OPINIóN

Derechas radicales: una realidad que avanza con la asunción de Trump

El desafío para las democracias liberales es claro: resistir el embate de una nueva ola autoritaria que, lejos de construir puentes, pretende dividir al mundo en bloques antagónicos, cada uno guiado por intereses económicos, políticos y culturales enraizados en el nacionalismo más extremo. 

President-Elect Trump Speaks To The Press At Mar-A-Lago
President-Elect Trump Speaks To The Press At Mar-A-Lago | Photographer: Andrew Harnik/Getty Images

La política mundial, sumida en un torbellino de tensiones y cambios, parece estar transitando por un camino inquietante, donde las alianzas entre gobiernos y líderes de ultraderecha desafían la democracia, la libertad y la tolerancia. El regreso de Donald Trump al centro del escenario político estadounidense, con un listado de aliados que incluye a figuras como Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Javier Milei, Nayib Bukele, Jair Bolsonaro, Nigel Farage y Santiago Abascal, plantea un panorama complejo, tanto para el orden mundial como para los valores democráticos fundamentales. Un ecosistema político cada vez más enredado, donde las naciones democráticas deben decidir si se alinean con esta nueva “internacional reaccionaria radical” o defienden el modelo de sociedades abiertas y plurales.

Trump, quien no ha sido precisamente conocido por su diplomacia ni por su respeto a los derechos humanos, parece haber encontrado un club internacional de afinidades ideológicas que respiran el mismo aire. En este escenario, el expresidente estadounidense no solo encuentra en Meloni, Milei, Orbán y Bukele una estrategia común, sino también una plataforma política que buscan sacudir las instituciones democráticas a nivel global, mientras se refuerzan narrativas nacionalistas y antieuropeas.

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Los giros a una política en algunos países como España, está ganando terreno de manera alarmante.

Vox, liderado por Santiago Abascal, ha sido uno de los principales aliados de esta corriente. Abascal, con un optimismo que bordea la euforia, ha proclamado que “se han alineado las estrellas” y que están viviendo “tiempos de fortuna”. Si bien no ha alcanzado la hegemonía política, ni la sociedad española comparte en su mayoría , su estilo ,su carisma y su credibilidad sus palabras revelan la ambición de un sector ultraderechista que, en muchas ocasiones, busca lo mismo que sus homólogos internacionales: subvertir los avances democráticos y erosionar los derechos humanos.

Desde el Partido Popular (PP) en España, el panorama es menos claro. Aunque Alberto Núñez Feijóo no ha escondido su malestar por algunas de las declaraciones más extremas de Trump —aludiendo a que algunas le parecen “innecesarias” y otras “desafortunadas”— su partido no puede ocultar que la marea de la derecha radical está empujando sus posiciones. Lo que comenzó como una narrativa , ahora se está transformando en una red de influencia que se extiende de Washington a Budapest, con Madrid jugando un rol estratégico como puente hacia Latinoamérica.

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El PP, consciente del posible auge de Vox, ha dado un giro en sus estrategias de comunicación, especialmente en redes sociales, adoptando un tono más afín a la retórica conservadora. Aunque intenta alejarse de las posiciones más extremas de la ultraderecha, no cabe duda de que la presión por no quedar atrás en un momento de polarización política está transformando su discurso. Los intentos por acercarse a una parte del electorado más radical no son una casualidad.

Si la situación es compleja en Europa, no menos lo es en América Latina. La llegada de figuras como Javier Milei en Argentina, con su discurso anti-establishment y de corte liberal-libertario, refleja cómo los ecos del trumpismo han calado en la región. Sus políticas económicas y su afán de confrontación contra el “sistema político tradicional” resuenan en un contexto en el que los ciudadanos están cada vez más desconectados de las instituciones tradicionales. Si bien Milei ha logrado captar el apoyo de sectores empresariales y conservadores, su éxito también se debe a una campaña política marcada por la promesa de un cambio radical en un sistema agotado.

Nayib Bukele, por su parte, ha sido un personaje controversial, que ha sabido capitalizar el descontento popular en El Salvador con un discurso autoritario y anti-establishment, mostrándose como una figura capaz de desafiar a los poderes tradicionales.

Por otro lado, en Europa, el temible Viktor Orbán se mantiene como uno de los principales promotores de esta red ultraconservadora, resistiéndose a las presiones de la Unión Europea y optando por políticas de aislamiento y nacionalismo. La victoria de Meloni en Italia, en la misma línea de Orbán, subraya que los temas de soberanía nacional, identidad cultural y control migratorio siguen siendo los principales ejes de esta nueva oleada. A nivel global, este tipo de alianzas pone en evidencia que el reto de los próximos años no solo es económico, sino, fundamentalmente, ideológico.

El desafío para las democracias liberales es claro: resistir el embate de una nueva ola autoritaria que, lejos de construir puentes, pretende dividir al mundo en bloques antagónicos, cada uno guiado por intereses económicos, políticos y culturales enraizados en el nacionalismo más extremo.

Si las oposiciones siguen con discursos viejos, populares y berretas, sin que la gente sienta que son parte de una mejora futura ,las derechas radicales podrían redefinir el futuro de las democracias modernas.