OPINIóN
Desafío

IA (perspectivas desde la ley)

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Actualidad. Es casi imposible imaginar la sociedad sin internet. | shutterstock

Si pudiéramos reducir lo contemporáneo a un momento, quizás sea, al menos en una fase embrionaria, el momento de la inteligencia artificial.

David Bowie describió el boom de internet en una entrevista con el periodista Jeremy Paxman en 1999: “No hemos visto siquiera la punta del iceberg; lo que el internet le hará a la sociedad, malo y bueno, es inimaginable, es algo excitante y aterrador”. En la actualidad, es casi imposible imaginar la sociedad sin la omnipresencia de internet. Una disrupción que lo cambió todo, y redefinió nuestro mundo bajo nuevas relaciones humanas. Su irrupción posibilitó otros desarrollos, rompiendo para siempre la distancia como barrera natural, volviéndola irrelevante. En este contexto, la dimensión potencial de la inteligencia artificial escala a similares parámetros.

La IA, en un campo combinado entre las capacidades de esta “herramienta”, e internet, como fuente infinita de información, nos inquietan.

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Podría decirse que la IA es una herramienta con el potencial de replicar el comportamiento humano. Mejora constantemente y crea contenidos con una fidelidad cada vez más asombrosa. El grado de sofisticación que demuestra, y el que especulamos se puede alcanzar, genera una razonable confusión sobre si lo que vemos es real o no.

En un escenario tan complejo, es necesario reflexionar sobre las diferentes alternativas que podría reglamentar la ley en un hipotético marco regulatorio. Nos inclinamos por la regulación, aquellos que concebimos la ley como un equilibrio de poder civilizatorio en el marco de un Estado constitucional.

Pensar la IA desde la ley es pensar nuestro tiempo; sin embargo, legislar el presente con perspectivas de futuro es siempre una tarea difusa, en parte incierta, donde los objetivos son difíciles de asegurar.

El abordaje jurídico de la IA debe contemplar múltiples perspectivas; no obstante, hay un elemento que debería ser prioritario: no estamos legislando únicamente sobre innovaciones tecnológicas, sobre comercio, publicidad o la propia definición de trabajo humano, además de esos aspectos, el dilema central se basa en que esta tecnología tiene el potencial de replicar el comportamiento de una persona, quizás la cuestión más compleja a reglamentar.

La persona humana está en el centro de los sistemas constitucionales y democráticos. Nunca en la historia de los avances tecnológicos tuvimos la oportunidad de replicar el comportamiento de un ser humano con un alto grado de fidelidad. Es un campo desconocido para la ley, para la historia y para los estados.

Abordar lo desconocido genera dudas, pero también es parte del cambio permanente en el que conviven las sociedades modernas, en las que los sistemas constitucionales permiten modificarse y adaptarse al futuro.

La IA representa un cambio rupturista con relación a las formas de abordar y regular la tecnología hasta la fecha, es un gran desafío para los sistemas democráticos encontrar un equilibrio que pueda armonizar los enormes beneficios de esta tecnología, con sus potenciales peligros, en el marco de la ley.

* Abogado. Docente de Derecho Constitucional Político y Derechos Humanos desde la Perspectiva Internacional. UCES Sede San Isidro, Extensión Tigre.