A la hora de revisar nuestros actos y decisiones como padres, aquello que no queremos ver y lo titulamos como “no podemos dejarlos afuera de lo que hacen sus pares” descansamos en lo impuesto socialmente y dejamos de construir con un criterio propio y de hablar con ellos acerca que aquello que consideramos mejor para su desarrollo.
Pero, cuál es el precio de la desconexión, la ausencia emocional, la falta de comprensión de su mundo y el silencio en la vida de un adolescente?
Conocer el mundo de los hijos es responsabilidad nuestra como padres. Ser padres hoy implica que entendamos aquellos espacios donde nuestros hijos se vinculan y se forman emocional y mentalmente con otros, canales de youtube, whatsApp, redes sociales, videojuegos.
Cuanto menos sepamos qué consumen, con quién hablan y qué los influencia, otros estarán formando a nuestros hijos y no siempre las intenciones serán buenas.
La conexión o desconexión emocional es clave en esta etapa. Cuando como padres estamos ausentes física y emocionalmente los adolescentes buscarán conexión donde sea, para sentirse validados, vistos y a su vez comprendidos. Prevenir esto es tan simple como escuchar, observar y estar disponibles.
Necesitamos comprender que cada hijo es único y sus necesidades son diferentes. No podemos criar por igual a todos, lo que funciona para uno puede fallar para otro. Cada hijo tiene su propio lenguaje emocional y sus luchas internas. Nos toca como padres descifrar qué padre o madre podemos ser con cada uno de ellos. Ignorar esas diferencias puede abrir espacios que los pongan en riesgo donde otros suplan ese vacío con mensajes distorsionados.
Pantallas llenas, vidas vacías de los adolescentes
En la adolescencia el dolor es parte de las emociones diarias, es clave que tengamos en cuenta que el dolor no expresado se convierte en enojo y en rabia. Muchos adolescentes cargan con heridas que no pueden expresar cuando no encuentran el espacio seguro, ignorar sus emociones o pretender que “resuelvan” por sí solos sin nuestra guía no las borra sino que las acumula.
Cuando aparecen dificultades de tipo vincular entre pares es importante que estemos presentes guiando el accionar para el bien común, y no caer en pensar que “los problemas de chicos los deben resolver los chicos” no implica resolver por ellos pero, no olvidemos que nos corresponde guiarlos a pensar y sentir mejor.
La educación emocional que comienza en la infancia será una herramienta para vivir la adolescencia de forma más plena, un adolescente que no logra manejar su ansiedad, miedo o enojo porque no los conoce terminará actuando gobernado por tales emociones.
No se puede regular lo que nunca se enseñó a sentir. Les exigimos que controlen sus emociones pero ¿les enseñamos a sentir e identificar cada una de ellas?
Es común que como padres sintamos culpa, pero ella no educa, la reflexión sí.
Frases como ¡mira lo que hiciste! ¿Cómo pudiste? ¿En qué fallamos? ¿Te damos todo y nos pagas así? Solo generan culpa y desconexión. Un adolescente que actúa desde la culpa no aprende a ser responsable, aprende a ocultar y a temer, cambiar estas por preguntas que inviten a pensar juntos es el camino a una verdadera transformación para la conexión entre padres e hijos
Es internet la compañía de nuestros hijos cuando no estamos, es el mundo dentro de nuestros hogares ofreciendo información y formación continua, influencers, páginas anónimas, redes sociales y comunidades tóxicas a su disposición.
¿Por qué "influyen" los influencers?
No se trata de prohibir, sino de acompañar, la mejor guía digital empieza con nuestra presencia real.
La gran pregunta que la adolescencia nos deja es ¿cómo prevenir? Y la respuesta es que lejos de castigar la mejor prevención está en formar.
Los adolescentes no necesitan más miedo sino más guía, más sostén, más presencia y compañía, más conversaciones reales y más amor, no nos enseñaron a ser padres y madres, no debemos hacerlo perfecto pero sí estar dispuestos a aprender y ser más presentes educar es formar conciencia, no sólo imponer consecuencias a sus actos esa es la verdadera prevención desde el amor a nuestros hijos.