Aunque Nietzche ha sido quien más ha reflexionado sobre la idea de la “circularidad” de la historia, la filosofía muchas veces se ha ocupado del dilema que nos lleva a preguntarnos si los hechos que hoy vivimos volverán a repetirse porque la historia no es lineal.
Los estoicos aseguraban que había una repetición del mundo en donde este se extinguía para volver a crearse. Así, tras cada conflagración el mundo volvía a su punto de origen.
En la idea de una vida o de una historia cíclica anida la afirmación de que todo lo ocurrido y lo que ocurre en el universo ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos.
Cuando los estoicos o los nihilistas promovieron estas reflexiones, jamás pensaron que Argentina podría ser una prueba cabal de que el “mito del eterno retorno”, lejos de ser un mito, parece ser una cruel realidad.
En esta semana, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó un DNU delegándole al gobierno nacional la facultad de renegociar y aprobar un eventual acuerdo con el FMI.
En el debate parlamentario escuché muchas afirmaciones carentes de veracidad. No es cierto que todos los gobiernos se endeudaron con el FMI.
Argentina se asoció al organismo cuando Pedro Eugenio Aramburu asaltó el poder con un golpe de Estado y contrajo entonces el primer endeudamiento. Perón había rechazado la idea de sumar a nuestro país al FMI.
Desde entonces, Frondizi tomó deuda por 75 millones de dólares, lo que representaba el 0,5 % del PIB. Allí se inició un proceso de endeudamiento con el FMI que, convertibilidad mediante, obligó a Eduardo Duhalde (en medio de una crisis sin precedentes) a firmar un nuevo acuerdo stand-by que refinanció deudas acumuladas por un monto de US$ 12.500 millones de dólares, una suma equivalente al 11% del PIB registrado en 2002.
Néstor Kirchner, después de haber refinanciado esa deuda en 2003 y 2004, liquidó la suma total que por entonces se adeudaba (9.800 millones de dólares) iniciando así un período de autonomía económica respecto del organismo de crédito que se extendería hasta enero de 2018, cuando Mauricio Macri tomó una deuda de más de 55 mil millones de dólares, convirtiéndose así en el crédito más alto otorgado en la historia del FMI.
De esa cifra, ingresaron a Argentina 45 mil millones de dólares y en mi gobierno rechazamos tomar el resto del crédito. Esos 45 mil millones de dólares sirvieron básicamente para financiar la salida de divisas y favorecer a los grandes fondos que habían operado como “inversores golondrina” a instancias de Luis Caputo y Mauricio Macri.
Macri recibió una economía desendeudada, y su única política fue la toma de créditos. Vale la pena recordar que poco antes de que la hecatombe explotara en el gobierno de Macri, Luis Caputo se jactaba de que Argentina había obtenido un crédito que debería pagar durante los próximos cien años.
Nosotros en el gobierno debimos refinanciar esa deuda con el FMI. Logramos el mejor acuerdo posible que nos permitió no frenar la inversión en obra pública, promover políticas activas para la producción y fortalecer la salud y educación pública, así como el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Oí decir a alguien que con ese acuerdo “legitimamos” las deuda contraída por Macri. La realidad es que el gobierno que tomó esa deuda (de modo irresponsable sin duda alguna) tenía la legitimidad de haber ganado las elecciones intermedias de 2017, tres meses antes de acudir al FMI.
Aun así, como observamos la desastrosa gestión económica que representó ese endeudamiento, nos dispusimos a que en adelante se cumpla con la Constitución y cualquier empréstito que tome Argentina deba ser aprobado por el Congreso Nacional para evitar que pudiera repetirse tan nefasta experiencia. La ley que enviamos (27.612) fue aprobada prácticamente por unanimidad y por eso, cuando los términos del acuerdo con el FMI estaban finalizados, supeditamos la aprobación final al Congreso Nacional que lo avaló con amplias mayorías parlamentarias.
Yo creí entonces que a partir de ese momento no sería posible que un irresponsable que no sabe cómo salir de la crisis que sus políticas generan pueda recurrir al endeudamiento como opción. Pero palpo ahora que es real “el mito del eterno retorno”.
El gobierno nacional devaluó la moneda, ajustó el gasto público hasta la impudicia, llevó adelante un sistemático plan de supresión del Estado, provocó el cierre de un número incontable de comercios e industrias, aumentó el desempleo, deprimió los salarios y perdió reservas. En este contexto en el que se registran los valores más bajos de consumo de carne y leche, recurre otra vez al endeudamiento como solución.
Para endeudarse dicta un DNU que le otorga facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo para cerrar un acuerdo con el FMI cuyos términos reales nadie conoce. Eso significa que sabe perfectamente que su deber constitucional era someter un eventual acuerdo de endeudamiento a la aprobación del Congreso Nacional.
Si eso lo conoce, ¿por qué no sometió a la consideración de los legisladores el acuerdo al que puede llegar con el organismo acreedor? Porque sabe perfectamente bien que nunca sería aprobado ese acuerdo.
Por otra parte, si es cierto (como muchos han afirmado) que el Poder Ejecutivo puede cerrar un acuerdo de ese tipo sin intervención parlamentaria, ¿por qué no utilizó ese DNU para derogar la ley 27.612 que promulgamos hace apenas cuatro años? La respuesta es simple: eso tampoco hubiera sido posible de soportar.
Existen razones jurídicas y políticas sobradas para que Argentina en un futuro cercano repudie el crédito que ahora el FMI puede otorgarle. Al fin y al cabo, la ley 27.612 está absolutamente vigente y, por lo tanto, el DNU que le arroga facultades al Poder Ejecutivo para acordar (por más que haya sido avalado por la Cámara baja entre manejos espurios) es insuficiente ante la vigencia de aquella ley que respeta absolutamente el criterio constitucional.
Esto deben saberlo los directores del FMI. Al fin y al cabo, para poder otorgar un crédito como el que reclama Milei (criterio de acceso excepcional #4) se hace necesario un apoyo político amplio en el país que lo pide. Ese extremo claramente no está acreditado en este caso.
Cuando el FMI me propuso que tomara el crédito remanente que le habían otorgado a Macri, les dije simplemente: “Si no podemos pagar 45 mil millones de dólares, ¿cómo vamos a hacer para pagar más de 55 mil millones?... Sean responsables porque hasta aquí no lo han sido”. Me pregunto ahora: ¿van a darle 20 mil millones de dólares a un país que debe el doble de esa suma y no puede pagarla?
En el FMI aún hoy se investiga la forma en que aquel crédito fue otorgado. En la Justicia Federal argentina, aún hoy se investiga el trámite irregular que el gobierno macrista impuso a la toma de aquel crédito. Luis Caputo es uno de los afectados en ambas investigaciones. El mismo Luis Caputo que otra vez endeuda a la Argentina para congraciarse con los saqueadores de la Patria que desde que asumió Milei acumularon fortunas con maniobras financieras que ahora necesitan efectivizar en dólares.
Otra vez Luis Caputo. Otra vez Sturzenegger. Otra vez los neoliberales. El “mito del eterno retorno”.
Tal vez sea mejor escapar a esa idea de la “circularidad” de la historia y reflexionar sobre la enseñanza de Ruiz de Santayana: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Si aprendemos del pasado, tal vez nos vaya mejor.
* Expresidente de la Nación.