OPINIóN
Transporte

Buenos Aires: el subte es clave para una ciudad sostenible

En la Ciudad de Buenos Aires viven 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado. La movilidad urbana juega entonces un rol esencial en esta densidad poblacional. “Buenos Aires destina más del 50% de su espacio público a los automóviles. Esto es insostenible” dice el autor.

Subtes
Subte | Cedoc

Buenos Aires es una de las ciudades más extensas y pobladas de América Latina. Según datos recientes, el 55% de la población mundial vive en ciudades; en América Latina ese porcentaje asciende al 80% y en Argentina supera el 90%, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires la densidad demográfica supera los 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado. Esta concentración de población, sumada a una urbanización rápida y desordenada, ha generado una serie de problemas que afectan la calidad de vida de sus habitantes: congestión vehicular, contaminación ambiental, desigualdad en el acceso a los servicios básicos y un uso ineficiente del espacio público.

En este escenario, la movilidad urbana es un componente clave de cualquier estrategia que busque hacer de Buenos Aires una ciudad más inclusiva, sustentable y eficiente. Sin embargo, después de casi dos décadas de gestión del mismo signo político, el transporte público —y en particular el subte— atraviesa una profunda crisis de deterioro y falta de proyección. Mientras otras metrópolis del mundo apuestan por ampliar y modernizar sus redes de transporte subterráneo para afrontar los desafíos del siglo XXI, en Buenos Aires el subte permanece estancado, sin inversiones significativas, con una red que no crece y un servicio que, lejos de mejorar, se ha visto afectado por la desinversión y la falta de planificación.

El subte de Buenos Aires tiene una historia centenaria. Inaugurado en 1913, con la apertura de la Línea A que unía Plaza de Mayo con Plaza Miserere, fue el primer sistema de transporte subterráneo de América Latina. En sus primeros años, representó un avance tecnológico y urbano que posicionaba a la ciudad como una de las más modernas del mundo. Sin embargo, con el paso del tiempo, este liderazgo se perdió.

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Actualmente, el subte cuenta con seis líneas, 56,7 km de vías (sin contar el Premetro) comerciales y 90 estaciones. Aunque es un componente fundamental del transporte metropolitano, su desarrollo se encuentra estancado desde hace años. La red no ha incorporado nuevas líneas y sus extensiones han sido mínimas. En comparación, ciudades como Santiago de Chile, que comenzó la construcción de su metro en los años 70, ya supera a Buenos Aires en extensión, modernidad y frecuencia del servicio.
Este retroceso no es casual. Durante los últimos 18 años, la política de movilidad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se ha enfocado en fomentar el uso del automóvil particular. Prueba de ello son las obras viales que, aunque mejoraron la circulación de autos en el corto plazo, incentivaron el aumento de vehículos particulares en detrimento del transporte público.

El subte y el auto

Buenos Aires destina más del 50% de su espacio público a los automóviles. Esto es insostenible. Los autos particulares, en promedio, permanecen estacionados el 95% del tiempo y ocupan un espacio 90 veces mayor que un pasajero que viaja en subte. Mientras tanto, las veredas angostas, la escasez de bicisendas seguras y las dificultades de acceso al transporte público terminan afectando a quienes eligen o dependen de modos de movilidad más sostenibles.

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La congestión vehicular es un problema crónico. Los porteños pierden horas valiosas cada día atrapados en embotellamientos, lo que impacta en la productividad, el bienestar y la salud. La contaminación del aire es otro aspecto alarmante. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 90% de las personas que viven en ciudades respiran aire contaminado.

Además, Argentina ostenta uno de los índices de mortalidad por accidentes de tránsito más altos del mundo, con relación a su población y la cantidad de vehículos circulantes. Los usuarios más vulnerables son peatones, ciclistas y motociclistas. Está demostrado que un sistema de transporte público eficiente reduce significativamente la cantidad de accidentes viales.

El transporte automotor es, además, la principal fuente de emisiones de dióxido de carbono en la Ciudad de Buenos Aires.

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Reducir el uso del automóvil es una prioridad en términos de política ambiental. Las personas que utilizan el transporte público generan una huella de carbono cuatro veces menor que aquellas que dependen del auto particular. Las ciudades que apuestan por un transporte público de calidad tienen la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con aquellas donde predomina el uso del vehículo privado.

Frente a este panorama, el subte es, sin dudas, el modo de transporte que la ciudad debería priorizar. Se trata de un sistema eficiente, ecológico y con capacidad para transportar grandes volúmenes de pasajeros de manera rápida y segura.

Apostar al subte es, entonces, una forma concreta de descongestionar las calles y devolver el espacio público a las personas.Además, funciona con energía eléctrica, lo que lo convierte en un transporte de bajas emisiones. Si se lo electrifica en combinación con fuentes renovables, puede transformarse en un sistema prácticamente libre de contaminación.

Los beneficios del transporte público no se limitan al ámbito ambiental. Cada dólar invertido en transporte público genera cinco dólares en beneficios económicos para la sociedad. Las ciudades que priorizan estos sistemas mejoran su competitividad, aumentan la productividad, generan empleo de calidad y promueven la inclusión social.

La realidad del subte actual dista de ser la ideal. Hoy enfrenta serios problemas de infraestructura, mantenimiento y gestión. En horas pico, las estaciones y los coches se saturan. Las frecuencias no son suficientes y los usuarios padecen un servicio que no siempre está a la altura de las necesidades de la población.

Para revertir esta situación, Buenos Aires necesita:

Ampliar la red. Es fundamental extender las líneas existentes y construir nuevas. Las comunas 12, 13 y 14, que concentran gran parte de la población, carecen de acceso directo al subte. Esto genera una dependencia mayor del automóvil.

Modernizar la flota y la infraestructura. Incorporar trenes de última generación, mejorar los sistemas de señalización y ampliar la capacidad de las estaciones es clave para aumentar la frecuencia y garantizar la seguridad.

Integrar los distintos modos de transporte. La conexión entre subte, trenes, colectivos y otros medios de movilidad debe ser eficiente. La implementación de sistemas de pago unificados, aplicaciones de información en tiempo real y estacionamientos disuasorios en las estaciones pueden fomentar el cambio modal.

Planificación y gestión metropolitana. Es urgente crear una autoridad metropolitana del transporte público que funcione y coordine la movilidad del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), superando la fragmentación actual, articulando inversiones, tarifas y políticas de servicio.

Incentivar el cambio cultural hacia la movilidad sustentable. Además de mejorar el servicio, es necesario promover la conciencia ambiental. Las campañas de educación y concientización, en coordinación con escuelas y universidades, pueden jugar un rol estratégico en la transformación cultural.

El subte de Buenos Aires fue, alguna vez, símbolo de progreso y modernidad. Hoy es reflejo de un modelo urbano agotado que priorizó el automóvil y desatendió el transporte público. Cambiar esta lógica es una decisión política. Invertir en el subte es apostar por una ciudad más justa, inclusiva, competitiva y sustentable.

Buenos Aires necesita recuperar la visión estratégica que alguna vez tuvo. Pensar la ciudad para las personas y no para los autos. Priorizar el transporte público como política de Estado, con una planificación integral, sostenida y metropolitana.

El subte puede y debe ser la columna vertebral de una Buenos Aires más humana y sostenible. El futuro de la ciudad depende de que hoy se tomen las decisiones correctas.

*Secretario Administrativo de ALAF (Asociación Latinoamericana de Ferrocarriles), dirigente del Nuevo Espacio De Participación Peronista y Unión por la Patria-CABA

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