OPINIóN
historia

El bombardeo a la Plaza de Mayo en la literatura argentina

Los sucesos del 16 de junio de 1955 que dejaron un trágico saldo de numerosos muertos y heridos según diversas narraciones.

Masacre de Plaza de Mayo
Masacre de Plaza de Mayo | Cedoc Perfil

El 16 de junio se cumple un nuevo aniversario de uno de los más penosos hechos de nuestra historia, el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955, que dejó un saldo de más de trescientos muertos y un número muy superior de heridos. Como sucede con otros tantos sucesos históricos significativos, ese acontecimiento no ha escapado a su abordaje por parte de nuestra narrativa. Diversas obras tratan este hecho de maneras disímiles, apareciendo con distintos grados de relevancia en lo relatado. Algunos de los textos que pueden citarse al respecto son novelas, como Uno (1961), de Elvira Orphée, y La lengua del malón (2003), de Guillermo Saccomanno. Otros son cuentos como “El héroe”, de Miguel Briante, incluido en Las hamacas voladoras (1964), y “Desagravio”, de Ricardo Piglia, incluido en La invasión (2006). En esta nota nos centraremos en el cuento de Piglia, aunque también citaremos algunos breves fragmentos de las otras obras nombradas.

En cuanto a los hechos históricos en sí, en un clima de creciente tensión entre defensores y opositores del gobierno peronista de la época, el sábado 11 de junio de 1955 se había realizado la celebración de Corpus Christi, tradicional festividad de la Iglesia católica. Ese día una multitud ocupó tanto la Catedral como la vecina Plaza de Mayo, ya que a ella concurrieron no solo los católicos practicantes, sino también muchísimos opositores. Finalizado el acto religioso, una numerosa manifestación se encaminó desde la Catedral hacia el Congreso Nacional por la Avenida de Mayo, siendo una muestra evidente del crecimiento de la oposición política. Por su parte, el gobierno acusó a los manifestantes de haber quemado una bandera argentina, por lo cual propuso que el día 16 de junio se celebrase un “acto de desagravio”.

Precisamente, para ese día, distintos miembros opositores de las Fuerzas Armadas (en especial de la Marina) planearon llevar a cabo un golpe de Estado, que incluía un bombardeo a la Casa Rosada con el fin de matar al general Perón, finalidad que no pudo ser cumplida pues el entonces presidente, que había sido advertido temprano de un posible ataque, se había retirado al cercano Edificio Libertador. El bombardeo fue llevado a cabo por aviones pertenecientes tanto a la Aviación Naval como a la Fuerza Aérea y dado que ese era un día hábil, la gente que realizaba sus actividades normales fue sorprendida por el imprevisto ataque. Entre las víctimas iniciales, puede recordarse a los numerosos ocupantes de un “trolebús” (una clase de transporte público de pasajeros de esa época), que quedó destrozado al caer una de las primeras bombas sobre él. Distintas oleadas de aviones bombardearon y ametrallaron diversos sitios de la ciudad que tenían por objetivos, siendo uno de los principales lugares afectados la Casa Rosada y zonas aledañas como la Plaza de Mayo, con el consiguiente saldo de muertos y heridos. Las acciones de los sublevados se prolongaron durante varias horas, hasta que fuerzas leales al gobierno lograron contenerlos. Ya derrotados, ese mismo día los pilotos rebeldes huyeron hacia Uruguay para pedir asilo en dicho país. Si bien una vez vencidos los demás sublevados fueron detenidos, ello no duró mucho tiempo; poco después, el 16 de septiembre de ese año, un golpe de Estado terminó con el gobierno peronista, dando lugar a la autodenominada Revolución Libertadora.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Con referencia al cuento “Desagravio”, de Ricardo Piglia, cabe aclarar que el relato que tomamos en cuenta es el perteneciente a la nueva versión de este publicada en La invasión (2006), que es una reescritura del texto publicado en la revista literaria El escarabajo de oro en diciembre de 1963. Si bien la versión original lleva el mismo título y también lo relatado está enmarcado en el 16 de junio de 1955, es apreciable la diferencia entre las tramas.

Atentado en Plaza de Mayo
Ataque en Plaza de Mayo, 1955

En “Desagravio” su autor combina la situación personal que vive el protagonista con la situación política del país y por ello el título del cuento alude a dos aspectos distintos. Por una parte, se refiere al hecho ya mencionado de que el 16 de junio estaba programado realizar un “desagravio” a la supuesta quema de una bandera argentina durante la procesión de Corpus Christi. Por otra parte, se relaciona con la situación personal del protagonista, Fabricio, quien ha sido abandonado hace poco por su mujer y se va a encontrar ese día con ella para un hipotético restablecimiento de la relación: “El día de la reconciliación con su mujer se producía ese tumulto en la Plaza de Mayo. Elisa lo había abandonado hacía dos meses, pero Fabricio estaba dispuesto a perdonar.  Sólo esperaba de ella un gesto de ternura y de arrepentimiento. Y también podía llamar desagravio a lo que estaba por suceder”.

