OPINIóN
Arquitectura

En 1915 se inauguró la Galería Güemes, el primer rascacielos porteño

Con 14 pisos y 76 metros de altura fue una enorme transformación edilicia para Buenos Aires: abrió un pasaje peatonal como galería pública; incluía teatro, restaurante subterráneo y sofisticados sistemas eléctricos de refrigeración, entre otros rasgos monumentales para la época.

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Galería Güemes. | wikipedia google street view

El 15 de diciembre de 1915 se inaugura la Galería Güemes, sobre la tradicional calle peatonal Florida, en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires. Se trata del primer edificio ejecutado íntegramente en hormigón armado. Con un soporte tecnológico de avanzada, generó una propuesta arquitectónica novedosa que se anticipó al concepto moderno de “centro comercial” y marcó el comienzo de un crecimiento vertical.

La irrupción del rascacielos

En la primera década del siglo XX, la Ciudad de Buenos Aires figuraba entre las cinco ciudades más grandes del mundo y, tras un impulsivo crecimiento horizontal, inició su expansión vertical. Junto al dominio de la técnica del hormigón armado, la irrupción del rascacielos estuvo protagonizada por el edificio de la Galería General Güemes, inaugurado en 1915, con 14 pisos y 76 metros de altura. 

Conocido originariamente como el “Pasaje Florida”, constituyó la más importante transformación edilicia de Buenos Aires. Obra del arquitecto italiano Francisco Gianotti, quien fuera además autor, entre otros, del edificio de la Confitería El Molino (Callao y Rivadavia, 1912).

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De características monumentales, abrió un pasaje peatonal como galería pública que comunicaba las calles Florida y San Martín, en el que incluía teatro y restaurante subterráneos, sofisticados sistemas de refrigeración, calefacción, iluminación y ventilación.

En este marco, el “pasaje” constituyó un eslabón más en la adecuación de la prestigiosa arteria, que ya había comenzado a suprimir el tránsito vehicular e iniciado la ampliación de sus ochavas. Como propuesta tipológica, representaba una nueva modalidad en torno al cambio de siglo pasado. Su calle-corredor dividía a la manzana tradicional y generaba un espacio público de circulación y de uso en lo que con anterioridad era privativo.

París, Roma, Madrid y entonces, Buenos Aires

Retoma el concepto de experiencias similares llevadas a cabo en Italia, tal como las prestigiosas y conocidas galerías públicas Vittorio Emanuele de Milán (1867), la National de Turín (1889) o la Humberto I en Nápoles (1890).El edificio se organizó en 3 subsuelos, un cuerpo macizo de 5 pisos altos y 8 pisos más, que se desarrollan en dos alas esbeltas sobre la masa de los pisos inferiores, y remata en una gran torre que sostiene a un faro.

De masa robusta, la fachada sobre Florida es fiel reflejo de su arquitectura y de las mutaciones concretadas a través del tiempo.Con armonía y sobriedad se eleva a 23 metros, a modo de basamento, hasta alcanzar el coronamiento en el quinto piso con dos elegantes torres que enmarcan el arco de acceso.En el subsuelo se localizó un restaurante y un salón de fiestas vinculados entre sí por un hall de grandes dimensiones. 

En la planta baja se materializa el pasaje/galería bajo una bóveda de cañón corrido casetonada, con una perspectiva ininterrumpida desde la calle Florida hasta San Martín, excepto por la intersección de dos halls principales que configuran los núcleos centrales del edificio, destinados a vincular los diferentes niveles.Cada hall ha sido coronado por una cúpula circular (que antiguamente era de hierro y vidrio, y hoy, completamente de mampostería) y se apoya en 8 columnas.Abiertos sobre el eje monumental del pasaje, se localizaron locales comerciales que ofrecían un aspecto ideal para la exhibición de mercaderías y generaban una virtual prolongación de “la calle más céntrica de la ciudad”.

Desde el punto de vista de su proceso de desarrollo edilicio, es posible observar la presencia de tres momentos diferentes:

La vanguardia: 1915 / 1947

Anticipándose al concepto de galería comercial, se materializó una obra de vanguardia, con las máximas precauciones y tecnologías disponibles.Luego de su inauguración, se inició un período de regodeo de la situación de vanguardia, y ello se evidenció en la existencia de mínimas intervenciones de carácter preventivo. El edificio se limitó a custodiar el crecimiento de las empresas e instituciones que albergaba.A mediados de siglo, la “galería” cambió de propietarios y dio comienzo a una nueva etapa edilicia.

La modernidad: 1947 / 1996

En 1947 los hermanos Diaberkirian adquirieron la propiedad de la galería en su totalidad y pusieron -gradualmente- en marcha una readecuación del edificio, mediante mutaciones tendientes a producir un cambio de uso, debido a la presión inmobiliaria sobre una zona de prestigio, y un cambio de lenguaje en su fachada principal para adaptarla a las corrientes contemporáneas.

En 1960se incorporaron 600 metros cuadrados más para oficinas, bajo el cañón de la bóveda del lado de la calle Florida.Como un intento de adecuarlo a los lineamientos de la arquitectura “moderna”, y dejando libre sólo la planta baja, se construyeron dos niveles altos en el vacío de su doble altura y se ocultó la fachada académica tras un cuestionado curtain-wall de aluminio y vidrio.

La acentuación: 1996 en adelante

Cuando en los años `80 se produjo la aparición de los shoppings, las arterias comerciales debieron salir a competir con ellos, mediante la definición de políticas comunes que establecieran su carácter común dentro de la ciudad.

En este marco, la Galería Güemes intentó valerse de los recursos lingüísticos de estos nuevos centros de compras y, para ello, se introdujeron ciertos cambios en la fisonomía general del espacio interior, mediante la construcción de locales centrales de bronce y cristal, el reemplazo de los antiguos pisos y la adecuación de la iluminación. De este modo, abrió un nuevo camino en la acentuación de su vocación comercial.

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Debió diseñárselo todo, hasta los más mínimos detalles.Una exigencia que derivó de la primera modernidad, dado que las nuevas necesidades no se resolvían con los catálogos de la época. Con cierto racionalismo austero, se lograron concentrar funciones comerciales, financieras y recreativas bajo una tipología novedosa en la realidad local, pero que el autor bien conocía en su Italia natal. Hoy, como resultado de un intento de “puesta al día”, la fachada original se muestra absolutamente oculta por rasgos precarios del Movimiento Moderno.

Hierro y vidrio se superponen de par en par sobre el elaborado frente, ignorando la audacia de su arquitectura. La bóveda, que daba carácter y fuerza al pasaje, fue literalmente “taponada” con mampostería en su acceso principal, reemplazando la doble altura por dos niveles de oficinas.La mutilación de su fachada quebró la integridad de una arquitectura sugestiva y de gran fuerza espacial. 

Del lado de la calle San Martín todo fluye más inmaculado, más armónico, a la “maniera” de Francisco Gianotti, quien tuvo la perspicacia de levantar el primer rascacielos porteño que hoy intenta renacer.