OPINIóN
Efemérides 15 de febrero

Grandes plumas inmortalizan a Sarmiento

Leopoldo Lugones lo comparó con “una montaña brutal y despedazada”. Para Ricardo Rojas fue “dionisíaco” y “su gesta”, “una pasión fatal”. Y, según Manuel Gálvez, “uno de los más vastos cerebros del país". un "civilizador continental”. Domingo Faustino Sarmiento nació en 1811 y tiene casi la edad de la patria.

2023_09_16_sarmiento_cedoc_g
Sarmiento. | cedoc

Solo como una traslación de la creencia religiosa en la inmortalidad del alma a la preocupación por la identidad nacional –un fenómeno muy propio de la Argentina de entre fines del siglo XIX y comienzos del XX- puede volverse comprensible que, entre nuestras efemérides recordatorias de los hombres ilustres del pasado, predominen las necrológicas por sobre las fechas de nacimiento.

Domingo Faustino Sarmiento no fue una excepción, aunque el caso del sanjuanino se vio ampliamente beneficiado con la institucionalización del día de su muerte -el 11 de setiembre de 1888- como el Día del Maestro. Fue un modo no solo de inmortalizar al hombre, sino fundamentalmente de situar en un lugar de trascendencia a la educación, aquella por la que tanto luchó y por la que tanto hizo.

Pero más allá de esos “recuerdos de la muerte”, siempre resulta saludable constatar el modo en el que organismos y cultores individuales de las grandes figuras de nuestro pasado atienden, año tras año, también la fecha en que aquellos “grandes hombres” llegaron al mundo. Entre los sarmientinos, un día como hoy en el que se recuerda el natalicio del autor del Facundo, cosecha siempre la devota y justa atención, por no decir devoción.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Aún cuando hayan sido impuestas como uno de los tantos modos de reafirmar la identidad como Nación en tiempos de la “Argentina aluvial”, con su pulsión recordatoria y memorialista, las efemérides deben ser también una buena excusa para revisitar -sin temor a enfrentarse a perspectivas diversas y críticas- el pasado. Y, desde luego -o tal vez sobre todo-, con el modo en que las generaciones sucesivas se encargaron de moldearlo, aun a sabiendas de que “operaciones” de ese tipo se hacen inevitablemente desde el particular modo de ver el mundo de cada uno de los evocadores.

En efecto, en la reconstrucción y postulación de una determinada “vida de Sarmiento”, tres son tal vez las plumas que emblemáticamente contribuyeron a la plasmación de la imagen que del gran educador han tenido muchas generaciones de argentinos. Y no es casual que dichas plumas formen parte de los grandes nombres de las letras argentinas: Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y Manuel Gálvez.

19 ideas de Sarmiento que le cambiaron la vida a los argentinos y que todavía están vigentes

Tomando entonces como excusa que un día como hoy pero de 1811 nacía -casi con la Patria misma- Sarmiento, las líneas que siguen pretenden resumir e ilustrar el modo en que estos tres autores emblemáticos abordaron la vida de una de las figuras más relevantes de nuestra historia.

Sarmiento, cuando la naturaleza forja el espíritu

Fue Leopoldo Lugones quien encaró la primera, más contundente -y con inocultables pretensiones de indiscutible-, reconstrucción biográfica del ex presidente. Asumiendo sin tapujos la intención de convertir su obra en un panegírico de su personaje, Lugones publica en 1911 por encargo del Consejo Nacional de Educación presidido por José María Ramos Mejía, el libro que en su edición definitiva de 1931 lleva por título Historia de Sarmiento.

Con la bella y desbordante prosa de quien fue un gran poeta -no por nada fue uno de los escritores más admirados por Borges, otro gran sarmientino- Lugones advierte al lector en las primeras líneas que de lo que se trata “… es de glorificar a Sarmiento” (p. 10).

Sin embargo, muy rápidamente se encarga de balancear esa afirmación con otra que podría ser representativa de algunas de las más modernas formas de hacer historia: “Sarmiento, más que un hombre, es una época” (p.11). Fiel representante de la idea de que el ambiente -en este caso la orografía andina de San Juan- forja la personalidad de los hombres, Lugones postula que “la naturaleza hizo en grande a Sarmiento. Dióle la unidad de la montaña que consiste en irse hacia arriba, de punta…”.

Y continúa: “Desde la inmensidad en que se abisman en distancias sobre campos indefinidos, desde la inmensidad donde no hay más que luz, el aire convertido en tela de viento, agrava la soledad con intermitencias de lejano aullido. No es alegre, por cierto, esa primera confrontación con la montaña. Su pedregal bruto, sus leñas torcidas, sus ramajes acamados, sus farallones agresivos, sus pendientes en que la fuerza de la mole parece empujaros hacia atrás, nada tienen de amistoso. Todo cuanto notáis en ella, es brutal y despedazado” (…). La naturaleza hizo en grande a Sarmiento” -vuelve a repetir el autor de La guerra gaucha. “Dotó de fuerza membruda, desbordada con abundancia animal, su espíritu, como para que la robustez del leño exaltara la viveza de la brasa. Y aquella energía estuvo siempre despierta, como el fuego. Al igual de este elemento, su condición de vivir fue que estuviera siempre despierta” (p. 12).

