Enfatizar en medio de una entrevista, que un gobierno no está dispuesto a ir cual estado policíaco, quebrantando libertades individuales, porque “Uruguay tiene vocación genética de libertad”, tal vez fueron las palabras de Luis Lacalle Pou que más resonaron en las mentes perturbadas de millones de argentinos. Millones de argentinos cansados del encierro, de las prohibiciones, y de un tipo de gobierno que parece no estar dispuesto a representar a ciudadanos responsables, empoderándolos, sino a cuidar con notables contradicciones y contraindicaciones a sus habitantes, asustándolos hace casi cuatro meses, con la amenaza constante de que podrán morir por coronavirus.
El presidente de los uruguayos desde el comienzo comunicó a sus ciudadanos que la pandemia por coronavirus se enfrentará bajo una estrategia o comando que contempla tres perillas, la sanitaria, la social y la económica. Y si bien la perilla sanitaria ocupó desde la llegada del coronavirus al país, el lugar central, en ningún momento en Uruguay se pretendió dejar a un costado cuestiones sociales, humanas, psicológicas y económicas. Porque la angustia, el desempleo y la pobreza también son problemas vitales en cualquier país del mundo, y en el Río de la Plata también.
El presidente de los uruguayos desde el comienzo comunicó a sus ciudadanos que la pandemia por coronavirus se enfrentará bajo una estrategia o comando que contempla tres perillas, la sanitaria, la social y la económica
Mucho se habla sobre la incongruencia de pretender comparar dos naciones con dimensiones territoriales y densidades de población tan diferentes como lo son Argentina y Uruguay. Sin embargo, si uno observa con detenimiento los grandes epicentros de aglomeración que tanto se desatendieron en Argentina, se puede concluir, según los últimos datos sondeados, que Uruguay padece de una enorme sobrepoblación en sus cárceles, más preocupante que la Argentina (según el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos argentino para el año 2017, Argentina muestra una cifra de 194 presos cada 100 mil habitantes mientras datos oficiales del país hermano, muestran que Uruguay arroja una cifra de 321 presos cada 100 mil habitantes), y los barrios vulnerables son un problema de enormes dimensiones también en la pequeña República (según datos estadísticos del Registro Nacional de Barrios Populares y la ONG TECHO, para el año 2018, 6,73% de la población argentina habita en barrios populares mientras en Uruguay el porcentaje es de 5,57% del total de su población). Sin embargo, el virus pudo controlarse en suelo uruguayo y se pretende seguir controlándolo mediante una labor conjunta, responsable y en libertad.
La enorme cantidad de testeos masivos pueden haber hecho la diferencia, así mientras Argentina a mediados de mayo de 2020 mostraba una tasa de 1.240 tests, Uruguay mostraba una tasa de 5.400 tests por cada millón de habitantes (encontrándose este último entre los máximos estándares de Sudamérica).
La enorme cantidad de testeos masivos pueden haber hecho la diferencia, así mientras Argentina a mediados de mayo de 2020 mostraba una tasa de 1.240 tests, Uruguay mostraba una tasa de 5.400 tests por cada millón de habitantes
En Argentina comenzó un exhaustivo control sobre el coronavirus en geriátricos al mes de comenzada la pandemia, en los barrios vulnerables comenzaron los controles a partir del 19 de mayo (a dos meses de comenzada la cuarentena), y en las cárceles luego de un mes de pandemia comenzó a encenderse una luz de alarma, porque un epicentro de contagios de tamaña dimensión debía ser enfrentando con rapidez. Se actuó con rapidez, pero mal, liberando a presos de alta peligrosidad como violadores, asesinos o femicidas. Y como dicha medida fue altamente repudiada por gran cantidad de ciudadanos protestando desde sus balcones y ventanas, se paralizó la importantísima tarea de descomprimir las cárceles, así, se abandonó, afortunadamente, la pésima idea de trasladar presos peligrosos a sus casas, mientras apareció la fantástica idea de trasladarlos a diferentes espacios tales como centros médicos intramuros en al interior de los diversos penales, a partir de un plan que propuso Alberto Fernández con claras directivas, pero que jamás los ciudadanos nos enteráramos si esto fue efectivamente concretado.
De aquello que sí nos enteramos, es que salieron de prisión procesados con causas abiertas, como Amado Boudou y Milagro Sala, para pasar sus cuarentenas confortablemente en sus hogares, mientras sus causas parecen ir tomando el viejo rumbo de la impunidad, impunidad que los argentinos están agotados de soportar. El caso de Lázaro Báez resonó también con fuerza en estos días, porque la llegada de su libertad es inminente. Se justifica su liberación (calificada como prisión domiciliaria) afirmando que pasaron cuatro años de su detención, cuando no deberían superarse dos años de un encierro sin condena firme; sin embargo, la pregunta del millón para estos millonarios que no pueden justificar jamás sus millones, es por qué, en dos largos años, la Justica argentina no pudo resolver tales casos y dar efectivamente condena firme a acusados con infinidad de causas (causas repletas de pruebas contundentes). La repentina llegada de Florencia Kirchner desde Cuba, en el momento que la Justica argentina se encuentra “de feria” por tiempo indefinido, cuando la hija de la vicepresidenta en funciones se encuentra involucrada en los ilícitos más graves que conforman las causas contra Cristina Fernández de Kirchner (Los Sauces y Hotesur) también resonó con mucho malestar y desconfianza. Destacar estas irregularidades, estas impunidades, no habilita la defensa del ex presidente Mauricio Macri y demás funcionarios de la gestión de Cambiemos, acusados por espionaje y delitos varios, que también por supuesto deberían investigarse hasta las últimas consecuencias, excepto que sigamos queriendo jugar a la “grieta” mientras la Argentina se empobrece cada día más.
En Uruguay como dijo el presidente Lacalle Pou, existe un valor supremo, la libertad, y existen dos valores esenciales para cualquier república que se precie como tal, el respeto a las instituciones y el repudio a la corrupción
La Justicia argentina no trabaja, o trabaja mal, no resuelve causas abiertas, por eso éstas se cierran sin encerrar a los delincuentes. Y todo esto pasa, mientras los ciudadanos argentinos se sienten controlados, vigilados y encerrados hace casi cuatro meses.
En Uruguay como dijo el presidente Lacalle Pou, existe un valor supremo, la libertad, y existen dos valores esenciales para cualquier república que se precie como tal, el respeto a las instituciones y el repudio a la corrupción. Tal vez por eso, el presidente uruguayo hoy es venerado por millones de argentinos.
*Politóloga y Profesora (UBA, (www.sandrach.com.ar).