OPINIóN
un año de gobierno

El espejismo libertario

Los ejemplos exitosos que desde LLA se citan para defender su modelo no se corresponden con nuestro país.

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| Pablo Temes

En las últimas décadas, el libertarianismo ha resurgido como una corriente de pensamiento que promete prosperidad económica y libertad individual, despojando al Estado de su papel regulador. Sin embargo, los intentos de implementar este modelo en distintas partes del mundo han arrojado resultados decepcionantes. Casos como Liberland, Grafton y Cospaia, y próximamente el mayor experimento a gran escala en Argentina, evidencian un panorama claro: la supuesta libertad económica desprovista de cohesión institucional conduce, inevitablemente, al fracaso.

Liberland, una micronación creada en una franja de tierra disputada entre Serbia y Croacia, se presenta como un experimento libertario extremo. Con una estructura sin impuestos ni regulaciones, el modelo teórico rápidamente choca con la realidad: disputas legales internacionales, ausencia de una economía real y falta de infraestructura básica. Los “méritos”, una suerte de moneda interna que otorga mayor poder político a quienes más invierten o trabajan, convierten el concepto de ciudadanía en un sistema transaccional. El resultado es un territorio simbólico más que una nación funcional, reconocido únicamente por otros Estados no reconocidos.

Cospaia, en cambio, representa un caso histórico. Esta pequeña comunidad italiana, nacida por un error cartográfico, operó durante siglos sin un gobierno formal, gracias a una economía basada en el contrabando de tabaco, en ese entonces ilegal. Aunque inicialmente prosperó bajo estas condiciones, la falta de una estructura institucional sólida la llevó al declive. Al no poder ofrecer siquiera salud a sus habitantes, recurrían a los Estados vecinos. Finalmente, Cospaia fue adquirida por el Estado de la Iglesia por unas pocas monedas de plata, marcando el fin de su singular experimento de autogobierno.

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Grafton, en Estados Unidos, es otro ejemplo paradigmático. En este pueblo, la comunidad intentó implementar los principios libertarios deteriorando servicios básicos. Sin embargo, esta decisión trajo consigo problemas como la acumulación de basura, que atrajo osos a la zona, poniendo en riesgo a los habitantes. También aumentó la violencia. Lo que debía ser un paraíso de libertad se transformó en un lugar aún menos próspero, donde los habitantes deben trasladarse a localidades vecinas para acceder a bienes y servicios esenciales. Estos casos demuestran que la ausencia de un Estado funcional no crea libertad, sino caos.

Ante la falta de modelos libertarios exitosos, sus defensores suelen recurrir al Índice de Libertad Económica (ILE) como un indicador que correlaciona la desregulación estatal con el progreso económico. Sin embargo, este índice está construido sobre variables poco fiables y, en algunos casos, subjetivas. Por ejemplo, la percepción de corrupción, una medida intrínsecamente subjetiva, está incorporada en el índice. Además, los países africanos líderes en baja presión fiscal y reducido gasto público –condiciones ideales según los libertarios– obtienen calificaciones extremadamente bajas, mientras que economías altamente intervenidas como Singapur o Irlanda aparecen en los primeros puestos.

Singapur, por ejemplo, figura como un líder en el ILE, pero su éxito económico está lejos de ser libertario. El país cuenta con uno de los sistemas de vivienda más efectivos del mundo, donde el 90% de la población es propietaria gracias a un esquema de ahorro forzoso que retiene más del 36% del salario de los trabajadores. La construcción es de quienes la habitan pero el suelo queda siempre en manos estatales. Este modelo fue posible tras la expropiación de terrenos en sus inicios. No solo eso, sino que el sistema de salud pública, cada vez más eficiente, es financiado por un IVA en constante crecimiento. Además, el fondo soberano Temasek Holdings es accionista de múltiples empresas estatales, entre las cuales está Singapore Airlines. No obstante, Singapur es una ciudad Estado y no necesita el nivel de conexión local como sí lo requiere Argentina, entiende que su conexión con el mundo por medio de su aerolínea de bandera es fundamental. Eso sí, hace mas de sesenta años está en el poder el mismo partido político. La democracia, en el modelo libertario, brilla por su ausencia.

Irlanda, otro país destacado en el índice, también contrasta con el ideario libertario. Con un IVA general del 23%, impuestos laborales que pueden superar la alícuota del 50%, un robusto sistema de planes sociales y una empresa estatal que garantiza agua potable y gratuita para toda la población, Irlanda se aleja notablemente de la narrativa de la mínima intervención estatal. Lo único que ofrece, que los libertarios parecen defender, es bajos impuestos a las empresas, un 12,5%, que es inferior a la media europea. Por ende, el único logro irlandés en esta materia es el de aprovechar ser parte de un bloque económico para cobrar menores impuestos y quedarse con la recaudación de inversiones que, por lo general, son efectuadas para todo el mercado europeo.

Los experimentos que intentan acercarse al modelo libertario han sido, en todos los casos, fallidos. En Argentina, el resultado no será diferente: se anticipa un desempleo creciente, junto con un alarmante aumento de la pobreza. Incluso en el mejor de los escenarios, si el país se desvía parcialmente de las premisas libertarias, el modelo paraguayo es el que más probablemente servirá de guía. Con bajos impuestos, salarios reducidos, inversión extranjera mínima, inflación controlada y un crecimiento económico que solo beneficia a las élites, Paraguay ejemplifica los límites de un modelo que descuida a las mayorías. El libertarianismo es, siempre y en todo lugar, un fracaso.

*Economista y autor del libro Experimento libertario.