El artista Anish Kapoor sostuvo que Stranieri Ovunque (“Extranjeros por todas partes”), el título de la última edición de la Bienal de Venecia que termina en unos días, es una evocación del “neofacismo”. Kapoor no duda de las buenas intenciones del curador brasileño Adriano Pedrosa, el primer latinoamericano en dirigir la histórica bienal, pero el título parece rememorar las quejas de la derecha ante la inmigración que se cuela por todas partes.
El origen del título se remonta a una serie de obras creadas por Claire Fontaine, un dúo de artistas que crea esculturas de neón de diversos colores con la frase Extranjeros por todas partes en distintos idiomas, incluyendo lenguas extintas. La apuesta fue, dentro de una bienal emblemática, tantas veces criticada por su eurocentrismo, dar lugar a los marginados, a los caídos del mapa del mundo del arte.
La exhibición incluye artistas de 87 países distintos, muchos de los cuales aparecían por primera vez en las salas de la bienal. ¿Logró la bienal finalmente ser descolonizada o es otra cara del pinkwhitewashing del mundo del arte?
Pedrosa afirma: “En este contexto, la frase Foreigners Everywhere ("Extranjeros en todas partes") tiene múltiples significados: por un lado, recuerda que en cualquier lugar siempre encontraremos extranjeros, pero también que, en esencia, todos somos extranjeros en algún nivel”.
El curador juega con los fluidos sentidos de la palabra “extranjero”. Stranieri en italiano, estrangeiro en portugués, étranger en francés y extranjero en español comparten la misma raíz etimológica: lo extraño (strano, estranho, étrange y extraño).
Como Berni, León Ferrari y Julio Le Parc, la Chola Poblete fue reconocida en la Bienal de Venecia
Pedrosa lo vincula con el término queer que también significa originalmente extraño. Con esta constelación de sentidos en mano, le abre las puertas a la bienal a artistas indígenas, como el colectivo brasileño Makhu que decora la fachada del pabellón principal del Giardini, artistas queer, como la Chola Poblete, que recibió una mención honorífica, y artistas outsiders, los marginados del círculo del arte, como la artista autodidacta morava Anna Zemánková.
Ciertamente es muy positivo que un curador latinoamericano y queer como Adriano Pedrosa tenga el espacio para dirigir una bienal. Es un gran triunfo que muchos artistas que nunca habían estado en el evento pisen por primera vez el Arsenale y el Giardini. Ciertamente es un noble propósito darle espacio al Sur Global, categoría no exenta de cuestionamiento, y pretender deconstruir el eurocentrismo que caracterizó por décadas a la bienal. Ahora bien, ¿logra la edición número 60 este cometido?
Más que extranjero, me sentí extraño mientras recorría los pasillos del Arsenale. Cuando leí por primera vez el título, imaginé que la temática sería sobre la condición del migrante, el sufrimiento que lleva a abandonar el hogar, el sentimiento de lo inhóspito (el sentimiento de lo Unheimlich que destaca Pedrosa), la inquietud del que vive entre dos mundos, extraño en su patria, extraño en el país que le dio refugio.
Y todo en el marco de un contexto donde proliferan conflictos bélicos, donde muchos se ven forzados a abandonar lo familiar para refugiarse en lo extraño. Muchos artistas, en tránsito, crean potentes hibridaciones que nos permiten reflexionar sobre estas cuestiones, como el pabellón México, donde la videoinstalación Erick Meyenberg tiende la mesa familiar para los extranjeros por venir. Pero la muestra principal provocaba otro tipo de extrañeza.
¿Quién es el extranjero en esta exhibición? Como argentino y latinoamericano, muchas obras que encontraba por los pasillos no me parecieron ni extrañas ni extranjeras, sino bastante familiares. Por ejemplo, la obra de Claudia Alarcón, ciertamente potente, es una estética reconocible para un ojo latinoamericano. “Extranjero” es un término relativo, es decir, depende del contexto cultural, social y político que habito. En Argentina soy local, en Venecia soy extranjero. Entonces, ¿quién es el extranjero en esta muestra?
Si miramos con atención, lo que se presenta como extranjero, como extraño, como ajeno, son los artistas del Sur Global, indígenas y queers. De alguna manera, se continúa reforzando su lugar de Otro, su extrañidad, su extranjeridad. ¿Para quiénes son extraños o extranjeros estos artistas? Para una mirada europea. El espectador ideal parece ser, otra vez, el hombre del Norte que se asoma a un mundo exótico y ajeno. En cierta medida, refuerza ese eurocentrismo que busca combatir.
Y esto lo vemos en el fuerte esencialismo que encontramos en la muestra. Con esencialismo me refiero a una perspectiva que sostiene que hay una esencia inmutable nacional o cultural por medio de la cual se produce cierto tipo de arte. Desde esta mirada, no se espera de artistas de cierta parte del plantea que aborden temas globales, sino que reflejen su identidad cultural, que expresen sus coloridas y exóticas raíces.
Gerardo Mosquera, curador e historiador cubano, ya hace tiempo afirmaba: “Durante los años 80 y parte de los 90 se pedía con frecuencia al arte de América Latina manifestar explícitamente su diferencia o satisfacer expectativas de exotismo. Con frecuencia no se miraban las obras: se pedían de entrada sus pasaportes”. Esto parece replicarse en la última edición de la Bienal, donde los pocos textos que encontramos solo informan la procedencia y locación del artista.
¿Qué tienen para decir los artistas marginados sobre los temas globales, más allá de su pasaporte, que nos aquejan hoy en día como el desastre ecológico, la la explosión de la inteligencia artificial, los conflictos bélicos, el trans y el posthumanismo?
Más bien, como señala Mariagrazia Muscatello, parecen “extanjeros a nuestros propios tiempos”. La bienal se presenta como un colorido catálogo atemporal del arte ajeno al Norte, un muestrario de obras folklóricas del Sur Global, desproblematizada.
Es innegable que, tanto el nombramiento de un curador latinoamericano, como la inclusión de muchos artistas fuera del radar del mundo del arte, son hechos históricos. Me quedo pensando hasta qué punto “todos somos extranjeros en algún nivel”, o hay algunos más extranjeros que otros.