OPINIóN
Batallas

Burbuja de odio

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Orsi. “Uruguay es uno solo a pesar de nuestras diferencias”. | AFP

Dejemos de lado las formas. Internamente. Un rato, nada más. Dejemos que la violencia ideológica no encuentre interlocutor en nosotros, ni siquiera para ser señalada, por un instante. Que los carpetazos y el macartismo de outlet reciban la misma indiferencia que parecen haber sufrido cuando niños los emisores de discursos xenófobos, homofóbicos y canceladores de todo lo diferente a aquello que habita en sus cabezas. Hagamos de cuenta un minuto que no existen los impulsores de la prohibición de libros, de toneladas de fake news, de actos con palabras y estética fascista, ni de una enorme burbuja de odio en la que se está concentrando la sociedad.

¿Qué hay detrás de ese alarido coral que propone normalizar el insulto como estrategia de comunicación? Una agresión mayor con políticas que destruyen derechos e instituciones. Por supuesto, no sugiero mirar para otro lado o no ser solidarios. Hay mucho dolor como para que no haya una respuesta colectiva y abierta. Simplemente deseo que tengamos un tiempo interno de reflexión sobre cómo vamos a ayudarnos a atravesar este momento en el que se vanaglorian los injustos. Para quebrar la lógica que impera en Argentina y en el mundo, pero debe hacerse sin ingresar a su pantano.

Quiero poner dos ejemplos de cómo dar esa discusión, la primera desde el poder. El domingo pasado triunfó el Frente Amplio en Uruguay y entre sus primeras palabras del presidente electo Yamandú Orsi evitó verse como el máximo líder mundial. Tampoco ubicó mandriles en la oposición, simplemente dijo: “Uruguay es uno solo a pesar de nuestras diferencias”, y agregó: “A partir del debate de ideas se construye una sociedad mejor, un país mejor y, por sobre todas las cosas, una república democrática con futuro. No hay futuro si les ponemos un muro a las ideas”. No hay mirada profunda con una pared delante de nuestros ojos.

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Ojalá Orsi pueda llevar adelante lo que se propone y la sociedad uruguaya lo acompañe. Mi prejuicio positivo cree que ambos lo harán. Del otro lado, el otro ejemplo, están los que llegan al poder interpretando a un pueblo fragmentado, agigantando divisiones. Antoni Gutiérrez-Rubí analizó el triunfo de Donald Trump en su columna del diario El País interpretando que el multimillonario “ganó porque convirtió ese yo vergonzante en un poderoso nosotros redentor y supremacista... Hoy lo que importa es que la ira y la sed de venganza beben sobre el cáliz de la democracia. Esa es la gran victoria, y la que cambiará la mentalidad de nuestra cultura política, porque la mentalidad de época es mucho más importante que la opinión pública”.

Para ganar, Orsi utilizó el yo que prefiere el bien común a tener razón en una elección o discusión. Trump prefirió apostar por el yo que da vergüenza. En ambos casos hay una sociedad que valida ambas teorías. En nuestro contexto, sería mejor optar por construir y brindar respuestas más allá del ruido en redes y las declaraciones hirientes de distintos funcionarios. Hasta ahora, la batalla la estamos dando así y mientras nos indigna lo indignante sufren nuestros jubilados, la educación, la cultura, el empleo y todo lo que nos identifica positivamente. Porque vienen a romper todo, cosa que creo que solo podrán hacer si la discusión de país se da en sus términos.

*Exdirector del Centro Cultural San Martín.