Ante la coyuntura política actual vale recordar que la universidad pública es uno de los pilares de la sociedad argentina. Desde las primeras décadas del siglo pasado, las casas de estudio son instituciones respetadas y valoradas por toda la población. Por sus claustros han pasado hijos de millonarios, de profesionales, de obreros y de personas con bajos recursos. La educación gratuita y de calidad permite que todo aquel que quiera desarrollarse como profesional tenga la oportunidad de hacerlo.
En los últimos tiempos hemos visto con preocupación cómo la universidad pública pareciera ser un botín de guerra de las mezquindades de la política que, una vez conquistado, puede exhibirse como muestra de poder. Utilizando noticias falsas (como que las universidades no son auditadas) o disparando conceptos erróneos (son centros de adoctrinamiento de izquierda), el Presidente, a través de la demagogia, busca minar el prestigio que tienen estas instituciones para lograr el apoyo popular.
Libros en la selva: lo que hay detrás de la marcha por la universidad
Como sociedad tenemos principios en los que la mayoría coincidimos. Para los argentinos y argentinas, la educación pública es un valor, una herramienta que permite el ascenso social y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Por eso, se hace necesario remarcar que la universidad pública no puede ser objeto de disputa, las universidades nacionales, al igual que las jubilaciones, no son el lugar para anotarse “victorias políticas”. Estas instituciones educativas son el futuro de un país y no pueden estar sometidas a las nimiedades partidarias.
Enceguecido por la idea de lograr el equilibrio fiscal a rajatabla, el titular del Poder Ejecutivo echa mano a un discurso que busca instalar la idea de que las universidades son el refugio de una banda de ladrones que usan el dinero de los contribuyentes para sostener sus “curros”. Afortunadamente, la sociedad no cae en esas trampas discursivas e incluso los propios votantes de Milei están de acuerdo con que se destinen recursos a la educación pública.
Insisto con lo que mencioné en párrafos anteriores. La estabilidad presupuestaria de la universidad pública no puede depender de los caprichos del gobierno de turno. Son instituciones muy arraigadas en la cultura nacional y se han ganado un espacio en el corazón de los argentinos.
Las universidades nacionales nos han dado cinco Premios Nobel, han educado a millones de compatriotas y se han erigido como una de las formas más adecuadas para lograr la movilidad social ascendente. Los beneficios que estas instituciones han generado en la población son tan claros que no alcanza un discurso descalificador para ponerlos en duda. No son un botín de guerra ni un campo de batalla simbólico. Son parte del ADN de nuestro país y ningún gobernante, por más injuriosas que sean sus palabras, podrá borrar el aprecio que tiene nuestro pueblo por la Universidad Pública.