Hace unas semanas, el presidente Milei firmó el decreto presidencial 43/2025, creando una nueva figura en la burocracia estatal: los embajadores comerciales, una suerte de representantes oficiales de nuestro país que no cobran sueldo del Estado, pero tampoco rinden cuentas ante nadie. Se pasearán por el mundo con tratamiento diplomático para, supuestamente, atraer negocios a la Argentina… o quizás solo para beneficiar a Milei y su hermana Karina.
El 14 de febrero de este año quedará en la historia, aunque no precisamente por motivos románticos. Antes de celebrar San Valentín con Yuyito Gonzalez, el presidente publicó un tweet promocionando abiertamente una criptoestafa. No solo lo hizo, sino que lo dejó fijado por cinco horas, como quien exhibe con orgullo su ignorancia o avaricia. Ese episodio destapó la caja de pandora de los Milei: venden reuniones y fotos como si fueran figuritas de colección, incursionan en esquemas ponzis (y no me refiero solo a la composición de su gabinete sino a su participación en CoinX, por ejemplo), y además participaron en la mayor estafa cripto de la historia o, en el mejor de los casos, “el especialista en temas de crecimiento económico con o sin dinero” fue la víctima perfecta de una estafa organizada.
Cualquiera de los caminos conduce al peor de los mundos: la improvisación es norma, la avaricia es virtud y el oportunismo, política de Estado.
Hace unos días con el Centro de Estudios de Política Exterior Peronista “Juan Atilio Bramuglia”, organizamos un encuentro sobre la figura de otros representantes argentinos en el exterior: los agregados obreros. Se trata de una historia fascinante de trabajadores argentinos en el mundo que, según el historiador Ernesto Semán, conformaron “la experiencia de mayor presencia de trabajadores en las relaciones exteriores de cualquier país en la historia del mundo”.
Perón innovó en la administración pública incorporando a los trabajadores a la diplomacia. Milei, por su parte, también innova, pero con empresarios seleccionados con el rigor de un casting de reality show. ¿Los requisitos? Digamos que ser trader y tener conexiones en la Casa Rosada ayuda.
La diplomacia peronista, con el caso de los agregados obreros, buscaba que los pueblos fueran parte de la discusión de la política internacional y de los intereses nacionales y regionales que debemos proteger y defender. En cambio, la “diplomacia” libertaria, se ha convertido en una franquicia del Departamento de Estado norteamericano y en una máquina de legalizar el lobby internacional en beneficio de intereses privados y en desmedro de los estratégicos.
Bajo la premisa de traer inversiones a nuestro país, Milei ha institucionalizado un mercado negro de influencia global, sin control ni auditoría alguna. Es innegable que nuestras representaciones diplomáticas, en la crisis que venimos padeciendo hace tantos años, deben estar obligatoriamente enfocadas en atraer inversiones y apoyo a nuestro país y que deberían existir mayores controles internos para el cumplimiento de estos objetivos.
Pero lo que está claro es que el decreto 43/2025 no es la solución, sino la puerta de entrada a una geopolítica del amiguismo y el oportunismo.
A la luz de estos hechos, surgen preguntas inevitables: ¿Cuánto cuesta hoy ser nombrado embajador comercial? ¿Cuál es la tarifa que maneja Karina Milei?
El caso de los traders Mauricio Novelli y Manuel Terrones Godoy merece especial atención. Si no se hubiese descubierto la estafa en la que estaban involucrados, ¿hoy serían embajadores comerciales? Mientras el gobierno libertario recorta fondos al Instituto del Servicio Exterior de la Nación, que forma a nuestros diplomáticos de carrera y denigra a profesionales con años de formación, se le abren las puertas de la política exterior a oportunistas de traje ajustado y Mac en mano. ¿Dónde se instalarán estas nuevas embajadas comerciales? ¿En el bar del Four Seasons de Retiro?
Nuestra política exterior se está transformando en un fraude. Para comprobarlo, basta con preguntarle a Volodímir Zelensky qué opina de Milei después de la traición que sufrió de su parte.
Quienes creemos que esta pesadilla terminará más temprano que tarde, anhelamos que Argentina retome el camino de sus vecinos, fortaleciendo el regionalismo latinoamericano, como lo demuestran con entereza líderes como Claudia Sheinbaum y Lula da Silva. Porque todas las películas de terror tienen un final y, en ellas, los malos nunca ganan.