OPINIóN
Problemas y deseos

Inflación cero

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“Inflación cero”. Es una idea que remite al plan Gelbard. | cedoc

Ante la campana de Wall Street días pasados el Presidente anunció que “el cepo se levantará cuando la inflación sea cero”. Voces oficialistas quisieron maquillar el desatino, pero quedó claro que Milei desconoce que casi ningún país o ninguno en el mundo normal o no, tiene inflación cero. Tampoco parece deseable que ello ocurra, pues la búsqueda obsesiva de la “no inflación”, puede generar fenómenos más dañinos como la estanflación o la depresión. Es decir: recesión prolongada y profundizada. Esto puede ocurrir también con inflación negativa o deflación. Si ir muy lejos, la Argentina en 2001 tuvo una inflación del -1,5%, asociada a una caída del 4,4 del PBI.

La idea de “inflación cero”, recuerda al plan Gelbard, durante los gobiernos de Cámpora, Perón e Isabel Perón que se conoció popularmente con ese nombre; del que Gelbard renegó luego de su salida del Ministerio de Economía.

Vigente entre junio de 1973 y septiembre de 1974 el plan consistió básicamente en atacar la inflación con un férreo control de precios y salarios, luego de aumentar estos últimos, lo que se llamó “Pacto Social”. Se impuso el control de cambios y tasas de interés reguladas negativas. Todo en una economía con fuerte impronta estatal directa.

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Los primeros meses mostraron índices a la baja. Sin embargo, en un contexto de casi pleno empleo, una política económica que poco promovía la inversión interna y contextualmente tampoco la extranjera, no podía sostener la baja inflación.

La “inflación importada” por el shock del petróleo de octubre de 1973 más la monetización del superávit comercial, producto del aumento de precios de la carne y el trigo, principalmente, más el déficit fiscal hicieron su parte. Finalmente, la imposibilidad de mantener los precios a raya, aún con controles y acuerdos hizo colapsar el plan.

Uno de los problemas centrales de la “inflación cero” fue mantener un tipo de cambio oficial fijo. Como la inflación real no era cero, se iba apreciando progresivamente el peso y generando una distorsión de precios relativos, hasta llegar a la explosión del Rodrigazo en 1975. Gelbard y sus funcionarios culparían más tarde al presidente del BCRA Gómez Morales, por no querer devaluar a tiempo, lo que probablemente hubiera evitado la crisis de junio de 1975.

Hoy, en ese aspecto existen similitudes. Lejos de ordenar los precios relativos, el gobierno de Milei los manipula favoreciendo a los sectores no transables, en el medio de una enorme recesión que no impulsa la inversión productiva. Con el más crudo intervencionismo, como Gelbard, se ha atrasado el tipo de cambio hasta casi licuar la rentabilidad de los sectores más competitivos y genuinamente productores de dólares. Ni hablar de los otros.   

De no corregirse esta situación, el problema podrá dejar de ser la inflación aun siendo cero, y se trasladará, como en los 90, a una larga y dolorosa depresión sin final a la vista.

*Director del Centro de Estudios para el Desarrollo.