El movimiento yihadista Hamas reemergió a la superficie días atrás para implementar el acuerdo de liberación de secuestrados israelíes en Gaza por terroristas palestinos encarcelados en Israel. Y vaya si lo hizo en un clima de euforia.
Montaron un gran show de propaganda con un escenario sobre el cual desfilaron a las cuatro veinteañeras israelíes en servicio militar, Karina Ariev, Daniella Gilboa, Liri Albag y Naama Levy, en una coreografía tétricamente cuidada.
Decenas de hombres armados y enmascarados de Hamas y la Yihad Islámica Palestina rodearon el escenario donde se veían inscripciones del tipo: “Palestina: la victoria del pueblo oprimido contra el sionismo nazi” o “El sionismo no ganará”. Un dron distribuía caramelos a la multitud congregada. Ellas, vestidas con uniformes de color verde oliva similares a los del ejército israelí, portaban un “formulario de liberación de prisioneros”, junto con un certificado enmarcado y un llavero con la bandera palestina. Las rehenes también tenían una insignia con sus datos personales, sujeta a un cordón con un dibujo de la bandera palestina y un detalle especial: un souvenir de su estadía en la Franja de Gaza, una bolsa con fotografías del cautiverio, al estilo de un obsequio perverso de hotel 5 estrellas a sus huéspedes.
En lo que a todas luces deben ser declaraciones forzadas, las cuatro cautivas, sonrientes, agradecieron públicamente a Hamas en árabe por el trato recibido en sus túneles del horror. Cabe recordar que en liberaciones anteriores, el Ministerio de Salud de Israel dijo que Hamas drogó a los rehenes liberados para que lucieran felices.
En la previa liberación, de tres mujeres israelíes (Emily Damari, Romi Gonen y Doron Steinbrecher), la primera fue vista agitando su mano izquierda vendada, con dos dedos escindidos, y la segunda perdió el funcionamiento de una mano tras recibir disparos durante su secuestro. Estos son algunos aspectos visibles, superficiales, de su padecimiento en Gaza. Más adelante quizá la sociedad israelí afronte más completamente las realidades abismales de lo que haya significado para las rehenes la experiencia cruda en las mazmorras medievales del movimiento terrorista palestino.
Del espanto a la entereza
Por el momento, una imagen del espanto se ha transformado en un símbolo de entereza y resiliencia en Israel: la mano mutilada de Emily Damari. Según The Times of Israel, el artista de zapatillas Aviad Amergi publicó esa imagen en Instagram con las palabras: “Una gran pequeña victoria” y prontamente se difundió por WhatsApp.
El arquitecto Moshe Shapira, cuyo hijo murió durante el ataque del 7 de octubre después de salvar a otros, dibujó la mano dañada de Damari junto a la bendición bíblica: “Que Dios te bendiga y te guarde” y rápidamente ganó atención. El futbolista Ohad Hazut hizo el signo con sus manos después de un partido y anotó en Instagram: “Una victoria importante”. El influencer Hen Mazzig publicó un video de un israelí mientras se tatuaba la imagen en su pierna.
Con la cálida bienvenida brindada a las retornadas y la comprensible alegría social, los israelíes comienzan a la vez a dimensionar el precio a pagar por la liberación de sus compatriotas. Alrededor de dos mil terroristas y criminales palestinos serán puestos en libertad próximamente y con seguridad muchos de ellos volverán a levantar las armas contra otros israelíes, potenciales víctimas anónimas. Aún no conocemos sus nombres, como hoy sabemos los de las cautivas de Hamas, pero sin duda y trágicamente los conoceremos a futuro.
Cuando se intercambió al soldado israelí Gilad Schalit por más de mil terroristas palestinos –entre ellos Yahiya Sinwar, el arquitecto de la masacre del 7 de octubre de 2023–, nadie en Israel podía anticipar que ese intercambio causaría años después: alrededor de 1.200 asesinatos y más de 250 secuestros de israelíes. Ahora, nadie objetivo alberga la ilusión de que las actuales negociaciones de intercambios no traerán futuras calamidades para los israelíes.
Los enemigos recalcitrantes de Israel saben que el Estado judío no abandonará a sus ciudadanos. Y ello explica algo en apariencia inentendible: que Hamas lleve las de ganar en una negociación con Israel luego de que su ejército haya anulado gran parte de su enjambre de túneles, diezmado a casi todos sus batallones, degradado casi totalmente su capacidad militar y de gobernanza, y eliminado a su liderazgo top.
En este acuerdo, además del intercambio desproporcional (esta vez parece que los críticos usuales de la “desproporcionalidad” israelí no experimentan malestar alguno con la desproporción en juego de miles de palestinos por menos de cien israelíes, un tercio de ellos muertos), Israel concede ganancias militares en el terreno. “Por primera vez en la historia, un Estado paga un precio estratégico en el campo de batalla por el regreso de sus ciudadanos” observó Amit Segal, comentarista político principal del Canal 12 de Israel. “Ahora las fuerzas de defensa de Israel también se retiran (aunque sea temporalmente) de las zonas de Gaza capturadas a un alto precio. Se retiran del norte de la Franja de Gaza, que conquistaron a costa de más de cien vidas”, relató Segal. Desde el inicio de la campaña militar hasta el momento de escribir estas líneas, 405 soldados israelíes murieron en la Franja de Gaza.
Desde la perspectiva israelí, este acuerdo con el diablo Hamas es un triunfo humanitario, un fracaso político y un acertijo estratégico. La mano estropeada de Emily Damari ilustra con precisión simbólica la dulce amargura del momento.
*Profesor titular en la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad de Palermo. Miembro de Profesores Republicanos y el Foro Argentino Contra el Antisemitismo.