Días atrás, la supuesta entrevista por streaming en la plataforma Neura entre el recién recibido de "filósofo" y ex periodista deportivo devenido periodista por deporte –Fantino, de apellido– y el panelista vitalicio devenido "presidente" provisorio por una cuestión estacional –Milei, su gracia– hizo recordar un hecho histórico, el famoso encuentro con la no menos famosa frase de Gatica a Perón: "Mi general, dos potencias se saludan".
Recordaren el sentido de otra frase, la pronunciada no por un boxeador, sino por un filósofo, ésa de que "la historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa", del mismo modo que un dan de artes marciales o un gordo de la CGT podrían repetirse en un "gordo dan", sin ir más lejos.
La ocurrencia de Gatica a Perón la recreó Leonardo Favio en su filme sobre el púgil, con aquella imagen a un costado del ring junto al general, que parece una ensoñación más que una imagen, como solían ser sus películas.
La salvedad abismal, no obstante, entre la realidad histórica y la ficción "neurática", por no decir neurótica, tiene un correlato mejor y es que la frase tácita que Fantino, que no es una potencia, a diferencia de Gatica, que sí lo era, nunca pronunciaría a su entrevistado, que no es un general, menos una potencia, y que se le adivina, sería: "Mi panelista, dos mediocres se saludan".
Establecido el ámbito sobre lo acontecido, pues, en estos días en esa plataforma, poco después apareció en el portal de Perfil una nota sobre periodismo y periodistas o los que fungen como tales o lo fueron y cambiaron su oficio por otro más rentable, el de ensobrados o mercenarios o cipayos, aunque opinan como si aún fueran periodistas, pluma en ristre, carucha en la pantalla, red social en su teclado.
Apareció, esa nota, para desensobrarlos o alumbrar el problema, si es que faltase alguna lamparita, aunque, a la luz del "ballottage", no abundan.
Ante esto, un escritor encerrado en su torre de marfil como quien escribe –bolsa de agua caliente en el invierno, bebida fresca en la heladera en el verano, dinero que no alcanza en primavera ni en otoño, aunque él resiste–, y encerrado allí por no creer en nada o creer en muy poco, sería un mal ejemplo, habidos tantos buenos, como Miguel Hernández, Pablo Neruda, Juan Gelman, por citar tres, e igual, pese a mirarlo todo desde arriba, todo también de abajo lo mira a él, porque nadie escapa de su época, y así, cuanto sucede lo interpela y él transcribe pareceres, como los que vierte en esta nota, que le revuelven el alma o lo que sea en ese lugar, quizá las tripas, y son marchas de jubilados de los miércoles, el genocidio en Gaza, una mayoría humana encandilada por los espejitos de colores, que los comunistas del siglo que pasó, pagando el precio burocrático de la URSS, que hasta lo pagó el gran Sartre, llamaban "el pueblo luminoso", siendo que los pueblos, en su ignorancia, más bien andan a tientas, en las urnas o en la selva, como lo debió haber palpitado Guevara en África y en Bolivia lo aprendió en carne propia, aunque algo tarde, y sólo encienden una vela cuando la Historia los agarra de los pelos y los arrastra, como Lenín lo supo mientras cabalgaba y se lo sopló al oído el Quijote.
Se habla de periodistas "ensobrados", y más de uno, qué no, pero a veces lo están de un lado y otras, de otro, así que los fantasmas, anden aquí o allá; en una época de trumpiadas, mileidades y otras chucherías, da como para un segundo "Cambalache" discepoliano.
Podrían tirarse nombres, sobran canales y pantallas para nombrar, quién no conoce sus fachas y hasta sus peinaditos que la mano de continuo acomoda o sus peladas prácticas, algunos y algunas de esas caras hasta saben cómo ponerse serios, serias, bajo la fachada de una independencia de opinión, sea por el convencimiento de los "sobres" o el de una ideología, algo genuino, al menos, aunque repugne.
Pero en la torre de marfil se está cómodo, para qué complicarse si uno no es periodista y todos tenemos que morir, lástima que algunos no lo hagan prontoy se lo desee como a presidentes que abusan del avión.Por todo esto que se barrunta vale detenerse en la nota que Jorge Fontevecchia, el hacedor de Perfil, sacó a luz hace poco defendiendo valores que deben defenderse y, titulada Proyección de Milei y mala praxis periodística, en la que expresa:
“Los intentos de dictaduras de todo signo de regular la práctica periodística para controlarla, censurarla y amansarla, justificadamente generaron en las instituciones periodísticas un rechazo visceral e inconsciente a criticar con nombre y apellidos a quienes ejercen el periodismo de mala manera bajo la premisa de no realizar ‘caza de brujas’ ”, y es real. Se refiere, y las nombra, a las “organizaciones empresarias como Adepa, profesionales como Fopea y del conocimiento como la Academia Nacional de Periodismo”, a las cuales, si bien exalta, no deja de observarles que,"como toda virtud en exceso se transforma en lo contrario, fuimos quedando maniatados sin poder advertir a la audiencia –los ciudadanos– las prácticas nocivas que afectaban la calidad de la información que reciben”, lo cual también es cierto como autocrítica, aunque debería objetársele lo de “maniatados”, porque suena algo complaciente, ya que ¿quién los maniató sino ellos a sí mismos?
Pero bueno, nunca es tarde para recapacitar, sobre todo si se agrega lo de “animarse a hacer público lo que normalmente queda reservado en el intercambio entre los miembros de esas instituciones”.
