Para muchos empresarios, vender o realizar la transición y salir de sus empresas, que construyeron desde la nada, representa uno de los desafíos más difíciles de sus vidas.
Más allá de los números y ponderación de diferentes componentes, la valuación de sus empresas o las proyecciones de crecimiento, existe una dimensión personal y emocional que normalmente predomina y estos factores pueden ser incluso más decisivos que los económicos.
Los dueños deben explorar y comprender sus propios motivos personales.
A menudo, los propietarios pasan décadas, a veces toda su vida, construyendo una empresa que se convierte en una extensión de su identidad, y el simple acto de soltar ese proyecto puede sentirse como renunciar a una parte de sí mismos. Ellos son la empresa y la empresa son ellos. Por supuesto hay casos que pueden separar el negocio de la vida personal y de los sentimientos personales y construir empresas que “no dependan de nosotros como dueños”, pero seguro que quienes lo pueden o pudieron hacer también (la mayoría) superaron este sentimiento.
Pero, ¿cómo se puede afrontar este proceso sin sentir que se pierde algo fundamental?
La empresa como una herencia emocional. Al igual que un legado familiar, una empresa encierra historias, sacrificios y recuerdos. Para muchos dueños, el negocio es como un "hijo" al que han visto crecer y evolucionar. La idea de venderlo o transferirlo puede despertar sentimientos de traición o abandono, especialmente cuando los sucesores no comparten su misma pasión o visión. Esta carga emocional puede ser un obstáculo, y como dueños es aconsejable trabajar en desapegarse emocionalmente antes de considerar la venta o la transición, permitiendo que otros puedan llevar adelante la visión con sus propios aportes.
Muchos dueños enfrentan una "crisis de identidad" al hacer este movimiento, ya que sus días giraban en torno a la empresa"
Definir Metas Personales y Proyectos Futuros. un proyecto para después. Un punto clave en la preparación para una transición es tener claridad sobre los objetivos personales después de la venta o transición. Muchos dueños enfrentan una "crisis de identidad" al hacer este movimiento, ya que sus días giraban en torno a la empresa. Reflexionar sobre qué hacer después de vender o salir, ya sea dedicarse a la familia, iniciar nuevos proyectos o dedicarse a actividades de ocio, puede ayudar a hacer más fácil el proceso de soltar el control y delegar.
La gran renuncia: una última oportunidad para actuar profesionalmente
Planificación Financiera y de Sucesión. La planificación financiera y la definición de un equipo sucesor sólido son fundamentales. Esto asegura que el negocio continúe prosperando y que el propietario reciba una compensación justa, aspectos que ayudan a disminuir la ansiedad sobre el futuro de la empresa y la familia.
Aceptar la evolución del propio rol. Muchos propietarios encuentran que pueden estar cómodos y aportando valor, aunque ya no liderando la empresa, no estando “operativos”, y pueden permanecer involucrados como directores, consejeros o mentores.
Esta otra función permite a los dueños conservar cierta conexión emocional sin limitar el crecimiento o la innovación y el desarrollo de los nuevos líderes. Encontrar formas de colaborar o asesorar, en lugar de dirigir, puede facilitar una transición armoniosa. Al mismo tiempo lo ideal es estar activos con otro proyecto.
Soltar no significa olvidar, sino delegar con responsabilidad. Vender o realizar una transición de una empresa no equivale a olvidar lo que se ha construido. Dejar el legado en manos de otros es, en esencia, un acto de confianza, de delegación, de formación y de construcción, en el cual se reconoce que el negocio puede evolucionar y prosperar de nuevas maneras, ya sin depender de sí.
La venta o transición de una empresa, especialmente en un contexto tan volátil como el argentino, es un proceso complejo que va mucho más allá de los aspectos técnicos. Requiere una profunda introspección y, en ocasiones, un cambio de mentalidad hacia el desapego y la renovación personal.
En este proceso, el dueño puede descubrir que su legado es mucho más que la empresa en sí misma: es el impacto duradero en sus clientes, colaboradores y en la comunidad que ayudó a construir. Imaginan haber podido construir una “empresa trascendente”, transferible.