El diario La Nación publicó el pasado 18 de marzo un extenso editorial en el que se cuestiona la decisión de la Cancillería de no convocar este año a concurso público para ingresar al Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN).
Comparto la inquietud del diario y se suma a la preocupación generalizada ante la idea que habrían expresado las actuales autoridades del Ministerio de que el ISEN no debería ser, como lo marca la ley del servicio exterior, “la única vía de acceso a la carrera diplomática”. Se habría sostenido que “el sector privado cuenta con personas competentes de las que no hay que prescindir”. Si estos dichos fueran ciertos y se pusieran en ejecución habría concluido el actual sistema basado en el mérito comprobado en exámenes imparciales, para ser reemplazado por el amiguismo, el nepotismo, el clientelismo o la pura afinidad ideológica con el gobierno de turno.
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El editorial recuerda también al Embajador Carlos Muñiz, Canciller que fundó el ISEN y que siempre bregó por una carrera diplomática altamente profesionalizada. Sin embargo, incluye peligrosas afirmaciones que sólo pueden profundizar las divisiones en la Cancillería y promover la discriminación hacia un alto número de funcionarios. Se dice allí que entre 2003 y 2015, “unos 540 funcionarios, el 45% del total del plantel, han sido adoctrinados en las consignas ciegas a las razones que han llevado a la bancarrota política, social y moral de la Argentina pero bien entrenados en promover el acercamiento a cuanta dictadura izquierdista hubiera en el planeta”.
Esta tremenda declaración pretende condenar a numerosos jóvenes diplomáticos a una permanente descalificación y marginalización. La suposición de que han sido “adoctrinados” niega la realidad de que todas esas personas son capaces de pensar por sí mismas y mantener una mirada estrictamente profesional de la política exterior que están llamados a ejecutar.
Cabe señalar asimismo que entre los egresados en la época a la que se refiere el artículo hay diplomáticos que prestaron servicios importantes durante la presidencia de Mauricio Macri y otros que en la actualidad ejercen funciones de representación o asesoran de manera muy directa al Canciller Gerardo Werthein.

En los años del supuesto “adoctrinamiento” el ISEN estuvo conducido por respetados diplomáticos de carrera, desde el Embajador Horacio Basabe al Embajador Juan Valle. En ningún momento de ese período existió denuncia alguna de discriminación por razones ideológicas ni por educar “en consignas ciegas a la razón o en el acercamiento a dictaduras izquierdistas” y cualquiera que conozca a esos directores o a los profesores de esa época sabe que tal cosa no fue cierta ni hubiera sido permitida.
El editorial señala que algunos diplomáticos han sido recientemente sumariados por expresar su opinión técnica sobre una votación cuya decisión final, como ocurre siempre, cupo a las autoridades políticas. Cabe decir que esos sumarios fueron precedidos por una insólita advertencia del Presidente a los diplomáticos de que “o adherían a las ideas del gobierno o debían dar un paso al costado”, lo cual sólo ha generado temor en el personal e inhibición para expresar en el futuro cualquier idea que pueda desagradar a las autoridades.
Es tiempo de volver a la racionalidad en el Ministerio de Relaciones Exteriores y garantizar un acceso transparente a la carrera diplomática. Es asimismo urgente cerrar esos sumarios y respetar y alentar las opiniones profesionales libres de los funcionarios para favorecer decisiones más certeras del Canciller y el Presidente en beneficio del país.
Finalmente, es hora de dejar de lado las divisiones del pasado que admiten siempre múltiples miradas y no una versión única e indubitable. La realidad actual de la Cancillería y del país es suficientemente acuciante para que las energías se concentren en defender la institucionalidad y en deponer el odio que conduce invariablemente a la discriminación y el enfrentamiento.
*Ex Vicecanciller