OPINIóN
Por más futuro

Las universidades marchan para seguir siendo actores sociales

La LLA no reserva un lugar a las universidades públicas que siguen adelante pese al “desfinanciamiento salvaje” al que son relegadas. ¿Quiere que se extingan? No, prefiere tal vez fracturarlas en su esencia –el saber y la formación profesional- para que compitan con la oferta de cursos cortos, capacitaciones técnicas y los “think tanks”.

Marcha de universidades
Marcha de universidades | CEDOC

Lo que el gobierno de Javier Milei pretende hacer efectiva y concretamente con las universidades nacionales es materia de especulación. Resulta evidente que no quiere sumarlas a su causa, convertirlas en parte de su plataforma política ni extraer de ellas ningún recurso relacionado con la militancia. Las universidades no están dentro de la lista de preferencias del presidente, no despiertan en él ningún tipo de simpatía ni le resultan merecedoras de ninguna porción de su cariño, por decirlo con eufemismos cuyo sentido práctico ya es claro para todos. 

También es claro que las universidades no son el único blanco de la animadversión mileísta. Pero a diferencia de lo que ocurre con otros grupos para con los cuales el gobierno disocia discurso y acción –dice proteger a los jubilados mientras los arroja a la indigencia; dice repudiar a “la casta” mientras opera a cielo abierto con lógicas prebendarias y nepotistas–, las universidades configuran uno de los pocos casos frente a los cuales los libertarios mantienen su coherencia. 

El desprecio discursivo que habilita y retroalimenta reacciones furibundas por parte de un público que sigue necesitando de la figura de un enemigo-cercano a quien dirigir su odio, tiene por correlato un desfinanciamiento salvaje, contante y sonante, que jaquea el funcionamiento operativo de las casas de estudio, y que reduce el salario de los trabajadores universitarios a inéditos niveles de miseria.

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Educación es rebeldía

Ahora bien, más allá de todo esto, persiste la pregunta sobre qué es lo que el gobierno, desde una perspectiva de realismo político, quiere hacer con las universidades nacionales. Que se extingan, que simplemente desaparezcan de la faz de la tierra, no parece una posibilidad concreta. 

Tampoco parece plausible que se sumen al proyecto libertario; sin ir más lejos, en las elecciones que tuvieron lugar en varias casas de estudio durante los primeros días de septiembre, La Libertad Avanza presentó candidatos para apenas un puñado de cargos, los cuales –como era de esperarse– obtuvieron resultados paupérrimos. Mientras el mileísmo lanza su partido a nivel nacional, ha descartado la posibilidad de gobernar las universidades por la vía institucional. ¿Qué es, entonces, lo que pretende hacer con ellas? 

Las universidades estarán condenadas si sus controversias internas quedan reducidas a la polaridad entre el modelo del enseñadero que sólo forma para la actualidad inmediata del mercado laboral y el modelo de la biblioteca de gruesos muros que custodia un saber reservado sólo a unos pocos. "

Atendiendo a las bases teóricas de las que Milei se nutre, es decir, al pensamiento de las Escuelas de Viena y de Chicago, pero más aún al modo en el cual esas tradiciones implementaron históricamente sus formas de intervención, no sería para nada exagerado suponer que, en definitiva, el presidente busca romper el monopolio que las universidades mantienen en lo que hace a la formación profesional y a la producción de conocimientos: fracturarlas en lo que respecta al cumplimiento de sus funciones esenciales, para así poder desplegar un corredor alternativo.

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En lo que hace a la formación profesional –la poca que se necesitaría en un país precarizado y reprimarizado–, la fractura de las universidades abriría más espacio para la proliferación de dinámicas cuya incidenciase encuentra aún en una etapa incipiente: capacitaciones técnicas y cortas; cursos corporativos donde cada empresa puede moldear a su personal según sus necesidades exclusivas. 

La producción de conocimientos, por su parte, quedaría en manos de los Think Tanks, organizaciones de expertos creadas para influir en la definición de políticas globales y regionales, las cuales funcionan mayormente en las sombras, sin necesitar de los circuitos de publicación, acreditación y validación característicos de las producciones universitarias. 

La universidad acorralada

Ante este diagnóstico para nada descabellado, ante este panorama marcado por el intento del gobierno de desmembrar a las universidades con el objetivo de impedir que éstas puedan seguir cumpliendo la función para la que fueron creadas, es imperioso articular una enérgica defensa. 

Pero esa defensa debe planearse de un modo inteligente y estratégico, exigiendo al máximo nuestra imaginación política. Las universidades estarán condenadas si sus controversias internas quedan reducidas a la polaridad entre el modelo del enseñadero que sólo forma para la actualidad inmediata del mercado laboral, y el modelo de la biblioteca de gruesos muros que custodia un saber reservado sólo a unos pocos. 

Igualmente condenadas estarán si se debaten entre una defensa mal comprendida de su historia que refuerce tendencias anquilosadas, y una impronta pseudo-innovadora que olvide el camino recorrido para abrazar acríticamente las tecnologías, las virtualidades y las modas. Ni una universidad paquidérmica, ni una universidad light. 

En un mundo donde las capacidades intelectuales y cognoscitivas ocupan un lugar fundamental en las dinámicas socio-económicas, las universidades deben pensarse en y para sus vínculos con el conocimiento ya establecido, pero sobre todo con el conocimiento que hará falta producir. 

Deben superar, como proponía Oscar Varsavsky, la función de meras importadoras de ciencias y teorías forjadas en otras latitudes cuyo aprovechamiento termina siendo imposible, para aspirar a generar conocimiento en función de las demandas y necesidades locales, apuntando a fortalecer un modelo de país con desarrollo concreto y con inclusión efectiva, y no sólo retórica. 

“La universidad pública argentina es nuestra más preciada joya de la abuela” (Daniel Yofra)

Ante la afronta mileísta, las universidades deben salir a reconfirmar su condición de actor social. Sólo así podrán demostrar al gran público su valor estratégico para el mundo que viene. Dicha reconfirmación, queda claro, no podrá tener al gobierno por interlocutor. Éste desprecia todo lo que tome por base a lo común. 

Lo que las universidades efectivamente implican queda más allá de sus posibilidades de percepción, y por eso las subestima: subestima su potencia, subestima a quienes las siguen eligiendo como articulación de gran parte de sus proyectos de vida, subestima su capacidad de intervenir en los procesos sociales. 

Las universidades nacionales argentinas saldrán a la calle este miércoles 2 de octubre y marcharán hasta la Plaza del Congreso. Lo harán de cara a la sociedad, para mostrar qué son, qué hacen y, sobre todo, qué pueden hacer. Marcharán apoyándose en su historia, pero también asumiendo su compromiso con el porvenir. Porque las universidades nacionales argentinas son tanto su tradición como su imagen de futuro.

*Profesor en Filosofía y Doctor en Ciencias Sociales. Docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Investigador del Centro de Estudios sobre el Mundo Contemporáneo UNTreF.