OPINIóN
Efemérides 3 de junio

Día Internacional del Trabajador de Recursos Humanos

Detrás de una persona exitosa hay seguramente varios fracasos y frustraciones. Lo importante es aprender a capitalizar el desacierto en oportunidades de crecimiento y desarrollo.

Entrevista laboral
- | Freepick

Muchas veces, los escenarios sociales se ven interpelados por historias de “ganadores” y “perdedores”; personas que han alcanzado el éxito y reconocimiento social, versus quienes han fracasado en el intento.

A menudo, se asumen las historias exitosas como modelos a seguir, sin embargo, la mayoría de las veces se desconoce que, tras la fachada de éxito, se desprende un listado de intentos fallidos, esfuerzos no recompensados y perseverancia.

El ideal de éxito no existe, sabemos que la perfección no es más que un engaño de la cultura, pero no podemos dejar de sentir el efecto de ese modelo y frustrarnos ante su ausencia. Por ello, para comenzar en este camino de desmitificación, es necesario tomar conciencia y conocer sus impactos y nuestros fenómenos psicológicos asociados.

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Es fundamental relativizar los conceptos, lo que para algunas personas es exitoso, no necesariamente lo es para otras. El éxito o fracaso no es un hecho rotundo: pueden existir sinfines de situaciones o eventos exitosos, así como desvíos, sin ello determinar de manera cerrada la trayectoria de una persona.

En la mirada sobre estos temas, habitualmente se ha descrito al éxito como una meta o destino, cuando puede ser beneficioso re-pensarlo como camino o proceso, con altibajos y aprendizajes”.

En las empresas y en los recorridos profesionales individuales, se habla con frecuencia y de manera válida de “casos de éxito”. Estos recortes pueden ser positivos, en la medida en que se busca llegar y contagiar a un público externo, demostrando expertise en un tema. Sin embargo, cuando los errores y situaciones de “fracaso” son ocultos o tomados como temas tabú a evitar, este vínculo con el error, lleva a una posición de miedo y resistencia que, lejos de mejorar la performance, la limita y reduce. Desde la otra vereda, cuando el error comienza a pensarse como una oportunidad,  cuando se transforma en un maestro menos severo y lleva a transformar el conocimiento y/o la experiencia, se encuentran situaciones de mayor aprendizaje y riqueza personal.

La importancia de fracasar

Muchas historias hablan de tropiezos como instancias de oportunidad y aprendizaje, ello no quita que encontrarse con el fracaso sea sencillo o grato. Es muy común sentir frustración, desánimo, desmotivación, desesperanza. La emoción puede pujar hacia un punto de desaliento, peligrando el sostenimiento de la orientación hacia una meta u objetivo. Pero si esa reacción inmediata, puede acompañarse de actitudes posteriores de reflexión y flexibilidad, eso que ocurra puede ser una buena excusa para seguir adelante y sacar provecho de la situación.

En instancias de aprendizaje, puede ser preferible reprobar un primer examen o reto en determinada materia o área de expertise, que salir del paso con un rendimiento aceptable pero no ser capaces de hacerse una sola pregunta al respecto.

No se trata de hacer por hacer, pudiendo encontrarse beneficios en escenarios planificados de actuación, se trata de no detenerse por el solo temor al fracaso.

Ser más resilientes

Aquellas personas que son capaces de superar los tropiezos y convertir en éxito situaciones concebidas de mala manera como fracaso, suelen ser llamadas resilientes.

Resiliencia, según la definición de la RAE, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. En el campo de la psicología, de la mano de autores como John Bowlby y Boris Cyrulnik, se añade algo más: no sólo somos capaces de afrontar las crisis sobreponiéndonos, sino que también podemos salir fortalecidos de ellas.

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Las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.

La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.

Las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han atravesado la sensación fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentarse a los diferentes retos de la vida y transformarse. Son personas que han decidido atravesar el proceso y transitar el camino, a pesar de las turbulencias y alarmas, las cuales podrán sonar a diferente volumen en un contexto que está sujeto permanentemente al cambio. Transformarse o no ante esos vientos, es decisión de cada uno; solo hay que intentarlo.

*Lic. en Psicología (MN 48082), Directora en Sci Comunidad