“Agua, como te deseo, agua te miro y te quiero…” (Los Piojos)
El agua, ese producto que creemos inagotable y que en la escuela nos enseñaron que sus datos se limitaban a ser insípida, incolora e inodora, ahora resulta que la falta de agua, la crisis hídrica, según Informe de la Comisión Global sobre la economía del agua de la ONU, pone en riesgo el 50% de la producción alimentaria mundial para 2050. ¡Agarrate Catalina! Y eso puede causar una baja de hasta el 15% del PBI en países de bajos ingresos.
Entonces, desde una mirada de valoración estratégica, los argentinos debemos considerar este tema en toda agenda política que pretendamos sea responsable. Puede ser que hoy no pegue en los cánones de la moderna comunicación ya que carece de la audacia de informaciones divertidas, agresivas y que sean disruptivas de lo habitual, pero hay que prestar atención y ser críticos a quienes desde perspectivas de futuro no hablan del tema.
Los políticos que abusan de palabras, sarasas y promesas ignoran la importancia del agua, no solo como recurso natural básico para la vida, sino como activo estratégico clave en las economías globales.
Argentina, poseedora cuantitativa de agua debe incorporar, amén de la justa y necesaria garantía de uso para todos los habitantes del pais, un firme compromiso con sustentabilidad, costos, regulación de uso y manejo equilibrado en lo territorial y social. La apreciación responsable del recurso es una obligación para todo gobierno. La sustentabilidad del agua debe efectivizarse con gestiones efectivas y no con declamaciones demagógicas.
El agua tiene un valor, ya sabemos, pero tambien se valoriza como activo de monetización, lo cual debe estar alejado de considerarse una simple transacción comercial.
En 2020 por ejemplo, comenzó en Wall Street a tomarse muy en serio como un commodity que puede cotizar en mercados globales. Hay un índice, el Nasdaq Veles California Wáter Índex (con el ticket NQH2O) que hace cuatro años valoró en U$S 486,53 por acre-pie (equivale a 1.233 m3), una unidad de medida usada en EUA, el costo del agua, o sea que por 1.233 m3 del líquido insípido, incoloro e inodoro, se pagaba esa cantidad pero que al día de hoy y en virtud de la crisis hídrica que afecta a gran parte de las regiones productivas de EUA, ese valor aumentó casi un 100% más y alcanza los U$S 950,67 por acre-pie.
Claramente, en todo esto existen motivaciones especulativas y, en su mayoría, no se mueven dentro de parámetros éticos ni de apoyo a la sustentabilidad y la sostenibilidad del recurso ni tampoco de la defensa ambiental, pero son una muestra del impacto que el agua, con valor económico tiene sobre la economía del mundo. O sea, que está en la agenda de las finanzas internacionales. Lo que presupone cierto llamado de atención para las políticas públicas nacionales.
Casi toda nuestra economía agraria y rural (orientada en buena parte a la exportación y la garantía de ingreso de divisas) requiere grandes cantidades de agua. Según INTA en su estimación de hace unos cinco años, la producción de granos para vender al exterior consumía 46.000 millones de m3 de agua al año, lo que son cerca de 37,3 millones de acre-pie. Sacamos la calculadora y vemos que tomando a U$S 950,67 el acre-pie, hay un costo en el agua destinada a producir alimentos de U$S 35.467 millones (dólares, por las dudas se aclara) anuales.
¿Qué significado tiene esto aparte de la valoración económica? Pues que el agua, como recurso natural, se utiliza para generar riquezas que en su mayoría no quedan en el pais.
La monetización debiera debatirse en un encuadre que no tome solo su costo como dato financiero, sino que asegure su utilización en forma responsable y sostenible, donde junto a los beneficios económicos de calculen tambien los derechos sociales.
Otro lugar a revisar es la explotación de recursos energéticos en el pais, tema estrechamente relacionado con el agua. Por ejemplo, el Complejo Hidroeléctrico Chocón-Cerros Colorados, en Neuquén, que genera 1200 MW de electricidad, tiene capacidad de almacenamiento para 21.000 millones de m3 de agua, lo que en valor de Wall Street serian unos U$S 15.000 millones y en el caso de la industria petrolera, cuando usa fracking, modalidad que depende del agua, sepamos que están previstas para la cuenca neuquina en producción gasífera y petrolera 18 mil etapas de fractura y que cada una consume cerca de 16.000 m3 de agua lo que hace un total de 288 millones de m3 para un año.
Pues bien, según cálculos oficiales el estado neuquino puede recaudar por esta actividad, no más de “dos millones de dólares” mientras que el valor del agua utilizada, en su cotización bursátil daría unos 220 millones de dólares. ¡Doscientas veces más!
Si vamos a la explotación de litio, vemos que para producir una tonelada de litio se utilizan 2000m3 de agua dulce. En 2023 exportamos 40.000 toneladas de ese metal alcalino, lo que hizo un consumo de agua de 80 millones de m3 cuyo valor en el mercado es muy superior a lo devenido en la exportación del litio.
Estos datos hablan de que no se toma en cuenta el valor económico del agua y se utiliza para generar otras producciones que terminan obteniendo menos cantidad de divisas que lo que vale el recurso natural. Se usa el agua como si fuese un bien gratuito e infinito. Pues no, es agotable y tiene un costo, y encima cotiza y bien en mercados internacionales.
No se trata de dejar de exportar litio ni buscar gas y petróleo ni dejar de exportar alimentos sino de incorporar estos datos cuantitativos a todo cálculo que se haga sobre costos, rentabilidad, tributos y detalles de la producción. No puede seguir ignorándose el valor del agua.
Pero tambien, hay que considerar que la agenda política y pública debe definir una urgente “Política integral sobre el agua”, que más allá de sus valores dinerarios se constituye como carácter esencial para la vida y bienestar de la población argentina.
Es necesario que los distintos gobiernos, nacional y provinciales, comiencen a discutir y definir el valor real del agua. Las provincias productoras de litio, granos, carnes y energía deben tomar el liderazgo en esta discusión y avanzar hacia una gestión del agua que sea tanto económica como socialmente responsable.
Conocer el potencial productivo de las regiones, conocer la disponibilidad de agua y hacer un balance hídrico en función de la sustentabilidad ayudara a pensar en medidas productivas que den equilibrio en el tiempo y sobre todo que se puedan garantizar la provisión del recurso a las generaciones futuras.