OPINIóN
Casta

El Frankenstein libertario

01092024_mary_shelley_cedoc_g
Autora. Mary Shelley, la creadora del monstruo. | cedoc

Este 30 de agosto Mary Shelley hubiese cumplido 227 años, pero murió en Londres a los 53. Tenía 19 cuando en Coligny, Suiza, escribió Frankenstein o el moderno Prometeo, novela gótica, clásico de la literatura universal y simiente de un mito moderno. Hija del filósofo William Godwin y de la precursora feminista Mary Wollstonecraft, concibió la obra en la villa que compartía con el poeta Percy B. Shelley (entonces su amante, luego su marido), el escritor Lord Byron (numen del romanticismo), el médico John Polidori y Claire Clermont, su propia hermanastra. Para matar el ocio en aquel 1816, llamado “el año sin verano” debido a la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, que cubrió de azufre el aire del planeta debilitando la luz solar y causando un enfriamiento general, Byron propuso que cada miembro del grupo escribiera una historia de horror. Mary se inspiró en las teorías del fisiólogo Erasmus Darwin (fundador de la Sociedad Lunar, que reunía a científicos y filósofos para discurrir sobre la naturaleza), quien sostenía la posibilidad de resucitar muertos inyectando descargas eléctricas en sus músculos.

Así nació el monstruo concebido por Víctor Frankenstein (personaje central de la novela), científico fanático, hijo del positivismo, para quien, puesto a experimentar, no existían los límites ni naturales ni morales. Una vez armada la criatura a partir de fragmentos de cadáveres, esta cobró vida y su creador no pudo detenerla. En el prólogo de una edición de Frankenstein la escritora argentina Liliana Bodoc (1958-2018), autora de la trilogía fantástica La saga de los confines, define así la esencia de la obra de Shelley: “El relato es implacable. No habrá reposo ni consuelo para el soberbio. El que ansió demasiado y ambicionó la eternidad deberá pagar un alto precio”. La bandera del conocimiento no autoriza a traspasar ciertos límites, sugiere Bodoc. De ahí aquello de “moderno Prometeo” en el título de Frankenstein, recordando al personaje mítico que robó el fuego de los dioses para dárselo a los humanos y fue condenado por aquellos a encadenamiento eterno, mientras un águila le comía el hígado cada noche. La hubrys, pecado de soberbia y desmesura, siempre recibe su castigo (su némesis), como sabían ya los antiguos griegos y como olvidan hoy y siempre aquellos que por distintos caminos y motivos adquieren una cuota de poder.

Chivos expiatorios y culpas propias

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Algo así se vislumbra en la experiencia de la espontánea tropa libertaria, que hace nueve meses se encontró en el Gobierno por obra y gracia del kirchnerismo explícito, que devastó y saqueó al país durante dieciséis de los últimos veinte años, y produjo en la sociedad un hartazgo ciego y desesperado. Sin equipos preparados, sin una visión trascendente y convocante, y con la guía del fanatismo fiscalista del líder (cuyas teorías desmesuradas y autorreferentes desfiguran las ideas del verdadero liberalismo hasta transformarlas en su opuesto) se improvisó un gobierno a partir de saldos y retazos tomados de la casta que se dice despreciar. Auténtico producto marca Frankenstein, más un pequeño círculo del poder, autodenominado “triángulo de hierro”, que juega peligrosamente con recursos del Estado, deslumbrados como chicos con un juguete nuevo, desligándose de las consecuencias de sus acciones (recesión aguda, pobreza creciente, recursos naturales en riesgo, intolerancia, deterioro de fuentes científicas y culturales, ejercicio de la violencia simbólica y discursiva). Como en la obra de Mary Shelley, esta criatura parece irse de las manos y ya no solo ataca a otros: empieza a exhibir obscenas trifulcas internas, un voraz todos contra todos, que no sería grave si los tuviera solo a ellos como perdedores. Pero lo es cuando está en juego el futuro de la sociedad.

* Escritor y periodista.