OPINIóN
opinión

China frente a las cruciales elecciones de EE.UU.

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Diálogo virtual. Una de las reuniones virtuales que Biden y Xi Jinping mantuvieron. Beijing está ansioso por saber quién sucederá al demócrata en noviembre. | afp

Lógicamente, China está observando con mucha atención el escenario de las elecciones presidenciales en EE.UU. Los recientes acontecimientos –atentado a Donald Trump y renuncia de Joe Biden a su candidatura– han acrecentado la incertidumbre. Y no solo sobre quién ganará la elección, sino también sobre la estabilidad política interna de EE.UU. y su rol a nivel global a partir de 2025.

El PCCh, que lidera Xi Jinping, tiene claro que, sea cual sea el resultado, en Washington se ha consolidado un sólido consenso bipartidista, con una visión muy negativa y eminentemente confrontativa respecto a China. Xi ha dicho en varias oportunidades que China debe prepararse para “tiempos tormentosos”. 

La fórmula Donald Trump-James Vance representaría, en teoría, el peor de los mundos para Beijing. Este binomio propone un enfoque marcadamente aislacionista, proteccionista, nacionalista y abiertamente anti-China. La confirmación de Vance como acompañante de Trump fue un mensaje inequívoco, teniendo en cuenta su durísima posición personal respecto a China.

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En cambio, la fórmula Kamala Harris-Tim Walz se supone que representa un camino de continuidad del enfoque más internacionalista de Biden, con una postura que sería algo más suave frente a China. En ese sentido, Beijing quizá busque un vínculo más directo con Tim Walz, quien vivió en China en los inicios de su carrera y conoce en profundidad la realidad política, económica y cultural de la potencia asiática. De todas formas, tanto Harris como Walz han sostenido posiciones muy críticas contra China, especialmente en materia de DD.HH., Taiwán, Hong Kong, Tíbet y Xinjiang. De hecho, Walz se ha reunido con el Dalai Lama y con grupos de activistas chinos de DD.HH. en el pasado. 

En contrapartida, puede decirse que China tomaría con agrado las expresiones de Trump y Vance sobre la búsqueda de una rápida resolución de la guerra en Ucrania y de la crisis en Medio Oriente. Sobre todo, para Beijing sería una buena noticia la promesa que ha hecho Trump de recortar apoyo financiero a la OTAN y a Taiwán, algo que dejó azorado al gobierno de la isla.

De todas formas, de concretarse las controversiales promesas de Trump, traerán consigo tensión e inestabilidad adicional en Europa y en el vecindario chino. Desde la mirada del PCCh, un Trump recargado en términos de aislacionismo y proteccionismo, más que oportunidad estratégica, podría terminar siendo un factor altamente desestabilizante a escala global.

Otro elemento preocupante desde la óptica del PCCh es que, con cualquiera de los dos candidatos, China debe prepararse para más tarifas y más listas negras de empresas chinas. Con Trump, está claro que el panorama será aún peor. El candidato republicano prometió “tarifas históricas” contra China y la revocación de su estatus en la OMC. Pese a haber fracasado estrepitosamente en la guerra comercial que lanzó contra China en su primera presidencia, Trump parece dispuesto a redoblar la apuesta por la misma vía.

Quizás un aspecto positivo de Trump para China es su pragmatismo en materia de negociación. De hecho, Trump tiene predilección por la negociación con líderes fuertes y autoritarios. Y es un dato de la realidad que China pudo negociar mucho más con Trump (acuerdo comercial en 2020) que con Biden. 

En los organismos y foros internacionales, en tanto, China seguirá siendo maltratada, sea con Trump o con Harris. EE.UU. seguirá acusando a China de cosas tales como espionaje, violación de DD.HH., sobreproducción industrial o de inundar de fentanilo los hogares estadounidenses, entre otros flagelos. Esa línea discursiva seguirá, más allá de sus matices, gane quien gane.

Lo que va de campaña electoral estadounidense ha sido una muestra contundente de lo que se viene: Ambos partidos han competido por producir la retórica más dura contra China, coincidiendo en la necesidad de limitar su proyección global. Lo han hecho con argumentos difusos, pero claramente basados en un enfoque de “seguridad nacional”, con todo lo que ello implica.

En definitiva, la evaluación general de Beijing sobre la relación con Washington a partir de 2025 es negativa, aunque no catastrófica. Se descuenta que cualquiera de los candidatos representará la continuidad de la firmemente arraigada visión anti-China, sumado a que cada uno de estos candidatos trae consigo más elementos negativos que positivos para China y el mundo.

La posibilidad de cooperación bilateral seguirá siendo muy limitada y acotada a campos muy específicos y no estratégicos. De todas formas, cabe destacar que el riesgo de interrupción total de los canales más importantes (como sucedió con el diálogo militar en 2022) seguirá siendo bajo y directamente relacionado con el nivel de provocaciones de Washington sobre temas sensibles.

Por último, y no menos destacable: ninguno de los candidatos estadounidenses parece interesado en buscar la confrontación militar con China. Por su parte, China sostendrá inalterable su interés primordial de política exterior, que es lograr una relación estable y previsible con EE.UU. En definitiva, China aguarda el resultado de las cruciales elecciones presidenciales de noviembre en EE.UU. con mucha cautela y poca esperanza. Es que está claro que hay poco para celebrar y, más bien, mucho de qué preocuparse de cara a 2025.

*Director del Observatorio Sinoargentino. Candidato Doctoral en Estudios Internacionales y Master of China Studies. Profesor visitante en la Universidad de Zhejiang (China) y regular en UCA y Undef.