Con semejantes primera páginas, resulta previsible que la oración final -describiendo la tumba en Recoleta- sea: “El peñasco vendría a constituir perpetuamente una evocación simultánea de Sarmiento y de los Andes; y encima, perchado como el ave heráldica del correspondiente blasón, un enorme cóndor de bronce, único tributo del arte humano, estaría ofreciendo el gran viaje de la inmortalidad, aquellas alas rebramantes de huracán con que rema la inmensa ola azul del cielo” (p. 206).

De profeta a animador

Casi como expresiones del final de una época y sin imaginar las características de la que se avecinaba, de 1945 son los otros dos libros fundantes de la historia de vida de Sarmiento.

El profeta de la pampa de Ricardo Rojas, sin ocultar en ningún momento su admiración por el retratado, se aleja del panegírico buscado por Lugones para dar lugar a un libro a medio camino entre biografía y tratado.

Con una prosa que poco puede envidiar en belleza a la de Lugones, Rojas también advierte de entrada la significación de la experiencia intelectual de vérselas con Sarmiento: “Durante más de treinta años he estudiado a Sarmiento con el propósito de escribir su ‘vida’, pero no empecé a escribirla sino cuando el personaje, recobrada en mi mente la animación espiritual de su ser, se movió por sí mismo con apremiante impulso, buscando alcanzar existencia propia, como las criaturas del arte”.

Cumplida la tarea del investigador, Rojas buscó adentrarse en la experiencia de “… la creación estética, necesariamente emocional e intuitiva. Una vez documentada la persona del protagonista, con solo dejarla vivir, manó espontáneamente la verídica narración de su aventura”. Pero “Sarmiento no se aviene a formas arquitectónicas, porque no hay quietud en su vida ni abstracción en sus ideas. Su ritmo personal es dionisíaco y su gesta se desenvuelve en el curso de una pasión fatal”.

Carnavales de antes: de Sarmiento y el pomo de agua, a las serpentinas y los bailes en estadios

Al igual que su antecesor y como coletazo de una visión que fusionaba patriotismo y romanticismo, Rojas remata: “Personaje armado de la palabra escrita en un pueblo analfabeto y disperso, proviene de esa desarmonía su patetismo a veces extravagante. Es un patriota desesperado, que vivió en constante expatriación, real o visionaria. Más allá del militar, del político, del educador, del publicista, Sarmiento es el profeta de una tierra prometida que está en el porvenir”.

Por su parte, en su minuciosa y extensa Vida de Sarmiento y a la hora de retratar el San Juan en donde nació, Manuel Gálvez lo hace así: “En esta aldea, entre analfabetos, nacerá el hombre que en la América Hispana tendrá en más alto grado que otro alguno la pasión del libro y de la cultura popular. En esta aldea de horizontes limitados, surgirá uno de los más vastos cerebros del país. En esta aldea, remanso de silencio y quietud, nacerá el más bullicioso y agitado, el más inquieto e inquietante de los argentinos de todos los tiempos. En esta aldea en que la civilización sólo consiste en los buenos modales que han conservado las antiguas familias, aparecerá uno de los más grandes civilizadores continentales. Ese hombre, que nacido en una casucha y en medio de la pobreza, de la ignorancia, de la rutina y de la falta de higiene, llegará a ocupar el primer lugar de la patria, a ser un escritor poderoso y un animador y renovador formidable, se llama Domingo Faustino Sarmiento” (p.10).

Sarmiento, entre pasado y presente

No eran tiempos, todavía, para discutirlo; solo para ensalzarlo, aunque no sin sobradas razones. De allí en más, el Sarmiento a quien hoy recordamos, entraría en aquella fase de la que sin duda él mismo habría disfrutado: la de la polémica. De allí que la mirada de José Luis Romero actuara a modo de bisagra entre la ponderación casi sin atenuantes, y la crítica, siempre indispensable.

'Sarmiento no se aviene a formas arquitectónicas, porque no hay quietud en su vida ni abstracción en sus ideas. Su ritmo personal es dionisíaco' (Ricardo Rojas)"

Lo hizo en 1963 colocándolo -como no podía ser de otra manera tratándose de un historiador y no de un literato-, en el continuum entre pasado y presente: “Si de otros puede decirse con certeza que pertenecen solamente al pasado, de Sarmiento no es posible afirmar lo mismo. Algo hay en él que no ha muerto, y acaso pudieran repetirse pensando en él las palabras que escribió sobre Quiroga: “No, no ha muerto. Vive aún. Él vendrá”. No se requiere apelar a la vana esperanza de su regreso para descubrir su proximidad y su permanencia.

Sarmiento no tiene necesidad de que se anuncie su retorno porque no ha desaparecido de la vida argentina. Pero no porque obraran en él misteriosas fuerzas, sino por la peculiaridad de su genio, cuyas incitaciones recobran en cada circunstancia actualidad, eficacia y dimensión contemporánea” (Sarmiento entre el pasado y el futuro).

A 214 años de su nacimiento y a la luz de sus grandes exégetas, la mayor o menor presencia de Sarmiento en nuestro presente depende, en todo caso, exclusivamente de nosotros.

*Director del Museo Histórico Sarmiento. Sociólogo (UBA) especializado en temas culturales. Doctorando en Ciencias Humanas (UNSAM).