OPINIóN
analisis

Las bases sociales de Milei y el peronismo desorientado

El conflicto fundacional que dio origen a las fuerzas del cielo sigue sin resolverse. La imagen del Gobierno y de Milei en su peor momento sin relativismos. Un peronismo ciego no logra capitalizarlo todavía.

Javier Milei
Javier Milei | EFE

El gobierno de Javier Milei no es un fenómeno coyuntural o local que pueda ser analizado de forma simple como un producto de nuevas y disruptivas formas de comunicación política que el peronismo no supo incorporar a tiempo y el ex panelista sí.

En términos estructurales, expresa modificaciones en las relaciones de fuerza política, que se articulan con un conjunto de cambios en la estructura social, con transformaciones que en los últimos 15 o 20 años vienen reconfigurando la dinámica de las relaciones entre los diferentes grupos y clases sociales. Modificaciones que van más allá de un mero cambio cuantitativo en el peso relativo de determinado sector o el surgimiento de un nuevo actor colectivo, sino que, telefonito mediante, afectan los lazos, canales y criterios tradicionales de organización, participación representación y percepción política, modificando la conducta de amplios sectores y posibilitando la construcción de nuevas viejas identidades.

La falta de una correcta interpretación y una respuesta adecuada a esas transformaciones por parte de los partidos políticos tradicionales que no pudieron mejorar las condiciones de vida material de amplios sectores, fundamentalmente de aquellos que crecieron al margen de la economía formal y que hoy representan cerca del 50% de la población en los principales centros urbanos del país, sirvieron como caldo de cultivo social sobre el cual germinaron y se desarrollaron con vigor ante la vista de todos, menos de la dirigencia política clásica, las bases sociales populares de apoyo a Milei, las fuerzas del cielo que lo pusieron sobre la tierra de Balcarce 50.

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Qué expresa la caída de Milei en las encuestas

El lugar de la defensa de los intereses materiales de los sectores populares fue sustituido por la defensa de las identidades sectoriales en las fuerzas progresistas que quedaron atrapadas en su propia trampa y terminaron por fragmentar hasta el paroxismo al campo popular. De esta manera, al Presidente le bastó para llegar al poder con canalizar políticamente ese desencanto, darle forma, transformarlo en reclamo, unificarlo y construir un adversario político claramente responsable y fácilmente distinguible por las masas: la casta.

Sin embargo, a 16 meses de ejercer la presidencia, no se observan mejorías en esas condiciones de vida de los sectores populares que depositaron en él sus últimas esperanzas. Más bien todo lo contrario: la dudosa estabilidad económica que el gobierno exhibe como un logro, basada en un supuesto control de la inflación oficial y una estabilidad cambiaria cada vez más alejada de la realidad y más difícil de sostener con las reservas negativas del Banco Central, comienzan a mostrar signos de agotamiento. El conflicto fundacional que dio origen a las fuerzas del cielo sigue sin resolverse y en la medida que continúe así, la figura que se erosiona ahora es la suya.

Frente a ello, la deriva de ribetes autoritaria que desde hace semanas caracteriza la respuesta del gobierno frente a los legítimos reclamos de sectores populares, como son los jubilados, puede transformar ese conflicto latente en un conflicto activo, donde el que sea percibido como el obstáculo central para el desarrollo social sea el propio Javier y los enrolados en La Libertad Avanza.

Cae la confianza en el Gobierno de Javier Milei

Debería comprender que no ganó las elecciones gracias a sus formas agresivas, exabruptos, gritos e insultos, sino, a pesar de ellos. Si hubo algo de genuino y espontáneo en esa forma de canalizar y orientar el mal humor social, en ésta fase no produce el mismo resultado porque su posición relativa ya no es la misma. En realidad, la violencia como forma de comunicación política hace muchos años que dejó de ser popular en este país por suerte para todos nosotros.

En fin, su discurso abiertamente homofóbico, la estafa de $Libra, la deriva represiva, la indiferencia con los inundados de Bahía Blanca, la caída del consumo, el aumento del desempleo y otras tantas situaciones auto infligidas se han combinado para proyectar un cono de sombras que mina la confianza que supo ganar en ambos extremos de la pirámide social: en los sectores populares de su base y en el gran capital financiero internacional de su punta.

Esta situación que ya no puede ser ocultada por los medios afines al Gobierno, suele ser presentada de forma relativa, matizada y se dice que, aunque viene bajando de forma sostenida en las encuestas desde febrero, su imagen permanece en niveles similares a los de sus dos predecesores inmediatos en la presidencia: Alberto Fernández y Mauricio Macri.

Al respecto quiero hacer una aclaración: el criterio de la comparación es metodológicamente controvertido, a este truco se lo conoce popularmente como poner la vara muy abajo, al compararse con 2 gobiernos impopulares que forman parte del problema estructural de representación política del que ya hablamos, con presidentes que terminaron con niveles tan bajos de popularidad que en ningún caso pudieron reelegir. Por lo cual, la tendencia a la baja en su imagen no debe ser relativizada con estos datos.

La única buena noticia para el Gobierno es que la desorientación del peronismo y del arco opositor en general es de tal magnitud que no hay una figura que pueda capitalizar el incipiente cambio de humor social, por ahora.

*Sociólogo y consultor

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