OPINIóN
Análisis

Egopolítica: de Musk a Milei

Los líderes con un narcisismo extremo pueden convertirse en figuras peligrosas cuando sus proyectos personales se confunden con el destino de una nación o de la humanidad. La egopolítica ha amplificado este fenómeno.

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El presidente fan. “Viva La Libertad Carajo” es la frase que le grabaron a la motosierra que Milei le regaló al hombre más rico del mundo. No pudo dar un discurso. | AFP

Es muy probable que las comparaciones trazadas en las próximas líneas endulcen los oídos de Javier Milei mucho más que las óperas que escucha en sus fines de semana con el Profe De Pablo. Sin embargo sus verdaderos destinatarios somos nosotros, ciudadanos de un país periférico y varias veces saqueado.

El ascenso de figuras como Javier Milei y Elon Musk no es solo un fenómeno político o económico, sino también psicológico. Su protagonismo responde a lo que Ringhof y Cidob denominan egopolítica: un modelo de liderazgo basado en la imagen, la voluntad individual y el desprecio por las estructuras colectivas de poder. Pero detrás de este fenómeno hay algo más profundo: el narcisismo extremo, un rasgo que el psiquiatra Jerold Post identificó como clave en el comportamiento de muchos líderes con aspiraciones mesiánicas.

Walter Isaacson, en su biografía sobre Musk, describe cómo su carácter desafiante y su obsesión por el control absoluto lo llevaron a convertirse en una de las figuras más influyentes del siglo XXI. Esta misma lógica se puede aplicar a Milei, cuyo liderazgo disruptivo y polarizador se construye en torno a su personalidad y su convicción de que solo él puede salvar a la Argentina.

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En un mundo donde el multilateralismo se debilita y los super ricos promueven un tecnoutopismo desligado de los problemas terrenales, la pregunta es si estamos avanzando hacia una era dominada por individuos que creen que su destino personal es el destino de la humanidad.

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Infancias traumáticas y la construcción del yo heroico

Tanto Milei como Musk han compartido relatos de infancias marcadas por el sufrimiento y el aislamiento. Milei ha denunciado maltratos psicológicos en su hogar, describiéndose a sí mismo como una víctima de un entorno hostil. Musk, por su parte, ha calificado a su padre de “ser maligno” y relatado episodios de bullying severo en su juventud en Sudáfrica.

Según Jerold Post, este tipo de experiencias pueden llevar a la formación de una personalidad narcisista, donde el individuo desarrolla una necesidad extrema de validación y una autoimagen grandiosa como mecanismo de defensa. En este marco, tanto Milei como Musk se presentan como figuras excepcionales, iluminadas, con una misión trascendental.

Isaacson refuerza esta idea en su biografía sobre Musk: “Necesitaba demostrarle a su padre y al mundo que era alguien grande, alguien que podía cambiar el destino de la humanidad”. De acuerdo a este importante biógrafo, Musk tuvo que someterse a reiteradas cirugías en su rostro para borrar las huellas de las patadas recibidas por sus compañeros de colegio. Milei sigue la misma lógica: su narrativa está construida sobre la idea de que es el único capaz de transformar la Argentina, enfrentando a una “casta” que intenta destruirlo.

Elon Musk y Javier Milei
Elon Musk y Javier Milei

El auge de la egopolítica y el rechazo a la institucionalidad

La egopolítica, como explican Ringhof y Cidob, es la manifestación de este tipo de personalidades en el ámbito del poder. En lugar de construir consensos o fortalecer instituciones, los líderes egopolíticos se basan en su carisma y en la comunicación directa con las masas, despreciando cualquier mediación. Twitter (ahora X) es el escenario perfecto para ellos: Musk lo transformó en su megáfono personal, mientras que Milei lo usa para atacar a adversarios y reforzar su imagen de outsider.

Este modelo de liderazgo ha acelerado la erosión del multilateralismo. En lugar de foros internacionales y diplomacia, proliferan los acuerdos bilaterales impulsivos y los conflictos abiertos. Milei ha insultado a mandatarios extranjeros y desdeñado la Cancillería en favor de la gestión personalista de relaciones exteriores. Musk, con su control sobre empresas clave como SpaceX y Starlink, ha asumido un rol de facto en conflictos globales, tomando decisiones con consecuencias estratégicas sin rendir cuentas a ningún gobierno.

El tecnoutopismo de los super ricos: una fuga del presente

Musk es el principal exponente de una nueva élite económica que, en lugar de invertir en la mejora de las condiciones de vida en la Tierra, apuesta por la escapatoria tecnológica. Su obsesión con Marte y la fusión hombre-máquina responde a una visión en la que el progreso no es colectivo, sino individual. Quienes tengan los recursos accederán a la inmortalidad digital o la posibilidad de migrar a otros planetas; el resto quedará atrás.

Milei, aunque en otro registro, comparte esta lógica. Su creencia en el mercado como único regulador social implica que solo los más aptos prosperarán, mientras que el Estado debe retirarse de cualquier intento de garantizar equidad. En ambos casos, la idea de resolver los problemas del presente a través de cambios estructurales es reemplazada por una utopía que solo beneficiará a unos pocos.

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Mariana Moyano sintetizó este dilema con una frase inquietante: "Concordia o muerte". La creciente fragmentación social y el auge de liderazgos egopolíticos nos llevan a un punto donde la alternativa es recuperar el sentido de lo colectivo o resignarnos a un futuro dominado por la lucha de egos sin frenos institucionales.

Un espejo en el cine: la advertencia de "Amén: Francisco responde"

El documental Amén: Francisco responde, en el que el Papa dialoga con jóvenes sobre los dilemas de la humanidad, ofrece un contrapunto a la lógica egopolítica. Frente al individualismo extremo de Musk o Milei, Francisco plantea la necesidad de recuperar el sentido de comunidad, de pensar en un mundo donde el bienestar no dependa de la voluntad de líderes mesiánicos, sino de la construcción colectiva.

El film muestra que la política, la economía y la tecnología no pueden estar al servicio del capricho de unos pocos, sino que deben orientarse al bien común. Musk y Milei representan, en muchos sentidos, lo opuesto: un modelo donde la genialidad individual y la voluntad personal están por encima de cualquier estructura social.

Conclusión: el peligro de los mesías narcisistas

Jerold Post advertía que los líderes con un narcisismo extremo pueden convertirse en figuras peligrosas cuando sus proyectos personales se confunden con el destino de una nación o de la humanidad. La egopolítica ha amplificado este fenómeno, permitiendo que individuos con tendencias mesiánicas acumulen poder sin restricciones institucionales.

Isaacson, al describir a Musk, señala que su genialidad es inseparable de su arrogancia y su incapacidad para aceptar límites. “Elon vive en una realidad donde las reglas normales no aplican”, escribe. Este mismo principio se puede aplicar a Milei, cuya retórica lo presenta como alguien que no debe someterse a las reglas tradicionales de la política.

Si el futuro depende de líderes que rechazan el multilateralismo, desprecian la política tradicional y ven el mundo como una extensión de su ego, ¿qué pasará con quienes queden fuera de sus planes de grandeza? La historia ha mostrado que cuando los líderes creen que son dioses, los que pagan las consecuencias son los mortales.

(*) Juan Manuel Valdés es legislador porteño y presidente del Instituto de Formación del Partido Justicialista