento, y para disfrutar de un rato de lectura o un álbum de música.
En ese ejercicio, no hay limitaciones, sino la oportunidad para desarrollar la individualidad que finalmente nos distingue y la que también define nuestro carácter. Así, más que un desafío, se trata de una propuesta disruptiva para esta época, que queda abierta a cualquiera que, quizá en un futuro, tenga la curiosidad de descubrir y disfrutar todo lo que puede suceder por fuera de la pantalla.