La noticia de la semana fue la carta de Cristina Fernández. La misma tiene implicancias políticas pero en parte la motivación está en la economía. La situación de fragilidad es palpable y todo el arco político, principalmente el oficialismo, se inquieta. En tan solo 45 días se cambió 3 veces de estrategia para frenar la escalada del dólar.
Primero Miguel Pesce dio un mazazo a la demanda de divisas con una serie de normativas que dejaron a importadores y ahorristas con incapacidad de acceder al mercado al tiempo que se obligó a empresas a reestructurar deuda. El plan que duró poco más de un mes fracasó cuando la brecha cambiaria se duplicó del 70% a casi 140% y el BCRA siguió perdiendo reservas a un ritmo de USD 1.500 M por mes.
El plan Pesce fue intercedido por la iniciativa de Martín Guzmán. El Ministro quiso fomentar la oferta de dólares con medidas de política comercial. No hubo ningún éxito en Guzmán I y vino la apuesta de Guzmán II. Un arsenal de heterodoxia y ortodoxia.
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Actualmente el dólar retrocedió gracias a los controles informales de la CNV en el mercado de CCL. Controles basados en llamados pidiendo que por favor no se opere a riesgo que se podía judicializar incluso las operaciones.
Luego aparecieron vendedores fuertes en el mercado informal, un mercado chico donde unos billetes pueden mover la cotización. Hasta aquí la heterodoxia. Medidas que no pueden más que funcionar como stoppers de una situación que se estaba desbordando.
Junto con ello apareció la ortodoxia del Ministro que desde la Secretaría de Finanzas emitió deuda de todo tipo. En el neto entre vencimientos y nueva deuda se hizo de $250.000 M, donde la estrella fue un instrumento atado a tipo de cambio. Al mismo tiempo se dio una señal a una intención que de quitar pesos del mercado cancelando Adelantos Transitorios, por ahora apenas un gesto de complacencia con el mercado.
Guzmán obtuvo US$ 1.666 millones en el bono atado al dólar para bajar la tensión cambiaria
La prudencia del Ministro respecto a la exposición en moneda extranjera es ambigua. Por un lado es cierto que el país no tendrá que pagar dólares por esos títulos, pero si en algún momento la economía tiene que operar con un tipo de cambio más elevado, la carga de esta deuda se hará muy pesada. Más aún considerando que actualmente el sector público está expuesto negativamente a una devaluación en sus cuentas fiscales. Sumado a esto, el BCRA ya pasó la barrera de los USD 5.000 M de dólar futuro vendidos.
Las apuestas del gabinete económico están siempre puestas en que el tipo de cambio no deberá corregirse. Un dólar comercial que está en un nivel adecuado, en nuestra opinión no le sobra nada más aún cuando se lo ajusta por presión tributaria.
Independientemente de si está o no en un nivel adecuado, la exposición que se está tomando frente a la cotización del dólar da fragilidad y queda el interrogante si no era mejor acomodar en parte el tipo de cambio para reducir la brecha. Este esquema deja la puerta abierta para que la solución sea volver a pedir financiamiento (al FMI, tal vez?) al tiempo que se profundizan los controles a las importaciones para tratar de evitar una devaluación que mientras más se posterga, más dura será en términos sociales.
El Gobierno intenta bajar el dólar
La exposición del sector público a la cotización del tipo de cambio solo dejará más mishiadura si el tipo de cambio se acelera. Por ahora, aunque sea ficticiamente, hay una tregua con el dólar. Pero difícilmente se pueda reducir la brecha bajando el dólar libre. Las herramientas son pocas, el riesgo de cometer errores es alto, la percepción del público es que el dólar al valor actual es barato y el mercado sigue inundado de pesos donde la demanda por circulante empieza a caer.