OPINIóN
Cada vez resulta más difícil gobernar

La política en tiempos de crisis

Maquiavelo considera que todo poder es limitado. Las circunstancias cambian y su dominio pierde legitimidad, como lo estamos viendo en nuestra región.

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Realista. No tenía en cuenta esquemas ideales. | cedoc

Vivimos un momento “maquiveliano”, es decir, una transición de época [1]. Cuesta desentrañar el significado de los procesos en curso, cuando los esquemas ideológicos nacidos en los siglos XVIII y XIX han mostrado su precariedad y tantas ilusiones se han revelado efímeras o equivocadas.

En ese cuadro se difunde el descontento con la política y la impaciencia se apodera de los ánimos. Cada vez resulta más difícil gobernar.

Abunda la literatura sobre la debilidad de las democracias: se suceden las involuciones autoritarias y resurgen los populismos de distinta orientación. Se redefine igualmente el sistema internacional y se multiplican los conflictos bélicos.

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América Latina aparece hoy dispersa. El horizonte del desarrollo se aleja y los proyectos de integración se ven debilitados. Recuerda la Italia renacentista, que Maquiavelo soñaba unida y fuerte.

“América Latina es clave para construir un mundo multipolar”

¿Cómo no traer a colación su pensamiento forjado entre los siglos XV y XVI en plena ebullición del Renacimiento, mientras Florencia era sacudida por tumultos e Italia era escenario de guerras entre las potencias europeas emergentes?

Así como él intuyó que estaba naciendo un nuevo mundo que los historiadores han calificado como “moderno”, así también nosotros nos asomamos atónitos a la era digital y de la inteligencia artificial.

Pocock considera que el republicanismo florentino de Maquiavelo ha estado presente en América Latina desde los albores de la independencia con sus ideales de autonomía, libertad e igualdad. Pero a diferencia de los líderes de la emancipación, él se inclinaba a favor de un sistema de gobierno donde el pueblo tuviera un rol más preponderante [2].

Advertía que los valores de una república son mejor custodiados por el pueblo que por las élites. Sin embargo, no cayó en el fetiche de pensar que la voluntad popular fuera infalible y precavió sobre los peligros de un conductor político – un príncipe, decía – que pretendiendo refundar un Estado, luego se apoderara del poder en su propio beneficio. Confiaba más en el imperio de las leyes, salvo que éstas encubrieran los intereses particulares de los poderosos.

Cuidados en América Latina

Maquiavelo – luego de la trágica experiencia del fraile Girolamo Savonarola – desconfiaba de los “profetas desarmados”, que abundan en la historia de América Latina, aquéllos que piensan que, con la sola enunciación de una crítica social o un discurso encendido, la realidad se va a plegar a sus designios. A Savonarola no le faltaban argumentos y elocuencia. Quien visite la Piazza de la Signoria puede ver donde fue quemado junto a sus dos compañeros dominicos.

Desconfiaba de los caudillos que no se empeñan en resanar, fundar o restablecer una república en forma, y que con frecuencia no miden las consecuencias de sus actos.

Maquiavelo abrió el camino para comprender mejor la política tal cual es, recuperando el aporte de los historiadores griegos y romanos [3]. Termina con las representaciones que cubren con oropeles y teorías, pompas y justificaciones filosóficas o religiosas el uso del poder. También se diluyen las propuestas de sociedades perfectas, que comúnmente llamamos utópicas.

Afirma que toda sociedad está atravesada por la tendencia de los poderosos a abusar de su autoridad y la del pueblo a defender sus derechos y libertades. De cómo se resuelva ese conflicto depende, según el florentino, la suerte de la sociedad: si hay mecanismos institucionales para encauzarlo, como en la antigua Roma, la libertad sale fortalecida; de lo contrario, como ocurría en Florencia, la república decae sumida en la inestabilidad.

La fantasía de la inteligencia artificial

Maquiavelo enseña que nada en la vida es para siempre, ni siquiera las formas del Estado. Las instituciones con el correr del tiempo tienden a decaer, así como las virtudes cívicas que hacen posible un vivere civile e libero. Por eso es importante renovarlas, volver a los principios originales que le dieron legitimidad. Si los males se dejan estar y los problemas no se enfrentan a tiempo, adquieren dimensiones de crisis.

Nunca afirmó que el fin justificara los medios, pero sí que el éxito excusa con frecuencia los errores y abusos de los gobernantes. Es un juicio de realidad. No de mérito. ¿No lo vemos corroborado a diario en la política actual?

En política no basta con tener la razón. Hay que ingeniarse para realizar, aunque sea parcialmente, los objetivos planteados. Maquiavelo recurre a las figuras del león y el zorro, para señalar el papel de la fuerza y la astucia, Aquiles y Ulises [4], en la búsqueda de resultados.

El político, por regla general, debe optar entre bienes y males posibles y su decisión debe ser a favor del mal menor y el mayor bien, es decir, de  lo preferible [5]; como sostiene Maquiavelo en El Príncipe, “...hay tanta distancia entre la manera en que se vive y la que debería vivirse, que aquel que abandone lo que se hace por aquello que debería hacerse aprende antes a perderse que a conservar el poder...”.

Cuba: una deuda pendiente con los Derechos Humanos

Sin embargo, Maquiavelo fue partidario de los políticos decididos y audaces [6]. No de los vacilantes y timoratos. El Príncipe debe actuar “...siguiendo el ejemplo de los buenos arqueros que, conociendo el alcance de sus arcos, si el objetivo a alcanzar les parece muy lejano, fijan su mira en un punto mucho más alto que el objetivo perseguido, no para que su flecha alcance tal altura sino para poder, con ayuda de una mira tan elevada, alcanzar el punto designado...” (El Príncipe, cap. VI). Lo que no excluye un análisis frío de las circunstancias en que el político debe actuar.

Maquiavelo considera que todo poder es limitado, sea por la ley y las instituciones, sea por el juego de influencias e intereses o por la fortuna con su carga de acontecimientos imprevisibles. Un gobernante absolutista termina cavando su propia tumba. Las circunstancias cambian y su dominio pierde legitimidad, como lo estamos viendo en nuestra región. Las repúblicas –según el florentino– pueden adaptarse mejor al embate de los temporales cuando no se descuida el bien de la sociedad.

*Embajador de Chile en Argentina

[1] John Pocock, The Machiavelian Moment: Florentine Political Thougnt and the Atlantic. Princeton University Press 1975.

[2] Gabriel Cid, Pensar la Revolución. Historia intelectual de la Independencia Chilena. Ediciones Universidad Diego Portales 2019.

[3] Pablo Simón, El Príncipe moderno: democracia, política y poder. Penguim Random House España 2018.

[4] Erica Benner, Esser volpe. Vita di Nicolo Machiavelli, Bompiani. Fierenze 2017.

[5] Por lo general, nos movemos en ese ámbito ambiguo donde las decisiones políticas son opinables. Sólo en ocasiones excepcionales se presenta una disyuntiva nítida entre el bien y el mal y las persona, entonces, deben optar heroicamente aun a costa de su vida por un ideal superior, tal vez transitoriamente derrotado.

[6] Michele Ciliberto, Nicolo Machiavelli. Ragione e pazzia. Editori Laterza, Bari 2019.