En la película Cabaret, la actriz y cantante Liza Minelli hizo famosa una canción que repetía esta frase tan elocuente…” money, money, money” y que simbolizaba a la codicia, esa locura humana por la riqueza excesiva y uno de los siete pecados capitales según la religión católica.
Y en esta Argentina donde casi todo es posible, a veces pasan cosas que no se pueden creer. Es que la imagen del autoproclamado futuro Premio Nobel de economía se desplomó convirtiéndose en un simple vendedor de riquezas fáciles de obtener y con creyentes que perdieron importantes sumas de dinero en pocos minutos. No promovió el trabajo, el sacrificio, el ahorro, consignas con las que hemos sido educados por nuestros padres en otras generaciones. No.
Insistió en que se puede ganar dinero con la especulación financiera. Su argumento fue que era para crear un mercado de capitales para financiar a las pymes, pero no se supo a cuáles ni como, y resultó un simple enunciado sin sustento en un país donde cerraron más de 10 mil pymes el año pasado. Y, si bien es cierto que con las cripto se puede ganar mucho dinero también alguien lo va a perder y generar una suma igual a cero entre ganadores y perdedores. ¿Esa es la propuesta para nuestro país?
En la criptoeconomía no puede faltar DYOR
Hace ya muchos años que el dinero dejó de ser creado en exclusividad por los Estados. El mundo financiero se erigió como un supra estado mundial capaz de mover montañas de dinero por fuera de los Estados, de las tradicionales bolsas y las respectivas empresas con sus acciones. Su fórmula fue crear diferentes alternativas financieras, diferentes bonos, para captar los ahorros del público y de las empresas, y cuya finalidad es hacer ganar dinero sin moverse de su casa.
Este sistema monetario de activos financieros de relativa facilidad de liquidez se llama cuasi dinero que es casi como dinero circulante y que debe sumarse al circulante porque funciona casi como tal.
El planeta financiero de los Estados y los privados, sostiene un mercado de capitales -por encima de la masa monetaria para el intercambio de bienes y servicios- que es necesario para financiar proyectos de diferente envergadura, pero también un mercado especulativo, “extra”, en un constante sube y baja, de ofertas y demandas, y que, la creatividad de los “Caputo mundiales”, lograron que en el mundo haya varias veces más monedas y bonos en circulación que lo necesario para el intercambio de sus bienes y servicios y el ahorro para invertir.
En el último tiempo, la estrella de esta creación de moneda, al margen de los Estados, se llama criptomoneda y sin lugar a dudas es un nuevo espacio del cuasi dinero creado para la especulación. Ideal para el lavado y para evadir impuestos que los gobiernos intentan regular.
Las criptomonedas también juegan en el fútbol argentino
En la Argentina,-y en el mundo- es un fenómeno que crece de la mano de los grandes especuladores de siempre pero también de nuevos y pequeños jugadores que quieren ganar algún dinero desde su casa con las criptomonedas. Y estas cripto, que las hay de variados tipos -siendo la más libertina para su creación las memecoins que usó el presidente-, reemplazan al dinero circulante en muchas transacciones porque se necesita solamente que alguien crea que eso tiene algún valor. Baste como ejemplo que al jugador Galoppo, hoy en River Plate, lo vendió el Club Banfield al San Pablo no por pesos, dólares o reales sino por criptomonedas.
Podríamos decir que, con las acciones de empresas en la Bolsa, hay una cierta probabilidad del precio futuro derivado de la trayectoria y productos de la empresa y sus perspectivas, y que por lo tanto el mercado es algo previsible. Que, si se apuesta en las carreras de caballos, hay un curriculum del corcel y del jinete, y entonces no es tan especulativo. Y que, si apostamos en el casino por tal número o color, aunque tienen una aparición caprichosa, es algo predecible por la ley de probabilidades, y entonces tampoco es tan especulativo.
Por el contrario, con la cripto, es solamente creer en quien vende ese espejito o morir en el intento. Y esa inversión en nada, porque detrás no hay ningún activo de respaldo de nada, es totalmente especulativa. No hay una empresa que avale al inversor, ni un caballo que tiene su historia, ni un casino que te asegura que la mesa donde corre la bolilla no está inclinada.
Es curioso que, en este vodevil, el mismo Sr. presidente, haya acertado con la definición de los riesgos en estos casos: “si perdes dinero en el casino, ¿cuál es el reclamo?” Efectivamente y no le han mentido, diría un cómico muy querido de nuestro país. El problema, el único problema, como bien dijo el periodista Viale, es que Milei es el presidente y no puede, no debe, recomendar negocios privados. Porque además de estar inhibido de auspiciar esos negocios, aparentemente sabía que iban a perder todos menos alfa y sus amigos y que, como contrapartida, iban a ganar fortunas en cuestión de minutos.
Promotores que venden cripto que a los pocos minutos se desploman y se convierten en estafas legales, hay en todos lados. Pero, si el promotor de la aparente estafa es el presidente de un país, es un delito y grave. El Senado no lo entendió así y de manera escandalosa votó no investigar. Queda la Justicia para explicar que pasó y, por supuesto… queda el veredicto del pueblo que puede castigar muy severamente, como en tantas ocasiones.