A medida que avanza el relato, situación personal y situación política van creciendo en intensidad. Por una parte, el protagonista va imaginando el encuentro, el cual no es esperado por su mujer: “Desagravio, le gustaba esa palabra. Pero Elisa no sabía que ése era el día elegido. No sabía que él iba a buscarla para llevarla de vuelta a casa. Había pensado todo con tanto cuidado que no podía volver atrás ni cambiar el plan y se imaginaba los hechos con precisión, la cena con el champagne, el dormitorio, la noche cuyo final era el perdón”. Por otra parte, se va anticipando el violento ataque de los aviones: “En ese momento los aviones se acercaron otra vez a la plaza desde el fondo del río. La multitud se movió nerviosamente cuando los aviones cruzaron a media altura y giraron para acercarse desde el fondo. Hubo gritos. Corridas”.

Finalmente, el protagonista se encuentra con su mujer, pero lo que sucede entonces dista de lo que él imaginaba. Ese punto culminante de la situación personal de Fabricio coincide con el momento crucial de la situación política: “Los aviones empezaron a bombardear la plaza. Caían en picada y volvían a levantar y caían otra vez hacia la ciudad rozando la Casa de Gobierno, ametrallando las calles. Una explosión extraña, sorda, se oyó en el borde de la Recova y el trole [trolebús]se quebró al recibir la bomba. La gente caía una sobre otra; se los veía por la ventanilla moverse y agitarse, lejanos, como suspendidos en el aire sucio. Los asientos vacíos arrancados”.

Si bien en las acciones llevadas a cabo por los sublevados intervinieron algunas tropas terrestres, la acción que ocasionó el gran número de inocentes civiles muertos o heridos fue el bombardeo y ametrallamiento efectuado desde los aviones. Esa es precisamente la situación que se ve representada en los diferentes relatos que abordan los sucesos del 16 de junio. Por ejemplo, en Uno, la novela de Elvira Orphée, hacia su final puede leerse: “Martín estaba llegando a Defensa, a la boca del subterráneo, cuando desapareció el mundo. Lo suplantó el estruendo, el loco batir de su corazón, y la polvareda que se elevaba desde la calle. Vio multiplicarse el pánico, y sólo entonces miró los aviones sobre la plaza, que ya no eran pájaros sino instrumentos de muerte”. Pero no son solo los aviones el elemento que en esta narración reitera lo presentado en el cuento de Piglia, ya que poco después del fragmento citado, reaparece la imagen del trolebús con pasajeros destrozado por una bomba: “Formas negras, enteras pero ya disgregadas; figuras hechas como de partículas de ceniza, achatadas, aplanadas, ligeramente humanas, con dedos que se expandían, carente de huesos, en manos parecidas a guantes demasiado grandes. Cuerpos carbonizados en un trolebús deshecho, capaces de transmitir el horror”.

El día que bombardearon Buenos Aires

Con obvios matices, puede verse algunas escenas similares en las primeras páginas de la novela La lengua del malón, de Guillermo Saccomanno: “El rugir de los aviones, los gloster meteor en picada, el silbido de los proyectiles, la explosión de una bomba, los nubarrones oscuros, los gritos, las corridas, el tableteo de las ametralladoras desde la Casa Rosada, las corridas, un auto con el motor incendiado, un colectivo humeando, hombres, mujeres y chicos a la atropellada, chocándose”. Asimismo, en el cuento “El héroe”, de Miguel Briante, que tiene la particularidad de que el narrador del relato es uno de los pilotos de los aviones, puede leerse: “Como aquella vez, sobre la plaza, cuando (…) él apretó el gatillo, decididamente, sobre la multitud que se amontonaba rodeando la Pirámide de Mayo, ensuciándola con sus gritos, haciéndole ver de qué modo era necesario que él salvara el prestigio, limpiando la patria de carroñas como todos esos tipos, ése de overol, por ejemplo, que acababa de pasar hacia atrás, allá abajo, con una mueca desesperada, apretándose el pecho con las manos”.

Tanto en la narración de Ricardo Piglia, que es la que hemos tratado con más detenimiento, como en algunos de los breves fragmentos citados de las otras obras, puede observarse que se intenta mostrar de un modo realista el horror de lo sucedido en el día en cuestión. La extensión de los textos es obviamente distinta, ya que unos son cuentos mientras otros son novelas. Asimismo, también difieren notoriamente las tramas desarrolladas y el lugar que ocupan los hechos históricos en ellas. Sin embargo, cada una a su manera, todas las obras nombradas intentan dar cuenta de los desgarradores momentos vividos en aquel cruento 16 de junio de 1955.

 

 

 

Gi