Las denominadas “estafas cripto” de las que la mayoría de la población recién se está interiorizando, no son más que fraudes tradicionales envueltos en un nuevo lenguaje tecnológico. El término “cripto” puede sonar moderno e innovador, pero en esencia, las tácticas de este tipo que vemos hoy en el mundo de las criptomonedas no son diferentes de las que han existido por siglos.
El denominador común en todos estos casos, cripto o no, es el desconocimiento de las víctimas sobre la verdadera naturaleza del proyecto en el que están invirtiendo su dinero. La tecnología cambia, pero las tácticas siguen siendo las mismas: falsas promesas y manipulación psicológica.
En la década de 1920 Charles Ponzi prometía ganancias exorbitantes en poco tiempo, exactamente lo mismo que hacen hoy los fraudes cripto. En los años 2000, los fraudes por correo electrónico prometían herencias ficticias de supuestos príncipes nigerianos. En vez de hablar de sellos postales o inversiones tradicionales, ahora se usa la jerga de la tecnología blockchain y las criptomonedas para atrapar nuevas víctimas.
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Los timadores cripto de la actualidad prometen rendimientos milagrosos, muy por encima de cualquier otra inversión. No podemos culpar a la tecnología blockchain que sustenta a las criptomonedas por estos fraudes, de la misma manera que no culpamos directamente al dinero en efectivo, al home banking o a las billeteras digitales por los esquemas piramidales.
No hay que irse muy lejos. Leonardo Cositorto fue un estafador exitoso desde los inicios de la década de 1990. Durante muchísimos años logró engañar, robar y hacerse con los ahorros y el futuro de un sinnúmero de argentinos. Su carrera terminó abruptamente cuando decidió trasladar su esquema fraudulento a una nueva tecnología de la cual se empezaba a hablar en redes sociales y medios de comunicación, lanzando una criptomoneda propia llamada $ZOE.
Lo que Cositorto no sabía era que la tecnología blockchain, la base tecnológica de las criptomonedas que permiten saltear a los bancos como intermediarios de todo movimiento de dinero, también se caracteriza por su extrema transparencia y trazabilidad.
Al mismo tiempo, detrás de esa tecnología hay una comunidad global muy comprometida con renovar el sistema financiero tradicional, al que todos percibimos corrupto al menos desde la gran crisis de las hipotecas subprime que se originó en EEUU en el 2008 y que terminó contagiándose por todo el planeta.
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Es precisamente esa comunidad global la que se dedica a investigar por su cuenta a las estafas que recién ahora incorporan a las criptomonedas como herramienta buscando engañar a los incautos, pero que existieron toda la vida. La comunidad cripto argentina tiene valores contrarios a los de la banda de Generación Zoe, y denunció insistentemente cada una de sus falsas promesas no solo en las redes sociales sino también en la justicia.
En el mes de enero del año 2022, la ONG Bitcoin Argentina presentó una denuncia contra Cositorto ante la PROCELAC por la posible comisión de los delitos de estafa, captación de ahorro público no autorizado y manipulación del mercado. Poco después, a poco menos de un año de haber lanzado su primera criptomoneda, Cositorto fue detenido y trasladado al penal de Ezeiza.
A principios del mes de febrero de este año, el rapero estadounidense Kanye West (que cuenta con más de 50 millones de seguidores en sus redes sociales) reveló que le habían propuesto involucrarse en una estafa con criptomonedas. Era seductora: 750 mil dólares para promocionar la criptomoneda desde sus cuentas personales, en el marco de una campaña en redes sociales para inflar su valor prometiendo altísimos retornos.
Luego, debía sostener la mentira durante al menos 8 horas, antes de denunciar que la publicación era falsa y que él había sido hackeado. Por último, iba a recibir otro pago de más de un millón de dólares después de 16 horas, justo antes de que el proyecto fuera drenado de toda liquidez existente (una maniobra conocida como “rug-pull”).
A primera vista, algo muy similar podemos ver en los acontecimientos que rodean el caso de la criptomoneda $LIBRA, del que aún hay muchísimo por averiguar (y que tampoco sería la primera vez que la persona de Javier Milei se ve involucrada en un proyecto de criptomonedas que sale muy mal).
Durante el ejercicio de la presidencia, asesorado por gente con muy mala reputación dentro del ecosistema cripto, Milei anunció el lanzamiento de un proyecto que prometía captar fondos de inversores de todo el mundo para financiar a las “pequeñas y medianas empresas argentinas”.
Apenas unas horas después, el proyecto en su conjunto perdió casi 300 millones de dólares (el 94% de su valor), afectando potencialmente a casi 75.000 inversores, mientras que un puñado de billeteras vinculadas con los fundadores del proyecto (de los cuales se empezaron a conocer detalles contradictorios luego de consumada la estafa, y no antes), lograron ganancias extraordinarias.
¿Cómo puede acompañar la política el proceso para esclarecer qué pasó? Lo primero y principal es no hacer de esto un escenario más para la lucha de políticos contra políticos y centrarse en lo que de verdad importa: recuperar la mayor cantidad de fondos que sea posible y devolverlos a los inversores estafados.
Una ventaja de la tecnología Blockchain es que podemos rastrear esos 107 millones de dólares que el supuesto asesor de Milei, Hayden Mark Davis, dice estar custodiando porque no confía en él. Es fundamental acompañar a las víctimas en el proceso, ofrecerles patrocinio jurídico y contención emocional.
Análisis preliminares de expertos en este tema, calculan que si se devolviera ese dinero a la mayor cantidad posible de inversores privilegiando a los que menos dinero pusieron primero, un 99% podría recuperar gran parte de su inversión. Esto es posible porque ese dinero todavía no salió de la blockchain, y se encuentra repartido entre tokens como USDC y SOL.
Otra cosa que tiene que hacer la política es aprovechar esta oportunidad para meterse de lleno en este tema, aprender y escuchar a la industria local, que dispone de uno de los mayores reservorios de conocimiento blockchain del mundo y un liderazgo reconocido en las comunidades cripto de todo el planeta. Si no saben, pregunten. Acá talento sobra.
La trampa de $LIBRA no está en las criptomonedas sino en la estafa que llevaron a cabo sus autores, y será gracias a la transparencia que trae al juego la trazabilidad de la blockchain que estos delincuentes, al igual que Cositorto, encontrarán el final de sus carreras delictivas. El problema no es la tecnología, son los estafadores.
* Fundador de Criptoperonismo