OPINIóN
Relaciones

El mito del conflicto entre ciencia y religión

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Perfil. “Jaime Duran Barba publicó una interesante columna sobre los desafíos de China”. | cedoc

La semana pasada, en PERFIL, Jaime Duran Barba publicó una interesante columna sobre los desafíos de China hacia Occidente. Lamentablemente, la columna reproduce supuestos falsos sobre las relaciones entre ciencia y religión. Equipara religión con magia y ateísmo con ciencia, y dice: “En la cristiandad ocurrió una lucha permanente entre la ciencia y el dogmatismo, descripta en el libro de Andrew Dickson White, que siempre terminó con el triunfo del punto de vista científico”.

Varios hechos contradicen el argumento. Durante la Edad de Oro del islam (siglos VIII a XIV), las autoridades musulmanas creían que el estudio de la naturaleza permitía comprender la creación de Dios. Así promovieron importantes avances científicos. Muhammad ibn Musa al-Khwarizmi inauguró el álgebra moderna; Ibn al-Haytham mejoró nuestra comprensión de la luz y la óptica; Ibn Signa escribió una enciclopedia médica que fue estudiada en las universidades europeas hasta el 1800; y en los observatorios astronómicos se avanzó en la medición de los movimientos del Sol y los planetas.

A partir del siglo XII, la Iglesia católica fundó universidades como las de París, Bologna y Oxford. En 1582 creó el Observatorio del Vaticano, que nos legó un calendario ajustado al año solar. En el siglo XVII trabajó en Oxford Robert Boyle, padre de la química moderna, quien dijo que el estudio de la naturaleza mediante el método experimental era “un acto de caridad”.

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La supuesta oposición entre ciencia y religión es una idea frecuente en Occidente

Charles Taylor ha mostrado cómo el cristianismo medieval inició el giro hacia una cosmovisión desencantada, donde el espacio para la magia es escaso o nulo. San Agustín propuso que la búsqueda de Dios se centrase en la reflexión individual y en la exploración de la conciencia. Así inició la exploración de la racionalidad y agencia humanas, nociones centrales para el iluminismo y la revolución científica. Mientras tanto, surgieron movimientos católicos que rechazaban pedidos “mágicos” de intervención religiosa para obtener riqueza material o incluso hacer daño a otros. Estos grupos promovían una vida dedicada a la oración y la introspección.

Este giro a la interioridad y rechazo a la magia fue acentuado por la reforma protestante. Calvino consideraba arrogante creer que los hombres podían invocar el poder de Dios. También razonó que un Dios omnisciente ya sabría quiénes serían salvados. La fe era la única evidencia de que alguien era elegido. Así, acentuó el foco en la exploración de las creencias, la introspección y el rechazo a la magia. Racionalidad y desencantamiento fueron hijos intelectuales del cristianismo; la ciencia, en tanto, es su nieta.

La supuesta oposición entre ciencia y religión es una idea frecuente en Occidente. El historiador Peter Harrison ubica su origen en la Inglaterra del siglo XIX, cuando un grupo de profesores quiso independizar a las ciencias naturales del control del clero. El libro de White que cita Duran Barba fue publicado en 1896 y popularizó esta tesis.

Quiere decir que la idea de que ciencia y religión se oponen lleva 180 años. Surgió un milenio después de los avances científicos del Siglo de Oro del islam, y doscientos años después de que Isaac Newton escribiera: “Este bellísimo sistema del Sol, planetas y cometas solo podría proceder del consejo y dominio de un ser inteligente y poderoso (…), lo llamamos ‘Señor Dios’”.

*Profesor en la Universidad Austral e investigador del proyecto Percepciones sobre Ciencia y Religión, de la Universidad de Birmingham.