OPINIóN
Discurso “hands off”

Esquivar el libre mercado con el lenguaje del papagayo

En el acuerdo con el FMI “el gobierno desplegó una estupenda exhibición de la fuerza disuasiva del Estado -desde la promesa hasta la amenaza- para evitar que el mercado decidiera por sí mismo el precio del dólar; al revés de la receta libertaria”, dice el autor.

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Papagayo. | Pixabay

La exitosa teatralización del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la puesta en escena de la cotización del dólar el lunes 14 de abril pasarán a la historia. Una brillante muestra de cuánto puede hacerse en poco tiempo, archivando un eje del relato, quemando la ideología propia, arrancando las hojas de los textos libertarios. Y cantando victoria donde hubo un notorio retroceso.

Personas expertas -periodistas, economistas, banqueros – aseguraban que el precio del dólar no necesitó intervención del Banco Central. Una verdad a medias: el Central no intervino públicamente, pero el gobierno desplegó una estupenda exhibición de la fuerza disuasiva del Estado -desde la promesa hasta la amenaza – con un propósito: evitar que el mercado decidiera por sí mismo el precio del dólar y la tasa de interés. Al revés de la receta libertaria.

¿El dólar se movió al libre juego de la oferta y la demanda? Nada más lejano a la verdad. Una dura presión sobre exportadores agropecuarios los instó no sólo a apresurarse a vender sino a aceptar un tipo de cambio más bajo que el que pretendían. Al punto que las declaraciones juradas de ventas al exterior parecen haber consumado unos 1,7 millones de toneladas.

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El mismísimo presidente de la República no se privó de blandir el poder del Estado para evitar a las ahora cuestionadas fuerzas del mercado: “A las exportaciones tradicionales les bajamos las retenciones transitoriamente (…) Dijimos que eran transitorias, así que avísenle al campo que si tiene que liquidar que liquide ahora porque vuelven en junio”.

¿El dólar se movió al libre juego de la oferta y la demanda? Nada más lejano a la verdad"

No estoy criticando la intervención estatal. Toda nación la practica. Molesta, en cambio, la propaganda que sostiene, con hipocresía, el discurso de hands off.

Libre mercado y la desgracia del FMI

Un gobierno va al Fondo Monetario Internacional cuando se queda sin opciones. Ninguna potencia acude al FMI. Ni EE.UU ni China, ni Alemania ni Japón. Ni siquiera Brasil. El presidente Lula acaba de remarcar que su crecimiento se disparó cuando terminó de pagarle al Fondo: “Brasil tenía problemas para crecer y en esos años pagamos al FMI y logramos crecer e hicimos reservas internacionales que siguen hasta hoy".

Acudir al FMI, en cambio, es inevitable cuando amenaza el derrumbe. Se cambia Guatepeor (la cosa que viene torcida) por Guatemala. Eso es precisamente lo que hizo la administración Milei, justo cuando el aumento inflacionario limitaba su éxito a un monotema: el superávit fiscal.

La extrema dolarización del mercado argentino significa, en la vida real, que los movimientos en el mercado cambiario se transmiten al sistema de precios. Y estos a su vez, con alguna demora, presionan sobre el tipo de cambio. Cada vez que el dólar sube, los precios suelen acompañar.
Gran maestre del día a día financiero, el ministro Toto Caputo sabe como nadie que el precio del dólar arrastra los precios internos.

El gobierno argentino deseaba un dólar fijo, la garantía de cierta estabilidad y una herramienta anti-inflacionaria. No pudo. El FMI no lo aceptó.

Toto Caputo no quería el sistema de bandas porque sabe que si el precio sube (aún dentro de la banda), puede repercutir sobre la economía. El FMI le dobló el brazo: no admite que sus dólares vuelen al bolsillo de especuladores y cambistas. Así llega la flotación entre 1.000 y 1.400 pesos.

El gobierno argentino deseaba un dólar fijo, la garantía de cierta estabilidad y una herramienta anti-inflacionaria. No pudo. El FMI no lo aceptó"

Resignado a las bandas, Caputo, razonablemente, operó con fuerza para impedir que se acerque a los 1.300 pesos por dólar. Lo viene logrando. Otra buena noticia para el gobierno fue la licitación en un bono que se ajusta por el dólar oficial. Quedó desierta. Conclusión: los inversores no imaginan una devaluación grande en los próximos meses.

El gobierno reza para impedir que el aumento del dólar se traslade a los precios en pesos. La expectativa oficial es que la fuerte contracción de la demanda limite la inflación. Como contrapartida, si esto ocurriera, la caída del consumo llevaría a una disminución del nivel de actividad. Como sea, todo mejor que el estancamiento con inflación.

La obligación de juntar dólares

El segundo problema es rogar que los exportadores mantengan un buen ritmo de liquidación de divisas. Es exigencia del FMI que aumenten las reservas. El gobierno tendrá que comprar más dólares de los que entrega. En cierto sentido, el esquema depende de la voluntad de las cerealeras y de la avidez criolla por la moneda norteamericana. El gobierno necesita mostrar que tiene los dólares y al mismo tiempo disuadir a los particulares de comprar dólares, para poder quedárselos a precio razonable.

El gobierno reza para impedir que el aumento del dólar se traslade a los precios en pesos"

El presidente Milei dijo a comienzos de este año que el dólar debía costar seiscientos pesos. La mitad que hoy. Toto Caputo prometió una inflación del uno por ciento hacia noviembre de 2024. Seis meses después, clavó 3,7%. Los números son pobres pero el gobierno sigue demostrando una enorme capacidad para celebrar lo que no existe y conseguir que muchos admitan sus visiones sin cuestionar la evidente asimetría entre promesas y resultados.

Papagayos y “Psittacisme”

El talentoso y protestón Paul Groussac escribía hace más de un siglo que “El vocablo psittacisme (lenguaje de papagayo) ha sido introducido en la filosofía por Leibnitz (Nouveaux essais, III) para designar el empleo maquinal de fórmulas y voces cuyo verdadero sentido se nos escapa, y también la adopción de opiniones in verba magistri, sin el propio ‘control’. Esta suerte de fetichismo verbal ha encontrado aquí un terreno admirablemente preparado”.

Groussac fue un pensador original, tan poco dado al colectivismo que ni siquiera creía en la soberanía popular, a diferencia de su amigo Carlos Pellegrini (“el hombre a quien más he querido”).

El genial filósofo prusiano Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) escribió como cuarenta obras de diversas disciplinas. Miembro de la Real Sociedad de Ciencias de Londres y de la Academia de París, fundó la Real Academia de Prusia. A pesar de ser alemán no se proclamó socialista ni comunista, tal vez porque ciertas ideas no se habían inventado. De todos modos, algo habrá hecho...

*Presidente del Instituto Moreniano

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