La postura es valiente y se refrenda en la “disidencia a seguir negándonos a identificar a quienes realizan mala praxis, limitándonos solamente a exponer deontológicamente cuáles son las buenas prácticas, por ejemplo, en la Academia Nacional de Periodismo".
Es darles, de paso, un palo en la cabeza a los “políticamente correctos”, periodistas o no, tipo el diputado Valdés, quien, gaseado y todo en una represión bullrichiana, dijo a la represora vía los medios: “Señora ministra, acabe con esa lógica de amigo–enemigo, nosotros no queremos cambiar el sistema”.
Los cuatro juicios de Fontevecchia y Perfil contra Milei
Ya lo sabíamos, Eduardo, se lo sabía desde que Perón echó de la plaza en 1974 a medio peronismo. Entre John William Cooke y Vicentín, siempre en el peronismo se elige a Alberto Fernández, como en otros momentos se lo pudo elegir a Menem, López Rega o Isabelita y como Valdés elige a Bullrich.
Es lo que pasa con todo progresista y socialdemócrata, tal cual ilustró a la perfección un humorista francés que dibujó una marcha hippy bajo el cartel “Hagamos el amor, no la guerra” y la policía se los culeaba. “No hay nada nuevo bajo el sol", hace siglazos anunció el Eclesiastés.
Pero Fontevecchia no se estanca en lo "deontológico" o ética de los deberes, lo cual es peligroso en épocas como ésta, y arremete, al afirmar que “nuevamente Javier Milei criticó al presidente de esta institución, Joaquín Morales Solá, cruzando cualquier límite al llamarlo ‘imbécil’ ”, y en su insulto le falta el respecto a toda la Academia de Periodismo".
También defiende la “caballerosidad” de Morales Solá, que “nunca saldrá a responderle a Milei ni aspirar a ninguna defensa corporativa de la institución que conduce”, pero, como la caballerosidad tiene un límite y exige otra actitud, se planta en “el imperativo de no dejar pasar una más sin denunciar la mala praxis y la falta de integridad profesional de quienes realizan entrevistas al Presidente y no cumplen su función de preguntar sobre aquello que lo incomoda, repreguntar cuando no está respondiendo o lo realiza de manera manifiestamente incorrecta y de permitir ser vehículo de insulto a colegas sin una mínima expresión de disgusto”.
Vale la queja, pero al escritor en la torre de marfil le da como que Fontevecchia peca de ingenuo al reclamar “integridad profesional” de quienes están desintegrados, ya no en su profesión, sino en su esencia humana. ¿No será demasiado “eduardovaldesiano” pedirles que “le pregunten al presidente” sobre “aquello que lo incomoda”, cuando la incomodidad es su existencia misma en la Argentina y en el mundo?
Recordemos que no es Borges ni el Papa Francisco ni el carnicero de la esquina, que habla mejor que él y no corta a motosierra la carne ni el país. ¿O que le ”repregunten” cuando “no está respondiendo” o lo hace de “manera manifiestamente incorrecta”? Pero si eso es lo que vino a hacer: a no responder o a hacerlo como se le antoja, con el escaso vocabulario que tiene, además, o su impronta afásica al leer lo que le escriben o vomitar lo que le sale.
En cuanto a reclamarles, Fontevecchia, a los entrevistadores de turno o partícipes necesarios o vectores imprescindibles del “insulto a colegas”, que muestren “una mínima expresión de disgusto”, ¿no es como pedirle a un escorpión que no se haga “el rana”? Quevedo se reiría, porque sería como pedirle a su “Poderoso caballero” que no sea “Don Dinero”.
Fontevecchia, sin embargo, con el peso de su autoridad, aunque no presida una academia, señala que, “detrás de esa vinculación inadecuada del periodista con la fuente, se solapa un intercambio económico” y, “así como se investiga que se haya podido cobrar dinero para tener acceso a determinadas reuniones con el Presidente, cualquier intercambio económico no necesariamente requiere que sea directamente material”.
Y suma: "De la misma manera que configura un delito para los funcionarios públicos el uso personal de información reservada para conseguir beneficios, en nuestro caso, en lugar de cobrar con dinero, se puede cobrar con publicidad gratuita, doblemente valioso por estar enmascarada en el formato de periodismo”.
No para ahí su desguace de esa estructura perversa tan bien montada por el poder, extiende su defensa a colegas y aclara que “el ejemplo de Alejandro Fantino con su propio canal de 'streaming' llamado Neura que tuvo varias horas a Javier Milei insultando a periodistas de trayectoria”, y los nombra, “es sólo uno de ellos”, lo que nos lleva a recordar un famoso policial televisivo de los sesenta, "La ciudad desnuda", con su icónico eslogan al finalizar cada episodio: “Hay ocho millones de historias en la ciudad desnuda. Ésta ha sido una de ellas”.
Y Fontevecchia cierra: “Cuando el Presidente habla de periodistas ensobrados por pagados, está proyectando su propia práctica en los demás, es él quien compra voluntades de periodistas pagándoles con acceso exclusivo que luego se monetiza en dinero”.
Dicho en lunfa: “ser ensobrado garpa”. Ahora bien, ver a Fantino departir con Milei fue como ver, cuando chicos, a dos simios en el zoológico haciendo morisquetas, y la nena tirándole de la manga al papá: “¡Ufa!, pá, me aburro, comprame un pirulín", y el nene, a la mamá: “Yo también, má; a mí, un copo de nieve", y ambos, al unísono: "Pá, má, vamos a ver reptiles”.