OPINIóN
Invertir para sobrevivir

Disparen contra los docentes

Los docentes de América Latina reportan alto nivel de estrés: deben calibrar el uso pedagógico de la tecnología, elaborar trabajos personalizados, armar consignas que la IA no pueda resolver y no dejar que, entre los alumnos, mueran las habilidades blandas como el crecimiento personal. ¿Se los puede ayudar?

Crisis educativa: uno de cada cuatro docentes abandonan las aulas tras el primer año de clases
Crisis educativa: uno de cada cuatro docentes abandonan las aulas tras el primer año de clases | TELAM

Las demandas sobre la profesión docente se han incrementado drásticamente en los últimos tiempos como consecuencia de la transformación de las dinámicas sociales, del avance tecnológico, de los cambios en las expectativas de las familias, entre otras razones. 

Uno de los impactos más fuertes y debatidos sobre el sector ha sido el de las tecnologías de información y comunicación y, más recientemente, de la inteligencia artificial. No sólo hoy se plantea la necesidad de que los estudiantes aprendan pensamiento computacional y programación, sino que también se discute el uso pedagógico que los docentes deberían hacer de la tecnología. 

La enseñanza sucede en un mundo dominado por la inteligencia artificial, en el cual los docentes deben navegar para formular consignas que no sean respondidas por un chat, para identificar cuando las producciones de los estudiantes fueron realizadas por una IA o para enseñar a sus estudiantes a distinguir contenidos verdaderos de aquellos generados por una IA.

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La moda de odiar la memorización

La nueva agenda para enseñar las llamadas “habilidades blandas” o socioemocionales es otra de las presiones a las que se ve sometida la docencia, a partir, por un lado, de la demostración de la correlación entre el dominio de alguna de estas habilidades (como la perseverancia o la mentalidad de crecimiento) y el desempeño académico (como lo han demostrado en sus trabajos Carol Dweck o Angela Duckworth); por el otro, por el reconocimiento de que habilidades como la resolución de conflictos y la empatía son igual o más importantes que las habilidades cognitivas para la convivencia pacífica y el desarrollo colectivo. 

Para 2030 estarán faltando 44 millones de docentes en el mundo. En Argentina, la tasa de graduación en los institutos formadores ha ido en descenso"

A estos nuevos temas, se agregan temáticas transversales de creciente relevancia, como el cambio climático y la diversidad de identidades, sobre las cuales las nuevas generaciones parecen tener mayor preocupación y conocimiento que muchos de sus docentes. 

Finalmente, la docencia también se ve desafiada por la creciente heterogeneidad de sus estudiantes, lo cual si bien socialmente es beneficioso, pedagógicamente implica adaptarse y personalizar estrategias para tantos alumnos como haya en el aula. En Argentina, además, la mayoría de los docentes tiene la enorme tarea de enseñar a diario a niños, niñas y adolescentes en condiciones de pobreza.

Estos fenómenos, sumados al terremoto provocado por la pandemia del COVID-19, en un contexto de bajos salarios, escasas oportunidades de crecimiento profesional, condiciones laborales adversas y una percepción deteriorada del valor social de la educación, contribuyen a que hoy en día, en la Argentina y buena parte del mundo, la docencia no sea una profesión atractiva. 

Cuando lo evaluado transforma el aula

Ante una mayor cantidad de demandas y condiciones de trabajo que no cambian, el resultado es obvio: de acuerdo con la encuesta implementada en 2019 en América Latina en el contexto de la aplicación del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) de la UNESCO, los docentes de la región reportan altos niveles de estrés y agotamiento; la rotación es frecuente y la tendencia es a abandonar la profesión en los primeros 5 años. Además, solo el 43% de los docentes se siente seguro de utilizar tecnología en clase, aún después de una capacitación. 

Como consecuencia de esta combinación de fenómenos, en un contexto de expansión del acceso a la educación, nos aproximamos a una escasez de docentes nunca antes vista. De acuerdo con el informe publicado por la UNESCO y la International Task Force on Teachers for Education (2024), para 2030 estarán faltando 44 millones de docentes en el mundo. En Argentina, la tasa de graduación en los institutos formadores ha ido en descenso, y se presentan desafíos para cubrir áreas clave como Matemáticas y Ciencias.

Muchos países han intentado diferentes iniciativas para dar respuesta a este problema multidimensional. Mejorar los salarios y dar incentivos para el reclutamiento de docentes en las áreas más necesitadas colaboraría en generar mayor interés en la profesión, así como ofrecer mejores oportunidades de formación inicial y en servicio. Trabajar sobre el bienestar docente y promover el trabajo colaborativo (algo en lo que equipos directivos bien formados pueden hacer una diferencia sustancial) es otra posible área de intervención. 

En paralelo, es necesario repensar la profesión docente en el marco de las demandas presentes y futuras: ¿de qué manera pueden aprovecharse las oportunidades que ofrece la tecnología, para enfrentar el problema de la escasez? Si bien la curva de aprendizaje del sistema puede ser lenta y la inversión inicial muy alta, el uso de la inteligencia artificial en la enseñanza puede reconvertir la tarea del docente, al simplificar y hacer livianas muchas de las tareas que hoy se llevan buena parte de su tiempo. 

Al día de hoy, la IA puede ayudar en la planificación de clases (desarrollar secuencias y actividades personalizadas), crear contenido y recursos didácticos, hacer tutorías individuales, corregir errores, monitorear los resultados del curso y ofrecer apoyo administrativo, dar feedback en tiempo real, incluso ayudar a la propia formación permanente del docente. 

A largo plazo, este proceso podría llevar a que más aspirantes perciban los aspectos positivos de la profesión y que el sistema esté satisfecho con la cantidad de docentes que se forman anualmente. 

Transformar la docencia requiere de diálogos, inversión, trabajo y apertura. Y también coraje y decisión. ¿Cuándo es el momento para empezar?
 

*Dra. en Educación y Sociedad, Universidad de Barcelona, Master en Política. Educativa de la Universidad de Harvard