OPINIóN
Día de la madre

Cuidar a quien cuida

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Hoy. Hay que apoyar las políticas públicas que acompañen la maternidad. | shutterstock

Sabemos que el Día de la madre no es un solo día, podría decirse que es todos los días, pero cuando se acerca esta fecha tenemos una excelente oportunidad para expresar, festejar, agradecer, reconocer y compartir a las madres. Y también para reflexionar sobre un vínculo único y fundante en nuestras vidas.

Desde la concepción, la madre prepara no solo su cuerpo, sino todo su ser para recibir vida. Con el nacimiento, y a lo largo de los primeros meses, se crea una unión afectiva. Para ese bebé, su mamá es el punto de referencia, con su presencia cubre todas sus necesidades, lo alimenta y le da cariño. Es un momento de sintonía profunda y disponibilidad absoluta. La intervención de un padre atento le permitirá ir saliendo al mundo. Del mismo modo, la madre que adopta puede generar ese vínculo.

A medida que el niño crece, la relación entre madre e hijo va tomando nuevas dimensiones. Pero siempre continuará siendo la fuente de apoyo y amor necesaria para conocer lo que lo rodea. Más adelante será confidente, inspiración, receptáculo de enojos y de caprichos.

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La teoría del apego posiciona a las madres en el lugar de puerto seguro, como representación del lugar en el que confiamos y al que siempre podemos volver. Un lugar en el que las necesidades afectivas y emocionales van a tener respuesta y que, como un hilo invisible, la conectará en todo momento con sus hijos y les dará la seguridad y autonomía para ir tan lejos como quieran.

Su experiencia es después faro mientras se navega la complejidad de la vida adulta. Y luego a ese adulto le tocará cuidarla como fue cuidado.

Y mientras la madre tiene un papel protagónico en el desarrollo armónico de los niños y la importancia de su presencia es una referencia a medida que crecen, al mismo tiempo afrontan situaciones personales, lidian con sus propias ansiedades y miedos.

Hoy la realidad nos interpela, y en este mundo globalizado vemos imágenes de madres viviendo en la calle con sus hijos, madres en zonas de guerra haciendo fila para poder escapar del horror, vemos en la cotidianeidad madres que no duermen para cuidar de su hijo enfermo, a la vez que cumple con otras tantas obligaciones diarias. Historias que no son de debilidad o desesperanza, sino de resiliencia, fortaleza y búsqueda de recursos para sobrellevar la adversidad.

Ver la fortaleza de la madre y su impacto es admirable. Y trabajar su protección –y la de la familia toda– es una inversión en el futuro. Al proteger a las madres cuidamos a quien debe cuidar. Como sociedad debemos luchar por la generación de políticas públicas que acompañen la maternidad: la vuelta al trabajo gradual, la conciliación familia y trabajo, las políticas de licencias y también las de sostén a madres en situación de riesgo, el cuidado de la vida desde la concepción, y la protección contra la violencia familiar, entre otras.

El trabajo de madre tal vez sea uno silencioso, pero es sin dudas, el de mayor valor social, en sus manos están los adultos del mañana que necesitan el abrazo amoroso y el cuidado dedicado.

*Profesora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.