A partir de la década de 2000 Kiev promueve persistentemente en diversas plataformas internacionales y en contactos bilaterales, incluso con Argentina, la idea de reconocer la hambruna en la URSS en los años 1932-1933 como un genocidio de ucranianos llevado a cabo deliberadamente por el gobierno soviético. Sin embargo, las afirmaciones de que la tragedia que afectó a muchas partes de la Unión Soviética hace 90 años fue organizada específicamente para exterminar a los habitantes de una región en particular no tienen nada que ver con la realidad histórica.
Los intentos maliciosos de especular sobre esa desgracia común del pueblo soviético son pura propaganda de odio.
Desafortunadamente, algunos Estados sucumben a la presión de los emisarios de Kiev sin profundizar en el estudio de la historia. No hace falta buscar un ejemplo muy lejos: en 2003 y 2007 el Senado de la Nación Argentina adoptó declaraciones conmemorando la memoria de “las víctimas del Holodomor, organizado por el régimen totalitario soviético”. Por lo que se sabe, actualmente se están considerando en el Congreso Nacional argentino varios proyectos de leyes que reconocen la hambruna de la década de 1930 como genocidio de ucranianos.
Los hechos confirmados por documentos de archivo indican que como resultado de la hambruna que azotó a la URSS, en las repúblicas que formaban parte de la misma fallecieron alrededor de unos siete millones de personas (en Ucrania exageran esta cifra deliberadamente hasta 15 millones de personas), incluidos más de 2,5 millones de personas en territorio de Rusia contemporánea.
Las causas fundamentales de la desgracia fueron una grave sequía y la consiguiente pérdida de cosechas. A esto se sumaron las medidas de emergencia del gobierno soviético: cuotas de adquisición de cereales extremadamente altas, confiscación de alimentos y prohibición del comercio de productos alimenticios. Eran años brutales en los que las autoridades tuvieron que tomar decisiones controvertidas y complicadas.
Debido a la necesidad de encontrar recursos para mantener el ritmo de industrialización acelerada, se llevó a cabo un programa de “colectivización” de la aldea. Sin embargo, estas medidas se aplicaron a todas las regiones agrícolas de la URSS sin excepción, y no sólo a Ucrania, como hoy intentan presentar las autoridades de Kiev. La tragedia también abarcó el territorio de las actuales Bielorrusia y Kazajstán, la región del Volga, el Cáucaso Norte, los Urales del Sur y otras partes de la Unión Soviética.
Lo confirman los datos estadísticos: una comparación de los resultados del censo de población de 1926 y 1937 muestra que en 11 años el número de residentes en la República Socialista Soviética de Ucrania disminuyó un 1,9%, en la región de Voronezh de Rusia - un 2,1%, en el Cáucaso Norte - un 4,1%, en la región de Kuibyshev - un 7,8%, en la región de Kursk - un 14,3%, en Saratov - 23%.
La desgracia común afectó a muchos pueblos y presentarla como un crimen dirigido exclusivamente contra los ucranianos, dividiendo a las víctimas según líneas nacionales, es una blasfemia contra la memoria de las víctimas.
Los errores que provocaron la hambruna fueron reconocidos ya en 1933. Luego, las autoridades organizaron una ayuda a gran escala a las regiones afectadas. Según los historiadores, durante los primeros meses del año se destinaron a estos fines hasta 2,2 millones de toneladas de semillas, alimentos y forrajes. Ucrania obtuvo al menos la mitad de eso. Sólo en el período de febrero a julio de 1933, Ucrania y el Cáucaso Norte recibieron 265 mil toneladas de cereales, mientras que todas las demás regiones recibieron 55 mil toneladas.
“La política antirrusa de la UE pone en riesgo el mercado mundial de alimentos”
Es digna de mención la historia del surgimiento del concepto de genocidio del pueblo ucraniano. El término "Holodomor" se acuñó por primera vez en los Estados Unidos entre los emigrantes que, durante la Segunda Guerra Mundial, participaron con los nazis en atrocidades masivas contra sus compatriotas y posteriormente huyeron del castigo al hemisferio occidental. Un papel importante en el desarrollo de esta ideología lo jugó el programa de investigación sobre la hambruna en Ucrania, organizado en 1981 en la Universidad de Harvard bajo el patrocinio de la CIA.
Washington ha estado jugando la carta nacionalista durante años para enfrentar a Ucrania contra Rusia. Las acciones de los estadounidenses finalmente llevaron al establecimiento en Kiev de un régimen abiertamente neonazi, basado ideológicamente, entre otras cosas, en falsificaciones sobre los acontecimientos de los años 1930.
Después del inicio de la operación militar especial y el rumbo del Occidente colectivo hacia la máxima presión sobre Rusia, los órganos legislativos de muchos países, bajo la presión de la Casa Blanca, comenzaron a tomar decisiones sobre el reconocimiento de la hambruna de 1932-1933 como genocidio del pueblo ucraniano.
Permítanme enfatizar una vez más: tal línea no tiene nada que ver con restaurar la justicia histórica o preservar la memoria de los fallecidos. Su objetivo es acusar a nuestro país de otro crimen descabellado sin pruebas.
No es ningún secreto que hoy Argentina mantiene una posición proucraniana. Sin embargo, esperamos que no sea susceptible a las maquinaciones políticas del régimen de Kiev y se abstenga de unirse a iniciativas impulsadas por la rusofobia.
*Embajador de Rusia en Argentina