Este 15 de abril se cumple un nuevo aniversario de los penosos hechos sucedidos en 1953. Ese día, mientras el entonces presidente Juan Perón pronunciaba un discurso ante una multitud congregada en la Plaza de Mayo, estallaron unas bombas colocadas por grupos antiperonistas que dejaron un saldo de varios muertos y numerosos heridos. Esa noche, como represalia, grupos de manifestantes incendiaron las sedes del Jockey Club (Florida al 500) y del Partido Socialista, además de causar daños en los locales del Partido Demócrata y la UCR.
Como suele suceder con hechos relevantes de nuestra historia política, el incendio del Jockey Club apareció transpuesto en una obra literaria, la conocida novela de Beatriz Guido El incendio y las vísperas, publicada en 1964. Este texto, junto a Fin de fiesta (1958) y Escándalos y soledades (1970), puede considerarse parte de una “trilogía” en la que la escritora aborda sucesos políticos significativos de nuestra historia.

Aunque con el correr del tiempo la notoriedad de la autora se fue desdibujando, recordemos que cuando aparece esta obra los libros de Guido eran muy demandados. Ella era una figura importante en el ambiente intelectual de la época pues, además de ser una conocida escritora, era la pareja del destacado director de cine Leopoldo Torre Nilsson, con quien colaboró en el guión de muchas de sus películas.
Beatriz Guido y el incendio del Jockey Club
Si bien el libro apareció en 1964, los hechos que se tratan en él están ubicados unos diez años antes. En efecto, los sucesos relatados comienzan el 17 de octubre de 1952, cuando se celebraba el “Día de la lealtad” del peronismo, formando parte de allí en más “las vísperas” a las que alude el título de la novela.
Por otro lado, “el incendio”al que también se refiere en el título (el del Jockey Club) es narrado recién hacia el final de la obra. Hay que recordar que la institución que sufre el incendio era un lugar emblemático de la clase alta y la trama de la novela se desarrolla precisamente alrededor de una familia que pertenece a dicha clase. Esa familia lleva el apellido Pradere y Alejandro, el miembro principal del grupo, era un habitué del Jockey Club.
Además de Alejandro, la familia Pradere está compuesta por su esposa Sofía y sus hijos Inés y José Luis. Ellos viven en una gran mansión en la zona de Recoleta, pero también poseen una importante estancia en la provincia de Buenos Aires llamada Bagatelle. Esa apreciada estancia es motivo de grave preocupación para Alejandro, ya que podría llegar a serle expropiada por el gobierno peronista si no acepta ser embajador en Uruguay (él ya había ocupado un importante cargo diplomático en la época anterior a Perón).
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Ante esa extorsión, accede humillado a ocupar ese puesto en un gobierno al cual detesta.
Como la novela gira en torno a la rica familia de los Pradere, Beatriz Guido realiza numerosas descripciones y relata ciertos hechos tratando de retratar el supuesto ambiente de lujo y sofisticación en que desenvuelven sus vidas. Por ejemplo, en el inicio de la novela, cuando Sofía Pradere baja por la escalera de su mansión, se lee: “Una mano se desliza desde el tercer piso por la baranda de la escalera; a veces se detiene, después vuelve a descender muy lentamente. El caminero de Esmima deforma, en gemir de animal herido, el crujir de la madera. Un sonido imperceptible de caireles acompaña también ese descenso. La mano se detiene en el final del descanso: acaricia el bronce de la Cazadora de Bernini”.
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Aunque los miembros de dicha familia no están presentados como personas virtuosas pues se los muestra como seres de dudosa moralidad, el blanco principal de la autora no es ese grupo sino el gobierno peronista de la época, el cual aparece como envolviendo a los personajes en un clima angustiante, opresivo, que llega a un punto máximo en dos de los hechos narrados: lo que le ocurre a Pablo Alcobendas y el incendio del Jockey Club.

En cuanto a Pablo Alcobendas, un idealista estudiante universitario antiperonista y de ideas izquierdistas, es el único personaje relevante de la novela que no pertenece a los Pradere. En el capítulo XII se narra que al ser detenido por la policía es llevado a una comisaría, donde no solo es torturado sino también violado:
“Entonces le bajaron los pantalones y lo ataron boca abajo. En ese momento comprendió que su lucha comenzaba, ya que no había aprendido a odiarlos lo suficiente. Comprendió en ese preciso instante que toda su existencia sería corta para vengarse y vengar a los que acostaban boca abajo a un hombre para vejarlo”.
Sobre esta dramática escena, cabe mencionar que recuerda notoriamente a El matadero, de Esteban Echeverría, cuando el joven unitario es sometido a crueles maltratos por los federales.

El otro episodio que marca un clímax en la novela es por supuesto el incendio del Jockey Club, institución a la que concurría Alejando Pradere. En el capítulo XVI se cuenta que, dirigiéndose precisamentehacia allí, él es testigo del comienzo de las acciones contra el lugar:
“Un pequeño grupo de muchachones, enjutos, pequeños, no mayores de veinticinco años, tratan, desesperados, de forzar la puerta del Jockey”. Finalmente, los atacantes entran al lugar y comienzan a recorrer sus distintas instalaciones.
El momento culminante en dicho capítulo se produce cuando en una de las salas el grupo arranca unas finas cortinas y las extiende sobre una mesa. Uno de los jóvenes tiene una botella de bencina que rocía sobre el atado de cortinas, acción que pronto será complementada por otro que tiene una caja de fósforos. A partir de allí comienza el fuego, que rápido se extiende hasta destruir todo:
“La llama bordea la mesa y se levanta en cono, como un gran postre flamme, como un postre fantasmal (…) Muchas llamitas saltan de la mesa, pequeños duendes, y se dirigen sedientas a tomar su asiento en las sillas de Malaca, reemplazando a los comensales del festín de fuego; otras se dirigen hacia la boiserie que recubre las paredes (…) El fuego avanza. Lo anuncia el humo que ya invade el segundo piso (…) Las balaustradas de hierro de los balcones y la terraza arden al rojo; y los capiteles pierden su ornato de plumas. Las guirnaldas y las figuras se desmoronan con la inclinación de la llama. Todo envejece, todo arde”.
En suma, como sucede frecuentemente con diversos hechos relevantes de la historia política nacional, el incendio del Jockey Club del 15 de abril de 1953 también apareció transpuesto literariamente en una obra de nuestra narrativa. En esa obra, El incendio y las vísperas, Beatriz Guido presenta dicho suceso enmarcado en una época en la cual habría imperado un clima autoritario y represivo para actores de distintas clases sociales.