OPINIóN
Corazón en “spam”

“Homo Disponibilitus” o la tragedia de estar siempre listos

“Somos la especie que inventó el “modo avión”, pero no lo usa nunca”, dice el autor y analiza la tarea autoimpuesta de estar siempre disponibles para todos y a toda hora, aunque hacerlo pese con un peso que no alcanza para hacer fondo y volver a la superficie.

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Aislados. Es importante mantener el contacto personal. | cedoc

Entramos al segundo trimestre del año con una mezcla de culpa y cafeína. Y si sos como yo, seguramente estás diciendo cosas como “ahora sí me pongo las pilas”, mientras respondés un audio a las 23:47, con cara de persona responsable que no puede dejar a nadie colgado. Aunque, en realidad, el que está colgado sea uno.

Vivimos en un mundo donde estar disponible ya no es una elección: es un mandato silencioso. Contestar rápido. Devolver el llamado. Mantenerse “en línea”. Mostrar que se está. Aunque no estés. Aunque no se quiera. Aunque duela. Somos la especie que inventó el “modo avión”, pero no lo usa nunca. Nació una nueva criatura en esta era hiperconectada: el homo disponibilitus. Un animal que se define por su capacidad de responder antes de sentir.

El homo disponibilitus no descansa: actualiza. No dice “no”: posterga. Se mide por la velocidad con la que responde mails, pero no por la profundidad con la que piensa. Se siente culpable si no devuelve un mensaje, aunque no tenga ganas de hablar. Se angustia si deja a alguien en visto, aunque haya sido dejado en visto primero. Vive en un loop emocional con notificaciones encendidas.

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Nos vendieron la idea de que estar disponibles era sinónimo de estar presentes. Pero estar disponible no es lo mismo que estar. Hay cuerpos presentes con cabezas en mil chats. Hay vínculos sostenidos a fuerza de devoluciones inmediatas. Hay una exigencia de responder que, en el fondo, es una forma de desaparecer.

Cortázar decía que “nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido”. Yo me permito decir que todo no está perdido, pero algo sí: el derecho a desconectarnos sin culpa. A no contestar. A no estar. A recuperar el silencio como decisión política.

Estar disponible no es lo mismo que estar. Hay cuerpos presentes con cabezas en mil chats. Hay vínculos sostenidos a fuerza de devoluciones inmediatas"

Porque el homo disponibilitus no puede escribir, no puede crear, no puede ni siquiera sentir, si está todo el tiempo pendiente de la próxima alerta.

¿Cuántas conversaciones mantenemos abiertas por inercia, por presión, por no saber cómo decir 'hoy no tengo nada para dar'?"

No es casual que la palabra “responder” venga de respondere, que significa “prometer en respuesta”. ¿Y cuántas promesas estamos haciendo sin querer, solo por contestar rápido? ¿Cuántas conversaciones mantenemos abiertas por inercia, por presión, por no saber cómo decir “hoy no tengo nada para dar”?

No tener tiempo ya es obvio. Pero no tener espacio interno es el nuevo problema. Porque no somos sólo esclavos del tiempo ajeno, sino del acceso constante a nosotros mismos. De la idea de que alguien puede escribirnos a cualquier hora, y que deberíamos estar ahí. Y si no estamos, al menos justificarlo.

Estamos disponibles para todos, menos para nosotros. Le damos “entregado” a los demás y nos ponemos en “no leído” a nosotros mismos.

No sé ustedes, pero yo llegué al segundo trimestre con la bandeja de entrada llena y el corazón medio en spam. Y quizás por eso me animé a escribir esto: para ver si todavía se puede elegir no estar. O mejor dicho, para ver si todavía se puede estar de verdad, aunque sea un ratito.

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