La psicología es la ciencia que estudia la conducta humana. Al decir conducta hablamos de comportamiento, pero fundamentalmente de comunicación. Y, precisamente, uno de los problemas más frecuentes es la falta de conexión, siendo que cada vez estamos mejor conectados.
Violentando la lengua, jugando con las palabras y elongando sus significados, podemos crear el neologismo adecuado para esta problemática moderna: Infoxicación. Exceso de información que recibimos a diario a partir de la masificación de internet y de las redes sociales.
En consecuencia, esta sobrecarga abruma, cansa y desemboca en problemas que pueden llegar, incluso, a afectar la salud mental.
El exceso de información paraliza y, para peor, tiende a generar confusión. Por eso, digámoslo de una vez: estamos cada vez más incomunicados.
En Grecia clásica, había una construcción conceptual; pharmakon, que era un veneno y un remedio que coexistían al mismo tiempo"
Esta es una denuncia imposible de negar. Aquí es cuando el lenguaje se vuelve para el humano su peor trauma, pero también su única posibilidad de constitución.
El sujeto habla para ser, tiene esa necesidad, esa sed de sentido. Pero hablar y decir no son lo mismo. Se puede hablar hasta por los codos sin decir nada sobre las manos. Hablar versus decir. Informar versus comunicar.
La mente que nos comanda es un dispositivo virtual que intenta resolver ese problema estructural y genera una falsa fantasía de poder elegir entre uno y lo otro.
La tecnología en nuestras vidas, ¿o al revés?
A mayor desarrollo tecnológico, peor es el desenlace. El conocimiento no garantiza un saber, pero no existe un saber completamente desconocido. Lo mismo pasa con la información y la comunicación.
Tener información, traerla, pedirla, buscarla, conseguirla. La información puede estar cada vez accesible pues los dispositivos amplían, facilitan, empujan a comer más datos. Mercancía gratuita a una velocidad imposible de masticar.
Vivimos en una ficción en la cual creemos que a mayor información, la comunicación será más clara. Pero la información no garantiza una mejor comunicación.
Hay una construcción conceptual de la Grecia clásica llamada, pharmakon. Era un veneno y un remedio que coexistían al mismo tiempo, no como una oposición, sino como una complementariedad; uno actuando al mismo tiempo que el otro, luchando entre sí y dándose vida mutuamente.
Es decir que debemos hacer el intento de curarnos con las mismas armas que nos intoxican para procurar una comunicación efectiva. Necesitamos generar un intercambio productivo. Pero estamos voraces de información en diminutos dispositivos cada vez más próximos a la piel y a la sensibilidad de los dedos para replicarlos de manera instantánea.
Una vez, un célebre filósofo helenístico dijo que la razón por la que tenemos dos orejas y una sola boca es porque tenemos que escuchar más y hablar menos. En nuestros días, tenemos que procesar mejor los datos antes de repostearlos.