La construcción modular está revolucionando el sector de la arquitectura y la ingeniería. No es una tendencia nueva, pero los sistemas industrializados están desatando todo su potencial. Se trata de un método basado en la fabricación de módulos en un entorno controlado para luego ensamblarlos en el lugar de destino.
La primera casa modular data de 1833, cuando un carpintero llamado Herbert Manning edificó una vivienda para los nuevos colonos de Australia. Para la segunda mitad del siglo XIX, casi el 80% de las viviendas en Estados Unidos eran prefabricadas, adaptables a las necesidades de sus ocupantes. Tras la Segunda Guerra Mundial el modelo tuvo su boom, con empresas dedicadas a crear cientos de miles de viviendas con este estilo.
Su evolución a nuestra actualidad ya no solo ofrece eficiencia y rapidez, sino que también se erige como una solución sostenible frente a los desafíos del cambio climático y la urbanización acelerada. Una de las principales ventajas es su capacidad para optimizar el uso de recursos, reduciendo el desperdicio de materiales.
A diferencia de los métodos tradicionales que generan grandes cantidades de desechos, la prefabricación controlada permite minimizar el uso de residuos. Además, la posibilidad de emplear estructuras de acero ligero aporta ventajas claves: su durabilidad, flexibilidad de diseño y, sobre todo, su capacidad de ser reciclado indefinidamente sin perder propiedades.
De esta manera, el acero se posiciona como un aliado necesario para el futuro de la construcción. Su bajo impacto ambiental, combinado con la precisión de la prefabricación, permite acelerar los plazos de obra y reducir las emisiones de carbono asociadas al transporte.
La velocidad de edificación será un factor determinante para la urbanización global que ya está en marcha. Un fenómeno que demanda soluciones habitacionales rápidas, económicas y sostenibles. En ese contexto, la construcción modular se presenta como una respuesta ideal.
A lo largo de todo el país abundan proyectos de viviendas con estas características que destacan por integrar un diseño vanguardista con una funcionalidad ecológica. Estas iniciativas demuestran que es posible construir más rápido y más sostenible, sin comprometer la calidad ni la estética.
El acero, como un engranaje de la economía circular, tiene la capacidad de reintegrarse a ese ciclo productivo. Es importante impulsar estos conceptos en la educación, moviendo a las futuras generaciones de arquitectos a sumarse a las demandas sustentables. Ejemplo de esos incentivos son las ediciones del concurso Desafío Alacero, que este año tuvo como eje central el ODS número 13 “Acción por el Clima”.
La transición hacia métodos constructivos más sostenibles es una necesidad impostergable en todo el mundo. Los desafíos climáticos y las demandas de una población creciente nos exigen repensar cómo diseñamos y construimos nuestras ciudades.
Como industria, la construcción ya incorporó este desafío y deberá liderar con innovación y compromiso el porvenir del sector. El método ya es y seguirá siendo un pilar fundamental para construir un futuro más sostenible y eficiente.
*Director Ejecutivo de la Cámara Argentina del Acero